MIAMI -- Este domingo era una prueba de carácter para los Miami Dolphins.
¿Cómo se recuperarían de la contundente derrota ante los New Orleans Saints en Monday Night Football?
A la vez era un partido que significaba un punto de inflexión, dado que un récord de 4-1 con dos triunfos ante potenciales rivales en la lucha por un eventual comodín es muy diferente a un registro de 3-2 con dos derrotas consecutivas.
A la postre los Dolphins debieron conformarse con la última alternativa tras perder en casa ante los Baltimore Ravens.
A simple vista, la principal causa parece ser evidente.
Ryan Tannehill fue capturado en seis ocasiones y Miami es el equipo que más capturas ha permitido en toda la NFL luego de cinco semanas con 24.
No quedan dudas de que la línea ofensiva es un desastre, y particularmente la labor de Tyson Clabo ha sido extremadamente decepcionante.
El guardia Richie Incognito dijo que los "deberían echar a todos" si siguen jugando así, y a esta altura parece inevitable que se vengan cambios a futuro.
De lo contrario Tannehill no terminará la campaña saludable; es increíble lo bien que ha jugado con la escasa protección que recibe.
Sin embargo, los cinco linieros ofensivos están lejos de ser los únicos culpables.
El ataque terrestre es prácticamente inexistente, y yo apunto mi dedo al coordinador ofensivo Mike Sherman.
Este domingo, los Dolphins terminaron con 11 acarreos para 22 yardas.
Ya había sucedido algo similar en el primer encuentro ante los Browns, pero en los posteriores dos partidos, Miami promedió 5.6 yardas por acarreo.
Es decir que había una leve luz al final del túnel. El problema es que la ofensiva abandona el ataque terrestre demasiado rápido.
Sólo en el juego ante los Saints, los Dolphins estuvieron "obligados" a lanzar con más frecuencia.
En otras palabras, no hay excusa para no abandonar el ataque terrestre en las otras tres oportunidades.
Aunque no estes siendo efectivo, debes mantener a las defensivas honestas.
También ayudaría algo de creatividad en los acarreos, como una finta de reversa o al menos una mirada diferente.
Quizás un liniero ofensivo extra como hizo Baltimore un par de años atrás --ni Charles Clay ni los corredores bloquean bien--, o más esquemas de dos alas cerradas.
No hay pases de pantalla --otra arma para combatir la carga-- y pareciera que la ofensiva de Miami tiene apenas unas 20 jugadas.
En muchas oportunidades Mike Wallace y Brian Hartline ni siquiera se unen a la reunión porque en las palabras de Sherman, "queremos imponer un ritmo más rápido".
El problema es que te vuelves una ofensiva predecible.
Todo el planeta sabe que vas a pasar, por lo cual la carga es constante y la línea ofensiva no ha podido controlarla.
Insisto, los linieros merecen culpa, pero Mike Sherman está al tope de la lista en mi opinión.
Se ha tardado demasiado en hacer ajustes.
Luego de un magnífico pase de Tannehill a Brandon Gibson sobre el final del partido para colocar a Miami en posición de gol de campo, llegó otra captura que forzó a Caleb Sturgis a intentar y fallar desde 57 yardas.
Ahora Miami se va a su semana libre con dos derrotas en fila y con un mal sabor de boca.
La jornada de descanso le permitirá recuperar a la masa de lesionados a la defensiva --Cam Wake, Dimitri Patterson, Darnell Ellerbe, Nolan Carroll, etc...--, pero o se ponen más creativos, o las derrotas se seguirán acumulando.
Los Ravens, que tampoco han sido efectivos por tierra esta temporada, insistieron con el ataque terrestre este domingo, y eso les dio frutos.
Regla básica de la NFL es que si pierdes la batalla en las trincheras y no puedes correr, perderás la mayoría de los partidos.
Si uno veía el calendario de los Dolphins a principio de año, firmaba un 3-2.
Pero en este lunes particular, Miami desperdició una oportunidad y pasó de ser un potencial equipo de comodín, a uno en el medio del pelotón.