BUENOS AIRES -- Ya está, ya pasó, termió el primero, el menos recordado cuando finalicen las tres batallas de esta Revolución de Mayo. Sí, es cierto que el primer clásico consagró en soledad al nuevo líder del torneo local y también es cierto que los primeros noventa minutos significaron el mejor combustible anímico para hacerle frente a los cruces en la Copa Libertadores. Por lo que Boca ha ganado definitivamente el partido de la CONFIANZA con un 2 a 0 que infla pechos, relaja nervios, tensiones y permite respirar mucho mejor.
Sin destacarse una gran figura, Boca supo contener sus miedos. Un error, un yerro o una mala decisión en esta clase de juegos pueden significar la peor condena en la religión de la pelota. Los elegidos por el Vasco querían pasar hasta inadvertidos dejándoles la responsabilidades a sus compañeros. De esta manera difícilmente se consiga hilvanar un juego que ilusione.
El primero fue el menos importante de los tres, el que menos cosas tenía en juego. Por lo que si ambos equipos reflejaron lo que reflejaron en el puntapié inicial me da miedo imaginarme lo que nos espera este y el próximo jueves, donde ahí se escribirá en grande la historia.
El único jugador que aportó calma, claridad y experiencia para esta clase de partidos fue Fernando Gago. Con su ingreso Boca se despabiló y las contracturas que generaban las tomas de decisiones en sus compañeros, el hombre de la Selección Argentina las supo transformar en un horizonte mucho más claro para atacar al rival.
En el inicio de juego el peligro que Boca le causó a River fue con pura colaboración, involuntaria claro, de River. Entre su arquero y sus defensores le brindaron a Boca un abanico de posibilidades que los locales no supieron cristalizar. Corrieron los minutos y el clásico comenzó a pesarle principalmente a los jugadores. Como si quisieran sacárselo de encima y saltar inmediatamente a los de la Copa. Y esa pesadez se trasladó al público hasta que los cambios del entrenador significaron la solución a un difícil crucigrama.
Los goles los hicieron Cristian Pavón y Pablo Pérez, aunque pudieron haberlos hecho cualquier otro. No fueron responsables de jugadas que quedarán grabadas en las retinas de la historia ni mucho menos. Las desatensiones de River volvieron a decir presente sobre el ocaso y el local con los ojos bien abiertos desde el banco de suplentes lo supo administrar a favor.
Boca fue más y mereció ganar, pero su juego colectivo no fue confiable. Sin embargo los clásicos hay que ganarlos y Boca no solo lo ganó. Sino que ganó quizás el más importante, el de la confianza, el del envión que le puede dar el impuslo suficiente para pegar uno de los saltos más lindos de su historia.
Ahora la responsabilidad contrariamente a los que muchos creen, la tiene Boca. El gol de visitante lo obligará al Vasco a plantear un partido bien ofensivo sabiendo que a River un empate sin goles le viene muy, pero muy bien. Es cierto que se define en La Bombonera, pero si se definiera en el Monumental dentro de algunas horas sería mucho mejor para Boca. El 2 a 0 le da y de sobra mucha CONFIANZA.