Mil millones de personas vieron el Mundial Femenil de la FIFA organizado por Francia en 2019, donde Estados Unidos derrotó a Holanda 2-0 en la final con goles de Megan Rapinoe y Rose Lavelle.
Aquel partido, realizado en el Stade de Lyon y teniendo en la tribuna a Kylian Mbappé, fue el último evento de 24 naciones, pues en 2023 serán 32 equipos los que acudirán al torneo que recibirán de forma conjunta Australia y Nueva Zelanda.
Aquella victoria de Estados Unidos le dio un premio de 4 millones de dólares (mdd), el doble de lo que recibió el campeón del torneo femenil de 2015 celebrado en Canadá; pero apenas el 11.11% por ciento de los 36 mdd que obtuvo Francia por ganar el Mundial varonil de Rusia 2018. La bolsa a repartir entre todos los equipos participantes en Francia 2019 fue de 50 mdd.
“Habrá un antes y un después de Francia 2019”, prometió entonces Gianni Infantino, presidente de la FIFA, en la conferencia de prensa de balance del torneo.
El nuevo rumbo
La historia del Mundial Femenil de la FIFA se remonta a 1991 en China, cuando hubo 12 países. En Estados Unidos 1999 jugaron 16 equipos y a partir de Canadá 2015 hubo 24 naciones. El torneo varonil juega con 32 países desde Francia 1998, y a partir de 2026 se expandirá a 48 participantes.
La FIFA ha entendido que el Mundial, como elemento aspiracional de cualquier jugadora en el mundo, es la punta de lanza para abrir más plazas, llegar a más mercados y consolidar la industria del futbol femenil a nivel mundial. Por eso la decisión de ampliar el cupo de naciones que entrega de forma automática más pases a cada una de las Confederaciones, incluidas cuatro plazas para la Concacaf y dos boletos adicionales para un Repechaje.
El modelo cambia radicalmente las expectativas respecto a lo que había antes: Un Premundial en sede única en el que se otorgaban los dos boletos normalmente copados por Canadá y Estados Unidos. Ahora hay opciones de que se incluyan cuatro naciones más, incluido el mercado mexicano con más de 150 millones de personas entre los residentes en México y Estados Unidos, además de Costa Rica que este año recibe el Mundial Sub-20.
En la fase de grupos se establecen dos fechas FIFA en las que cada selección jugará de local y de visitante en una ocasión. México, por ejemplo, recibirá a Surinam y luego visitará a Antigua y Barbuda. El formato da más partidos, más exhibición, y permite mejorar el producto selección nacional.
La arquera de la selección mexicana destacó la figura de su entrenadora y la mentalidad que les ha imprimido.
En el plan de acción de la FIFA se establece que para 2026 los más de 200 países afiliados deben tener comercialización individual de su selección varonil y de la femenil, estructura propia y modelos de comunicación individuales.
La Federación Mexicana de Futbol ha decidido jugar de local en el Estadio Universitario de Monterrey, lo que implica una ventana para el equipo nacional que dirige Mónica Vergara y un estadio con buena entrada al ser una de las mejores sedes de la Liga MX Femenil.
El ejemplo de la eliminatoria de la Concacaf es apenas la puerta de entrada de un modelo que impulsa FIFA con una ambición definida: que 60 millones de mujeres jueguen al futbol en 2026, lo que significa duplicar la cifra actual. Para lograrlo, el organismo rector del futbol mundial tiene como objetivo destinar mil millones de dólares al futbol femenil.
Las causas
Los compromisos y el dinero no llegan por bondad institucional, sino después de años de denuncias por la inequidad en la industria del futbol. Alrededor del Mundial de 2019 dos hechos marcaron la conversación del futbol mundial: la noruega Ada Hegerberg se negó a jugar con su selección acusando que no había condiciones ideales para jugar, entrenar y competir respecto a los varones en el sistema de su país, y las seleccionadas de Estados Unidos entablaron una batalla a la que llamaron “discriminación de género institucional” buscando recibir mejores condiciones para jugar respecto al equipo varonil que ni siquiera fue al Mundial de 2018.
Son también recurrentes las quejas por la diferencia de salarios de las jugadoras respecto a los jugadores y es algo que existe en diferentes partes del mundo, pero la misma FIFA admite que en muchas partes del globo los ingresos de los equipos femeniles están subsidiados por los varoniles: “El panorama financiero actual demuestra que el futbol femenil es una oportunidad de crecimiento sin explotar: solo el 13% (30) de los clubes (estudiados a nivel mundial) reportaron ingresos de más de 1 millón de dólares. Los clubes actualmente dependen significativamente de los ingresos del club por programadas como financiación del equipo masculino y subsidios de federación nacional”.
Por eso la Estrategia del Futbol Femenil 2020-23 de la FIFA pone énfasis especial en llegar a todos los rincones del mundo, profesionalizar el deporte y aumentar el número de competencias como una Liga Mundial femenil y competiciones internacionales de clubes. La receta es la misma que en el resto del mundo deportivo: un mayor número de eventos y de partidos significan más exposición y más patrocinadores que permitan la independencia económica del futbol femenil.
“El Programa de Desarrollo del Fútbol Femenino de la FIFA se propone ofrecer a las 211 federaciones miembro la oportunidad de solicitar recursos adicionales y conocimiento especializado para desarrollar el futbol femenino en el ámbito nacional”, establece el plan de acción del organismo internacional, que contempla aspectos de estrategia, promoción, desarrollo de ligas, ciencia de clubes, formación administrativa, becas para capacitación de entrenadoras, y programas de liderazgo.
El Mundial como ancla de desarrollo
Los reportes económicos del gobierno de Francia indicaron que el Mundial de 2019 le generó al país 284 millones de euros (mde) y una ganancia neta de 108. El Mundial de 2015, en Canadá, también tuvo una ganancia superior a los 100 mdd.
Las cifras muestran que el torneo está consolidado y es atractivo en términos de negocio, y se confirman con el hecho de que para elegir la sede del Mundial Femenino de 2023 la FIFA tuvo tres opciones: Australia/Nueva Zelanda, Colombia y Japón. Brasil mostró interés, pero retiró su candidatura.
La estructura, si bien está basada en explotar el Mundial de mayores, también es cierto que para los próximos años habrá prácticamente tres veces más torneos y partidos de selecciones femeniles en el Mundial, incluidos los Mundiales sub 17 y sub 20 financiados por FIFA con 21 mdd para su organización cada uno, además de eliminatorias, campeonatos regionales como la Copa de Oro femenil de la Concacaf y el fortalecimiento de las ligas locales.
En términos del Mundial Femenino de 2023, la FIFA espera que estén todos los grandes mercados del mundo (China, que no califica regularmente en varones, ya aseguró su plaza femenil) y que el torneo genere 350 millones de dólares como beneficio económico entre las nueve ciudades sede (cinco en Australia y cuatro en Nueva Zelanda).
Así que el primer mundial compartido por dos Confederaciones (Nueva Zelanda juega en Oceanía y Australia en Asia) puede significar el inicio de la independencia económica del balompié femenil.