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Cavani, el héroe discreto, dice adiós a la Selección Uruguaya

“Yo tenía que ser el mejor, y si no lo era al menos tenía que haberme esforzado para serlo”. La frase que me dice Cavani es la que marca su camino, la que demuestra cómo quiere enfrentar la vida. “No hay nada más lindo que tratar de ver esas cosas –una frase, una actitud que uno tiene en el fútbol o en la vida– y que más adelante, después de años, uno las vea de la misma manera; y que un día capaz que quede marcada, como pasa en este momento. Tratar de ser el mejor pero no sentirse el mejor es importante, pero el mejor en el sentido de dar siempre lo máximo, el cien por ciento. Así podés estar tranquilo y sentirte feliz porque das lo mejor, sea en tu trabajo, sea a tu familia, sea a tus amigos, que les das sinceridad, que les das lo que está a tu alcance. En mi caso, que le das lo mejor a los compañeros del club, que dejás todo por ellos, que sea en un entrenamiento o en un partido respetás a todos por igual y jugás siempre de la misma manera. Me parece que es una de las cosas más lindas que le pueden pasar a una persona: ir a la cama y saber que llegó el momento de dormir, pero que antes dio todo y que en su interior puede estar tranquilo”.

Todo le costó a Edinson Cavani en su carrera. Y ganarse un lugar en la Selección Uruguaya no fue la excepción. Pero lo consiguió con sus señas de identidad. La que lo definen fuera y dentro del campo.

“Capitán, yo, juegue donde juegue, al final del partido voy a ser el que más se haya entregado, el que más haya dejado por la camiseta”. Diego Lugano escuchaba orgulloso lo que Cavani le decía en medio de la Copa América 2011. Fue en el hotel, mientras tomaban mate a la espera de salir para un entrenamiento. Con tanto respeto hacia la figura del capitán como convicción para demostrar en la cancha que sus palabras eran ciertas, Edi dejaba claro que su adhesión estaba más allá del puesto en el que lo utilizaran.

Una muestra de la forma de ser de Cavani es que a Lugano lo trataba de usted. “¿Cómo está capitán?”, solía decirle. “No quiere decir que en un momento no se me escapara un Tota [su apodo] o un Diego, pero la prioridad era hacerlo sentir de la manera que él te demostraba”.

En el campo de juego, Cavani tiene una personalidad arrolladora, es un delantero total. Dispuesto a jugarse el físico en cada pelota, potente, capaz de definir con las dos piernas o de cabeza y hacerlo en un abrir y cerrar de ojos.

A pesar de ser un centrodelantero de elite, una estrella mundial, jamás puso condiciones para defender a la Celeste. Ocupó el sitio que Tabárez determinó sin escatimar la entrega. Eso que le prometió a Lugano y que cumple a rajatabla cada vez que se pone la camiseta de la selección. Su lugar se lo ganó a base de esfuerzo, entrega, voluntad, sacrificio. Un buen ejemplo es el icónico partido ante Inglaterra en Brasil 2014. Fue el jugador que más corrió: sumó en total 11.334 metros recorridos. También fue el que más corrió cuando Uruguay no tenía la pelota (4.481 metros) y quien más sprints (piques) hizo: 53.

“Cuando llegué a la selección antes del Mundial de Sudáfrica teníamos a Diego [Forlán] y a Luis [Suárez] y a mí no me importó. Me dije: ‘Quiero estar ahí, a mí no me interesa, quiero jugar, tengo la experiencia y he jugado, así que por afuera, por donde sea, quiero jugar y quiero estar’. Y lo logré”.

La mayor frustración en su carrera como futbolista la había vivido en esa Eliminatoria para la Copa del Mundo.

Eran cerca de las cuatro de la mañana en Italia. En el living de su casa de Palermo y mientras la computadora mostraba las imágenes de sus compañeros de selección exultantes en el Centenario por haber clasificado al Mundial 2010, Cavani lloraba desconsolado. Era el momento más difícil de su vida porque algunos días atrás, junto a quien era su señora en ese momento, había perdido un embarazo. A la dura noticia se le agregó que no había sido convocado para el repechaje a pesar de haber formado parte del plantel durante buena parte de las Eliminatorias.

Entonces se levantó del sillón, se fue al cuarto y antes de acostarse despertó a su pareja de entonces para decirle que él iba a estar en el Mundial. Fue una prueba por superar para cumplir el sueño. Era un desafío, un reto, un juramento. Esa promesa que se hizo a sí mismo le dio fuerzas y lo llenó de ilusión. “Ese fue un momento que me hizo llorar, y mirá que yo soy bastante duro. O era. Últimamente menos, porque he crecido en un montón de cosas y por ahí estoy más sensible, quizá a partir de algunas cosas que me han hecho en la vida”.

Un mes atrás, Cavani había sido una de las explicaciones para ganar un partido clave en Ecuador. El 10 de octubre de 2009, Uruguay jugó en la altura de Quito ante Ecuador sin más opción que el triunfo para seguir vivo en las Eliminatorias. Con el partido 1 a 1, Cavani sustituyó a Suárez a los 83 minutos; y 7 minutos después metió una corrida de campo a campo que terminó en un penal que transformó en gol y victoria Diego Forlán. “Recuerdo que cometí la locura, en el momento en que me hacen el penal, de pedírselo a Diego para patearlo. Esa inconsciencia de un chico que tiene hambre, que tiene ganas. Lo vivo con tanta pasión al fútbol que a veces no te das cuenta de ciertas cosas adentro de la cancha”.

Pero en la siguiente convocatoria, Tabárez no lo había tenido en cuenta para la repesca ante Costa Rica. Lejos de darse por vencido, decidió, una vez más, revertir el momento. Transformó en energía la rabia y la impotencia y se propuso convencer a Tabárez. “Sentía tanto dolor, tanta angustia adentro y tanto deseo a la vez de estar ahí. Fue el momento en el que sentí más tristeza en mi carrera. Y no busqué ni me importó el porqué, ni busqué un culpable, ni nada. Al contrario, miré para adelante y busqué la solución para lo que estaba pasando. Me dije: ‘Edi, vos vas a estar en el Mundial, te lo merecés. Vas a trabajar y te vas a ganar tu lugar de nuevo’. Y en los últimos cinco meses de la Liga jugué todos los partidos, anoté goles y me gané mi lugar en la selección”.

Este jueves 30 de mayo anunció su retiro de la selección uruguaya. Jugó cuatro Mundiales y es el segundo goleador histórico de su amada Selección. En el salto de calidad hacia la élite que dio la Celeste, Edi fue un imprescindible. Solo queda darle las gracias por todo.