FILADELFIA - Durante el primer inning del partido del miércoles, César Hernández escenificó lo que aparentó ser un turno de antología para un primer bate. El segunda base de los Filis de Filadelfia sacó de foul tres rectas seguidas enviadas por el abridor de los Rockies de Colorado Tyler Chatwood, y luego dejó pasar una curva antes de aprovechar una recta cortada de 90 millas por hora para despachar una línea por el medio... Hasta que cayó en el guante de un Trevor Story perfectamente ubicado en el campocorto.
El mes de mayo ha sido dificultoso para Hernández y su equipo, y sería comprensible si su mente se hubiese quedado divagando en su mala suerte, cargando su infortunio con él al terreno. Sin embargo, el béisbol no da muchas oportunidades para andar soñando despierto o hundirse en la autocompasión. Larry Bowa, coach de banca de Filadelfia y tutor de Hernández en el cuadro interior, le recuerda eso a cada oportunidad que tiene.
Algunas veces, el béisbol le da sus propios recordatorios, en plena tierra de nadie.
En la parte alta del segundo inning el miércoles, Gerardo Parra de Colorado disparó una conexión por el medio. Se veía difícil... hasta que Hernández pisó el terreno, tomó la pelota y la pasó al campocorto Freddy Galvis, cuyo tiro a primera base superó un reto de repetición para darle a los Filis una doble matanza que terminó el episodio.
Si bien los Filis terminaron perdiendo 8-2 y vieron su marca caer a 15-29, ese destello que gustó a la afición reflejó el crecimiento en el béisbol de Hernández. Igualmente justificó la fe que tiene el hombre que ha servido como su conciencia dentro de este deporte y convertido en la vocecita en su mente.
Los Filis han confiado a sus tres jóvenes jugadores del cuadro latinoamericanos (Hernández, Galvis y el tercera base Maikel Franco) a la tutoría de Bowa, nacido como hombre que gusta alcanzar metas a plenitud, quien ejecutó su último dobleplay como pelotero activo con los Mets de Nueva York en 1985, a los 39 años de edad. Bowa tiene una reputación de empujar, alentar a sus jugadores sacándolos de su zona de comodidad porque tiene una personalidad Tipo A por naturaleza. Sin embargo, la principal razón tras su persistencia es que nada lo molesta más que ver peloteros desperdiciando sus habilidades porque se niegan a hacer el trabajo debido.
"Acabamos de tener un mítin y le dije a ellos, 'Aunque se vayan de 4-0, de todos modos deben estar muertos de cansancio al final del partido por resguardar sus bases, moviéndose con los pitcheos y hacer los relevos necesarios'", dice Bowa. "Hay cosas que entran en juego. Estás en una posición en el terreno y siempre estás en medio de la acción. Las dobles matanzas son importantes. Es el mejor amigo del pitcher. Así que hay que mantenerse alertas".
"Al final, saben que estoy tratando de ayudarles, y si les veo tratando de tomar el camino fácil, se los haré saber. Es una lucha jugar este deporte a diario. Y si crees que ya tienes todo dominado, te sorprenderá muy fácilmente".
"Al final, saben que estoy tratando de ayudarles, y si les veo tratando de tomar el camino fácil, se los haré saber. Es una lucha jugar este deporte a diario. Y si crees que ya tienes todo dominado, te sorprenderá muy fácilmente." Larry Bowa, coach de la banca de los Filis.
Los Filis están en caída libre este mes con marca de 5-17, y la producción de Hernández se ha enfriado recientemente. El 9 de mayo estaba bateando para .339 y parecía que todo lo que bateaba encontraba como caer. Desde entonces, se ha visto sumido en un slump de 12-en-63 que ha provocado la caída de su promedio de bateo a .286. Sin embargo, sigue comandando a los Filis en las categorías de hits, carreras anotadas y robos, y empatado en el tercer puesto entre los intermedistas de Grandes Ligas con un promedio de más-4 carreras salvadas por la defensiva. Si se celebrara hoy el Juego de Estrellas, estaría en una lista selecta junto al jardinero Aaron Altherr como los miembros de los Filis merecedores de un viaje a Miami.
Hernández se ha beneficiado del trabajo de largas horas en la jaula de bateo con los coaches de bateo Steve Henderson y Matt Stairs, y el manager Pete Mackanin ha mantenido la confianza en él durante periodos de duda. No obstante, la relación que más lo ha marcado es la forjada con el coach de infield y de banca de Filadelfia. Bowa es un nativo de California de 71 años de edad que no tiene forma de apagarse, y Hernández es un humilde y discreto venezolano con un inglés que ha mejorado de forma gradual. De alguna manera, han conseguido acortar la brecha a fin de hacer que las cosas funcionen.
"Bowa me ha ayudado tremendamente", afirmó Hernández a través del traductor Diego Ettedgui. "Es un hombre chapado a la antigua, y te puede ayudar mucho, pasará todo el tiempo que necesites junto a ti. Es fenomenal. Es una de esas personas por las cuales estoy muy agradecido de tener a mi lado".
Hernández, quien cumplió 27 años este martes, firmó con los Filis como agente libre amateur en 2006 y acumuló casi 2.700 apariciones al plato en ligas menores antes de llegar al Citizens Bank Park en 2014 para quedarse desde entonces. Ha jugado en la segunda base, tercera, campocorto y jardín central en su camino a través del sistema de fincas de los Filis, y su versatilidad y habilidades atléticas ayudaron a crearse buenas situaciones tentativas en los planes que tenía la organización para con él.
Durante sus primeras tres temporadas, Hernández agradó a los Filis con su velocidad, rango, rápidas manos y sorprendentes muestras de poder para su humanidad de 5 pies, 10 pulgadas (1,55m) y 160 libras (73 kg). Sin embargo, no pudo conseguir buenos turnos en momentos clave, mostrando falta de concentración e instintos inferiores en las bases, cometiendo suficientes errores mentales para enfadar a la afición y al staff de coaches.
Un momento que representó un giro en la carrera de Hernández se produjo durante una serie contra Minnesota en junio pasado. Hernández estaba pasando por dificultades con un promedio de .248, y Mackanin estaba ya harto de verlo batear elevados flojos, al punto de considerar colocar a Andrés Blanco en la segunda y darle a Hernández una buena dosis de banca. Antes de tomar ese paso drástico, Mackanin le pidió a Bowa el evaluar la gravedad de la situación.
"César se sentó conmigo en el banco y dije, '¿Sabes por qué no estás jugando?'", recuerda Bowa. "Dijo, 'Estoy descansando'. Le contesté, 'No, no estás descansando. Pete está cansado de ver tu swing, y te vas a seguir quedando aquí sentado conmigo si no comienzas a conectar bien la pelota, sacar líneas y usar tu velocidad'. Se rió y le dije, 'Estoy hablando en serio, César. No vas a jugar más. Serás un utility'".
"Se trata de la confianza que se deposita en este chico. Puedes ser estricto, pero debes saber bien cuándo hacerlo. Si le vas a decir algo a César, debe ser estando los dos solos en una habitación".
Hernández se fue de 4-4 contra los Mellizos en su próxima aparición, y los hits siguieron llegando. Bateó para .327 con OPS de .854 por el resto de la campaña y quedó sexto entre los bateadores de las Mayores calificados con porcentaje de embasamiento de .413 luego del receso del Juego de Estrellas. Su aptitud para jugar la pelota con conexiones pequeñas se manifestó con 34 hits dentro del cuadro (líder en la liga) y 15 hits con toque de bola, la mayor cantidad para un pelotero de los Filis desde que Bowa consiguiera 15 sencillos mediante toques en 1975.
Este año, a pesar de su reciente mala racha, Hernández ha seguido mostrando progreso en su juego en general.
"César es un fenómeno atlético", dice el primera base de los Filis Tommy Joseph. "Creo que comienza a entender lo que es capaz de hacer si juega a diario. Tomará boletos. Puede volar, absolutamente. Y, si no prestas atención, te sacará del juego. Ha sido impresionante verlo llevar su juego a otro nivel".
En sus casi tres décadas como manager y entrenador con los Padres, Filis, Angelinos, Marineros, Yankees y Dodgers, Bowa ha trabajado con jugadores con currículos mucho más ilustres. Derek Jeter fue lo más profesional que se puede ser, y Álex Rodríguez llegaba a diario listo para hacer todo el trabajo posible en el tiempo que fuera necesario.
Robinson Canó fue un poco más retador para él. Se encontraba en su segunda temporada con los Yankees cuando Bowa se unió al staff como coach de tercera base en 2006. El manager Joe Torre quería que Bowa trabajara tiempo extra con los jugadores del cuadro. Por ende, Bowa hizo un pacto con Canó y A-Rod a comienzos de los entrenamientos primaverales: Les pidió llegar al estadio cada mañana a las 8:30 y les batearía roletazos en el diamante trasero del Legends Field.
Durante los dos primeros días, ambos jugadores llegaron a reportarse debidamente a las 8:30 a.m. Al tercer día, A-Rod llegó a tiempo, pero Canó no hizo lo propio.
"Robbie finalmente llega cuando nos preparábamos para irnos, y le dije 'Te dije bien claro a qué hora te quiero aquí. Estoy sacrificando mi tiempo y si no tienes lo suficiente en tu cabeza para entender que te estoy ayudando, pues ya no quiero más que ver contigo", dijo Bowa.
"Tres días después, viene y le pregunto, '¿Estás listo para trabajar a diario?' Me contestó, 'Sí, estoy listo para trabajar todos los días'. Desde ese día, estuve con él".
Si bien la relación tuvo problemas al principio, Canó nunca olvidó la colaboración de Bowa. En diciembre de 2013, Canó firmó contrato por 10 años y $240 millones con Seattle. Durante un viaje de los Marineros a Filadelfia para una serie en 2014, Bowa llegó al Citizens Bank Park y encontró un Rolex y una nota de agradecimiento de Canó en su vestidor.
Al igual que Canó, los jóvenes jugadores del cuadro de los Filis a veces se quejan de la forma tan detallista que tiene Bowa de instruir en el béisbol. Si no consiguen defender una base, olvidan la cantidad de outs en un inning o no consiguen estar en posición apropiada durante un tiro de relevo, es muy probable que Bowa esté esperando en el dugout para quejarse de lo que vio.
Igualmente, saben bien que Bowa se ha ganado el derecho de emitir su opinión de esa forma, debido a sus 2.191 hits de por vida, cinco apariciones en el Juego de Estrellas y dos Guantes de Oro durante 16 temporadas en las Mayores. Cuando Hernández llegó a Filadelfia y conoció lo querido que Bowa es en la ciudad, le causó una impresión duradera.
"Claro que nos quejamos a veces, pero es lo mismo que ocurre cuando los niños se quejan de sus maestros", dijo Hernández. "Sabemos igualmente que quiere lo mejor para nosotros y espera lo mejor de nosotros, y apreciamos esa ayuda. El mejor consejo que me ha dado es jugar duro por 27 años y nunca rendirme. No importa si me fui de 4-0 o si estoy pasando por momentos difíciles en lo personal, la próxima jugada puede cambiar las cosas en el partido".
Esos pequeños toques hacen una gran diferencia. Hernández ha comenzado a utilizar un iPad para prepararse para los partidos a petición de Bowa, y ha impresionado al entrenador con su dominio de la posición defensiva durante encuentros previos a los partidos.
A cambio, Bowa está aprendiendo finalmente el valor de la paciencia, mientras observa a Hernández, Galvis y Franco alternarse entre días buenos y malos. Tampoco es que va a permitir que algo se le escape.
"Sé que los muchachos pueden tener un poco de aprensión para conmigo", dice Bowa. "Puedo ser muy agresivo, no hay duda de eso. Esa es mi personalidad. Y me metió en problemas al inicio, porque esperaba que todos trabajaran igual de duro que yo. Batearía en la jaula por horas y tomar cientos de roletazos, ahora veo y pienso 'Hice demasiado. Qué loco estaba yo'. Estos chicos no tienen que hacer eso, porque son mejores que yo. Tienen unas habilidades tremendas con las cuales yo nunca conté".
Durante los días difíciles de mayo, un entrenador de 71 años y un talentoso infielder medio de 27 de mundos distintos confían en su amor mutuo por el béisbol para entenderse. Cuando Larry Bowa habla, César Hernández escucha. Y ambos han mejorado gracias a ello.