En 1938 salió la primera historieta de Superman. Ese día nació el superhombre que los Estados Unidos querían. Con el color de piel, los rasgos físicos y el acento en el habla que a todos les parecía adecuado.
Cincuenta años antes había nacido Jim Thorpe.
Era un superhombre y era de verdad. No un dibujo. Pero tenía el color de piel, los rasgos físicos y el acento en el habla equivocados.
Era un superhombre de carne y hueso, pero a nadie le convenía.
El Acta de Ciudadanía Indígena, que por primera vez en la historia reconocía a los nativos americanos como ciudadanos de los Estados Unidos, fue promulgada en 1924. Antes de eso, si un nativo quería ser ciudadano tenía que enrolarse en el ejército. En 1938, cuando salió a volar el otro Superman, todavía había siete estados en los que no se permitía votar a los indígenas.
Cuando Thorpe llegó al mundo, como miembro de la tribu Sac y Fox, de Oklahoma, en 1888, los nativos representaban un problema para la sociedad blanca. Los extremistas seguían pregonando por marginarlos, privarlos, reducirlos, olvidarlos... como quien trata de enterrar un mal recuerdo.
Lo que menos necesitaban era que apareciera alguien como Thorpe. Pero ese día, los rayos del sol iluminaron el pasaje que conducía a la choza donde la madre de Thorpe estaba dando a luz, y los habitantes de la Nación Sac y Fox supieron que el niño acababa de nacer.
En el idioma nativo lo llamaron Wa-Tho-Huk, que significa "Un Camino Iluminado por una Gran Luz", mal traducido como "Sendero Brillante".
A los 16 años, Thorpe ingresó a la Escuela Industrial Indígena de Carlisle, Pensilvania, donde brilló en múltiples disciplinas de atletismo... y también en béisbol, básquetbol, handball, lacrosse, tenis, hockey, boxeo, natación, gimnasia, e incluso baile de salón, actividad en la que ganó el campeonato intercolegial de 1912.
El deporte que más le atraía, sin embargo, era el fútbol americano. Y sólo podía mirarlo a la distancia. Las autoridades de la escuela no querían que las violentas tacleadas lesionaran a la rutilante estrella de atletismo.
Thorpe vio una oportunidad de cumplir su sueño cuando Glenn Scobey Warner asumió como entrenador de fútbol americano en Carlisle. El legendario "Pop" Warner, símbolo de los inicios de ese deporte, quien luego ganaría campeonatos nacionales con la Universidad de Pittsburgh y la de Stanford, no pudo negarse cuando el mejor atleta de Carlisle le pidió por favor que le diera un acarreo.
"Vamos, coach. Sólo uno".
Warner accedió, sin dejar de remarcar que se lo permitiría solamente una vez. Pensó que el chico recibiría un buen golpe, y eso le quitaría de la cabeza la fijación por el fútbol americano.
Thorpe tomó el balón y corrió. Eludió a los defensivos con la facilidad de un padre que no se deja atrapar por sus niños, y llegó a la zona de anotación sin un rasguño.
"A ver, hazlo de nuevo", dijo Warner, quien sospechaba que Thorpe había tomado desprevenida a su ruda defensiva.
Esta vez, los demás sabían lo que venía. Y fue la misma historia.
Tras su segundo acarreo de touchdown, Thorpe le devolvió el balón a Warner y le dijo: "Nadie va a derribar a Jim".
Con Warner en las laterales y Thorpe en el campo, Carlisle terminó la temporada de 1911 con una sola derrota y 11 victorias, incluido el triunfo sobre Harvard, campeón nacional del año anterior, título que repetiría en 1912 y 1913. Thorpe anotó todos los puntos de su equipo en ese partido, con cuatro goles de campo y un touchdown, para una resonante victoria de 18-15.
La marca de Carlisle en 1912 fue de 12 triunfos, una derrota y un empate. Thorpe, que era corredor a la ofensiva, profundo a la defensiva, y pateador de despeje y de lugar en equipos especiales, anotó 25 touchdowns y un total de 198 puntos. En una paliza de 27-6 sobre Army, Thorpe sumó 22 puntos, y un defensivo rival se lesionó la rodilla tratando de taclearlo.
Era Dwight Eisenhower.
Esto dijo Eisenhower años después, en un uno de sus últimos discursos como Presidente de los Estados Unidos: "Algunas personas, aquí y allá, son dotadas de manera suprema. Mi memoria regresa a Jim Thorpe. Nunca practicó en su vida, y hacía lo que quería en un campo de fútbol americano, mejor que cualquier otro jugador que yo haya visto".
Pero ese discurso fue en 1961. Medio siglo antes, nadie veía a Thorpe como un superhombre, sino como un salvaje desbocado.
Tras la victoria de Carlisle sobre Harvard en 1911, un periódico publicó la foto de ambos equipos con el epígrafe: "Indios 18, Harvard 15". Luego del triunfo ante Army al año siguiente, un diario tituló: "Indios cortan cabellera de Army, 27-6. Thorpe arrasa con todo".
Cuando Thorpe hizo públicas sus intenciones de sumarse al equipo de los Estados Unidos de pentatlón y decatlón, para los Juegos Olímpicos de 1912 en Estocolmo, el matutino The New York Times encabezó la noticia de esta manera: "Indio Thorpe en Olimpíadas. Piel roja de Carlisle competirá por lugar en equipo estadounidense".
Thorpe ingresó fácilmente en la escuadra de pentatlón, y para la de decatlón ni siquiera hubo pruebas, por escasez de aspirantes. En Estocolmo dominó cómodamente el pentatlón, y preparó el terreno para la gran batalla que toda Suecia esperaba ver: el bárbaro del Nuevo Mundo frente al ídolo local del decatlón, Hugo Wieslander, supuestamente invencible en el gran reto de las 10 pruebas.
Wieslander logró 7.682 puntos, lo cual le habría alcanzado para ganar, si no hubiera estado Thorpe, quien sumó 8.413.
Thorpe, quien se había impuesto en cuatro de las cinco disciplinas del pentatlón, se impuso también en cuatro de las 10 del decatlón, y terminó en los primeros cuatro lugares en las otras seis.
Además de las dos medallas doradas, Thorpe recibió un premio del Rey Gustavo V de Suecia, quien le extendió la mano y le dijo: "Usted, señor, es el atleta más grande del mundo".
Más tarde, el periódico Telegram & Gazette, de Worcester, Massachusetts, editado por la empresa dueña de The New York Times, publicó una investigación según la cual Thorpe había recibido dinero por jugar béisbol en 1909 y 1910. El diario acusaba a Thorpe de haber cobrado 2 dólares por partido, lo cual equivale a 50 dólares de hoy.
Era una práctica común entre estudiantes universitarios, para conseguir algún ingreso en vacaciones. Pero mientras sus compañeros se inscribían en los equipos de béisbol de la zona con nombres ficticios, Thorpe usaba su nombre real, con la ingenuidad que lo caracterizaba.
Esa misma ingenuidad lo llevó a admitir la culpa. "Espero que se me excuse", escribió Thorpe en una carta, "por el hecho de que yo era simplemente un muchacho indígena que no sabía de estas cosas. No sabía que estaba haciendo algo malo. Sólo hacía lo que otros hacían".
Lejos de ayudarlo, la carta representó la prueba irrefutable que se necesitaba para sancionarlo. Presionado por la Unión Atlética Amateur de los Estados Unidos, el Comité Olímpico Internacional despojó a Thorpe de sus medallas de Estocolmo.
Lo cual fue ilícito.
El reglamento de los Juegos Olímpicos de 1912 establecía que no podían pasar más de 30 días, a partir de la ceremonia de clausura, para que alguien formulara una protesta. Cuando el Telegram & Gazette publicó su nota, habían pasado seis meses.
Thorpe murió en extrema pobreza, apegado al alcohol. No tenía dinero para pagar el hospital cuando le diagnosticaron cáncer de labio en 1950. Su mujer, Patricia, logró que lo admitieran como un caso especial de caridad.
Los medios se acercaron al lugar cuando se enteraron de que Thorpe estaba internado, y su esposa lloró frente a los micrófonos: "Estamos quebrados... Jim no tiene otra cosa más que su nombre y sus recuerdos. Ha gastado su dinero en su propio pueblo y lo han dejado solo. Ha sido explotado constantemente".
Un ataque al corazón acabó con Thorpe en 1953. Y todavía le quedaba una última hazaña de superhombre: unir dos ciudades.
Su mujer no podía creer que nadie en Oklahoma quisiera erigir alguna clase de monumento en honor a su marido, y terminó aceptando una oferta de otro estado. Dos ciudades de Pensilvania a las que él nunca había visitado, Mauch Chunk y East Mauch Chunk, querían atraer inversiones y necesitaban un golpe publicitario. Le propusieron a Patricia Thorpe darle a su esposo una sepultura digna, adornada por dos estatuas de él en posición atlética, y fusionarse en una sola ciudad con un nuevo nombre: Jim Thorpe, Pensilvania.
Treinta años después de su muerte, en una ceremonia en Los Ángeles a la cual asistieron dos de sus ocho hijos, el Comité Olímpico Internacional le devolvió a Thorpe sus medallas.
Hoy, uno puede visitar Jim Thorpe, Pensilvania, el final del Camino Iluminado por una Gran Luz. En el cementerio de la ciudad, debajo de dos esculturas, se lee tallada en piedra la frase de un monarca sueco: "Usted, señor, es el atleta más grande del mundo".
PD 1: Por primera vez, el Diario aparecerá en una sección distinta de NFL. El viernes por la mañana, esta misma entrada, pero en formato de columna, estará en la portada de Juegos Olímpicos. Agradezco a los editores de esa sección, quienes están realizando un trabajo estupendo rumbo a Londres 2012, por haberme invitado a colaborar con esta publicación simultánea.
PD 2: ¡Felicidades y un abrazo enorme a tres grandes amigos: Armando y Omar, que cumplen el viernes, y Dan, que cumple el sábado!