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Orlando Cepeda recuerda las melodías de su vida

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Así nació 'Viva Cepeda' (1:35)

Orlando Cepeda recuerda como vivió el nacimiento de una melodía de jazz compuesta a su nombre. (1:35)

Orlando Cepeda, el primer pelotero latino que se atrevió poner música diariamente en un camerino de Grandes Ligas recuerda sus momentos con grandes artistas.


Nota del editor: Esta nota se publicó originalmente en septiembre de 2022. Orlando Cepeda falleció el viernes 28 de julio a los 86 años

SAN JUAN, Puerto Rico - En el vestíbulo del hotel donde se hospedaba en Carolina, Puerto Rico, Orlando Cepeda desearía escuchar al menos un pedazo de toda la música de la que resaltó en poco más de una hora de conversación. Pero en este momento no tenía su celular y se alegró con tararear algunas de las melodías que definieron el extenso 'soundtrack' de su vida.

El primer pelotero latino que se atrevió a llevar un tocadiscos de vinilos diariamente a un clubhouse de Grandes Ligas sigue escuchando todo tipo de ritmos. Desde que se levanta hasta que se acuesta, escucha de todo. El recordado 'Baby Bull' disfruta los clásicos que ponía en su tocadiscos Fisher portátil en el Candlestick Park en 1958 y también la música más reciente que llega a sus manos. Se ha reencontrado con clásicos de la salsa, género que reconoce que apenas seguía, y aspira a viajar algún día a Matanzas, Cuba, y a Sevilla, España para descubrir a los grandes de la rumba y el cante jondo.

No obstante, para él, todo comienza con Kind of Blue, una de las obras maestras de su amigo Miles Davis. Estuvo presente en los estudios Columbia, de Nueva York, y fue testigo personal de esa sesión de gigantes del jazz durante varios días.

"No pasa un día en que yo deje de poner Kind Of Blue", dijo Cepeda, el miembro del Salón de la Fama que fue Novato del Año unánime en 1958 y Jugador Más Valioso unánime en 1967. "Especialmente, 'Flamenco Sketch', con ese solo tremendo de John Coltrane. Todavía me emociono con el disco y específicamente con esa canción. La música, la calidad... suena como si lo hubiesen grabado ayer".

Peruchín Cepeda, como se conoce en Puerto Rico, es hijo del pelotero Pedro 'Perucho' Cepeda, quien luego se dedicó a la música. Nacido en Ponce Puerto Rico, la cuna de varios ritmos afroantillanos como la plena y criado en Santurce, donde nacieron varias de las mejores bandas de la Isla, no es casualidad que Cepeda fuera un fanático de la música.

Debutó en 1958 y se convirtió en la primera estrella los San Francisco Giants, que habían mudado de Nueva York la temporada anterior. Allí, no solo le puso ritmo a un sólido contendiente de la Liga Nacional a finales de los 50 y principios de los 60, sino que el beisbol fue el vehículo para desarrollar amistad con varios de los íconos del jazz y del naciente jazz latino, todos presentes en la escena musical de la Bahía.

"Para mí la música es sagrada", dijo Cepeda. "Yo oía mucho jazz y San Francisco era la meca del jazz. Escuchaba mucho a Cortijo, que estaba de moda. Para esa época no había tantos grupos de Puerto Rico, y solo escuchaba a Cortijo y a César Concepción. Todavía la salsa no se había desarrollado -eran los 50 y 60- pero seguía a Tito Rodríguez y a Tito Puente a quienes conocí posteriormente".

"Pero la buena música es algo que va y viene, que vuelve a uno", agregó. "Ya más tarde redescubrí temas de salsa que escucho ahora gracias a Gilberto Santa Rosa, quien fue el que me introdujo a esos grandes de la salsa, Roberto Roena, Cheo Feliciano y Gilberto, sobre todo. Esos genios llegaron más tarde a mi oído. Pero como digo, la música a veces te pasa por el lado pero tarde o temprano siempre regresa".


Para mí la música es sagrada

CUANDO UN FABRICANTE de tarjetas de béisbol le ofreció 125 dólares por tomarse la foto, 'Peruchín' Cepeda ya tenía una mejor idea.

"Yo quería un tocadiscos Fisher", comentó el ahora miembro del Salón de la Fama, que en ese momento era un novato con los Giants. "Topps me ofreció el dinero, pero les dije que prefería que me compraran un tocadiscos portátil y uno grande para la casa. Salí mejor, porque en lugar de uno, tenía dos para poner mi música. Y el de la casa era una maravilla... 80 watts por canal".

El tocadiscos Fisher portátil de Cepeda se convirtió en pieza central en el equipaje del pelotero puertorriqueño durante sus años en las Mayores. Estaba encendido desde que llegaba al parque hasta que comenzaba el partido y, las muchas veces que sus novenas de Giants, Cardinals, Braves, Red Sox o Royals ganaban, volvía a encenderse hasta que se marchaba del estadio local o visitante.

"Eso sí, cuando perdíamos no había música", recuerda Juan Marichal, lanzador estrella de los Giants y uno de cuatro miembros del Salón de la Fama de aquella etapa gloriosa en San Francisco. "Generalmente, si no había un 'meeting' con los managers, Orlando ponía su música desde temprano. Y -- si ganábamos -- después del juego se escuchaba con más intensidad".

De sus bocinas se podía escuchar todo tipo de géneros: desde jazz tradicional hasta lo último del jazz latino; desde el rock de la nueva banda inglesa 'The Beatles' hasta los más recientes álbumes de sus amigos Tito Puente y Tito Rodríguez. Si había música, Cepeda era feliz. Su apodo de 'Cha Cha' no definía la variedad de su paladar musical, que va desde el jazz tradicional hasta la música cubana, desde la rumba hasta el cante jondo.

Marichal considera que la música que llevaba Cepeda servía como un elemento unificador entre los peloteros de los Giants. Tenían a un talento latino estelar que incluía además a Rubén Gómez, José Pagán, Felipe Alou, pero también a grandes figuras afroamericanas como Willie Mays y a Willie McCovey, así como jugadores blancos como Johnny Antonelli, Mike McCormick, Harvey Kuenn y Stu Miller. La música de Cepeda sonaba para todos por igual.

"Ponía a todo el mundo alegre con su música", recuerda el 'Dandy Dominicano' entre risas. "Siempre ha sido muy musical. Es su pasión. Y cuando íbamos a su casa nos divertíamos más porque tenía allí sus timbales y sus congas... y disfrutábamos mucho viéndolo a él tratando de convertirse en músico, algo que nunca logró".

"Cuando digo que siempre tenía su música, digo que era siempre", agregó Marichal. "¡Dormía con el tocadiscos encendido! En ocasiones, tratábamos de apagarlo. Pero entonces se levantaba, decía que no podía dormir y lo encendía de nuevo".

En aquellos tiempos, tener música en el clubhouse no era una idea siempre bienvenida. Los vestidores no eran necesariamente un santuario, pero tampoco era costumbre que alguien fuera el "DJ". Cepeda se ganó varias advertencias de regaño. Pero la estrella ascendente de los Giants decidió dar un paso adelante y defender su decisión, al mismo tiempo que defendía su derecho a hablar español con sus compañeros latinoamericanos.

"Yo lo cargaba también cuando viajábamos y trataron de pararme (los managers)", recordó. "Un día nos fuimos de viaje y me dice el que corría el clubhouse, 'Dice el manager que no puedes caminar con esa música porque te saca de concentración'. Le dije, 'Si el dirigente no quiere que vaya con esta música, yo tampoco voy a ir. Yo siempre estaba en el cuarto metido oyendo música y siempre lo he hecho'. Para mí era fundamental. Vengo de una familia de músicos. Mi papá fue pelotero y luego fue músico y crecí con música a mi lado".

Y bueno, lo respaldaban sus compañeros y también sus números. En su primera temporada, bateó para .312, con 25 jonrones, 96 remolcadas y una línea ofensiva de .342/.512/.854 a los 20 años. Mejor no discutir con el éxito.


Miles Davis, Herbie Hankcock, John Coltrane... nace un amor por el jazz

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Orlando Cepeda narra como defendió su música

Orlando 'Peruchín' Cepeda cuenta como defendió su derecho a tener música en los camerinos de MLB.

LOS DISCOS DE VINILO no fueron su único contacto con la música. Muy pronto comenzó a darse cuenta de que San Francisco era la meca del jazz contemporáneo y que su posición (y la estatura) como estrella de los Giants le hacían una figura reconocible para los grandes de ese género, que a su vez, eran grandes seguidores del béisbol.

"Lo que más yo escuchaba, lo que me enamoró fue el jazz", dijo. "Y en San Francisco estaban todos esos gigantes que escuchaba en los discos. Después de los partidos, comencé a ir a los clubes de jazz y conocí a Miles Davis, a Sonny Rollins a John Coltrane, Lee Morgan, Herbie Hancock... tuve la suerte de que esos tipos eran mis amigos. Iban al parque y yo les dejaba boletos, y los escuchaba en vivo y en grabaciones".

La amistad con Davis fue creciendo, al punto que éste lo invitó a presenciar algunas sesiones de grabación del disco 'Kind Of Blue', considerado una de las obras maestras del jazz. El disco se grabó entre marzo y abril de 1959, cuando Cepeda iniciaba su segunda temporada en las Mayores, y era la superestrella en ascenso de los Giants.

"Fue en el estudio de Columbia, en Nueva York", recordó. "Estuve un domingo y un lunes. Pero mi mejor recuerdo, el que nunca se me va a ir de la mente, es que en uno de esos días grabaron 'Flamenco Sketch'... Difícil olvidar ese momento. Cierro los ojos y todavía lo veo como si estuviese frente a mí. Cuando regresé a San Francisco, Miles me envió por correo la colección completa de sus discos".

Davis "hablaba muy ronco, pero recuerdo que me explicaba que tocaba de espaldas al público porque no le importaba lo que pensaran", agregó. "Y que no hablaba porque no quería que el público supiera lo que él sentía. Antes de comenzar a tocar se sentaba un rato en el piano. Era un músico excepcional. John Coltrane tampoco hablaba mucho, pero era un gran fanático del béisbol. Vi a Bill Evans (uno de los pianistas que participó en la producción), pero no hablé con él. A él no le interesaba el béisbol".

Al igual que Cepeda, el trompetista Davis sufría la misma discriminación a pesar de que eran estrellas en sus respectivos oficios. A finales de los años 50, Estados Unidos estaba en medio de una lucha por los derechos civiles y en esos álgidos tiempos de segregación racial, surgió la amistad entre ambos. Cepeda también conocía algo de la nueva corriente del Latin jazz, gracias al paso por las menores de un compañero de equipo de Cuba.

"En Triple A jugó conmigo un cubano llamado Carlos Paula", dijo, refiriéndose a un lanzador que jugó en Grandes Ligas de 1956 a 1958 con los Washington Senators. "Era rumbero, y bailaba muy bien. Él fue quien me introdujo a la música cubana, A través de él fue que conocí la música de Mongo Santamaria (percusionista cubano) y a Willie Bobo (timbalero puertorriqueño)"

Lo que nunca se imaginó fue que no solo conocería su música, sino que también los conocería a Santamaría y a Bobo. Una noche en San Francisco, cuando todavía no conocía la ciudad, se fue a pasear sin destino hasta que vio un letrero que decía "Cal Tjader... featuring Mongo Santamaria".

"Era un club de jazz, The Black Hawk, que se convirtió en mi segunda casa", indicó, como si estuviese leyendo de nuevo el letrero. "Cuando se acabó el set, me presenté y conocí a Tjader, a Mongo, a Willie, al bajista. Ahí surgió una tremenda amistad con todos ellos y hasta con la gente del club".

"Un día, Willie Bobo comenzó a cantar '¡Cepeda, Cepeda, Viva Cepeda!'. Eso fue un viernes. El domingo, vamos para allá y la dueña del lugar, que era también la de la taquilla, me dijo que iban a tocar un número dedicado a mí. Pero que había un lío porque Willie Bobo quería que la canción llevara un coro, y Cal no quería. Me preguntaron mi opinión y yo les dije que no me importaba, que con coro o sin coro era un honor para mí. Fue en 1958, en mi año de novato".

Viva Cepeda se convirtió en un estándar del jazz latino. Fue incluida en el disco 'Cal Tjader Latin Concert' que salió en octubre de 1958 y posteriormente fue grabada por Jerry González, el Caribbean Jazz Project, Benny Valverde, Pete Escovedo, Dave Samuels, entre otros. "Nunca pensé que tuviera tanto éxito", dijo Cepeda.

El renombre que adquirió Cepeda tanto en San Francisco como en Puerto Rico también le facilitó conocer a dos figuras que fueron sus ídolos musicales de su adolescencia: Tito Rodríguez y Tito Puente.

"Conocía a Tito Rodríguez desde 1950, cuando fue a tocar a una emisora de radio, WIAC, en Puerto Rico", dijo. "Un día que me hospedaba en el Roosevelt Hotel de Nueva York, veo a alguien que se parecía a Tito Rodríguez y le pregunté qué hacía por allí. Me dijo que estaba allí para conocerme e invitarme a la casa a comer. Él acababa de lanzar su álbum de Las Américas, y fuimos a su casa en Long Island, cocinó y escuchamos música de su enorme discoteca. Su hija me sacó a bailar el tema 'Avísale a mi contrario' y le dije que era tremendo número, que iba a ser un hit. Un día llegué a Puerto Rico, me llamó y me dijo que tenía una sorpresa para mí".

La sorpresa fue una aparición en su programa semanal de televisión, en una emisión especial que también contó con Roberto Clemente y el legendario jinete Ángel Cordero Jr.

La música siguió persiguiendo a Cepeda. En los clubes de jazz en Cincinnati, en Pittsburgh, en Nueva York, en Chicago, se reencontraba con sus amigos jazzistas de San Francisco, y en la tranquilidad de su hogar conversaba con el pasado, presente y futuro de la buena música. A medida que su carrera avanzaba acumuló números para el Salón de la Fama, y mientras daba su propia lucha por los derechos civiles de sus compañeros latinos, las melodías y armonías le brindaban calma de sol a sol.

A menudo se encontró en el momento preciso de un hito. Previo al comienzo del Juego 5 de la Serie Mundial de 1968 frente a los Detroit Tigers y como entonces miembro de los St. Louis Cardinals, Peruchín se paró a escuchar la interpretación del himno de Estados Unidos de un cantante que no conocía, acompañado de su guitarra. Apenas lo vio y tuvo que preguntar quién era.

"Era José Feliciano", dijo, refiriéndose al cantante puertorriqueño. "En las Series Mundiales hay muchas emociones y uno trata de no decir nada. Pero ver a ese muchacho cantando el himno como lo cantó, y luego saber que era puertorriqueño, fue una tremenda emoción. No lo conocía. No me gustaba mucho su música, pero cuando lo escuché allí me encantó". Feliciano, una persona no vidente, recibió grandes críticas por su interpretación musical más liberal del himno. Cinco décadas más tarde, la norma al cantar el himno es hacer variaciones de la interpretación tradicional, y no la excepción como lo hizo Feliciano por primera vez.


Reencuentro con la salsa

EL 'CHA CHA' YA NO tiene el tocadiscos de vinilo, pero aún escucha su música en su casa, en su móvil, dondequiera que se encuentre. La magia de YouTube le ha permitido ver no solo a sus nuevos amigos, sino las nuevas corrientes de la música. Sigue amando Kind of Blue, pero a los 85 años no deja de aprender y de conocer. "Acabo de ver a Miguel Zenón con Humberto Ramírez. ¡Qué tremendo concierto!... ¿Edmar Colón? No lo conozco, pero enseguida lo busco", se le oye decir en una larga conversación en la que surgieron más y más nombres de pianistas, bajistas, trompetistas, saxofonistas y bandas".

"Me he reencontrado con la salsa últimamente", comentó. "Estoy disfrutando mucho a Gilberto Santa Rosa, a Cheo Feliciano, a Ismael Rivera que es el mejor cantante que tiene Puerto Rico. Siempre he preferido lo instrumental. Pero a veces vuelvo a ellos: a Gilberto Monroig y otros grandes boleristas. Y de momento, llega a mí un disco de Luis Marín, un tremendo pianista".

A Marichal le alegró saber que su querido amigo no ha cambiado nada su jornada musical.

"Un día fue a Santo Domingo y lo primero que hice fue llevarlo a conocer a Juan Luis Guerra", dijo. "Y claro, Juan Luis Guerra también quería conocerlo a él. No me extraña que siga escuchando música del ayer, de hoy y de siempre".

"Quiero ir a Sevilla...y quiero ir a Matanzas, Cuba. Quiero escuchar el cante jondo en Sevilla y ver una rumba en Matanzas", dijo Cepeda sobre sus planes.

Después de todo, la buena música siempre regresa.