Bareiro. Siempre Bareiro. El delantero paraguayo volvió a ser este sábado el héroe de San Lorenzo, ya que a los 97 selló de penal el 1-1 en un clásico caliente ante Huracán en el que el Cuervo hacía rato que estaba con un jugador menos.
Desesperado y sin ningún tipo de orden, el equipo de Boedo llenaba en esos momentos el área rival de centros, en la búsqueda del gol que le permitiera salvar el honor en el Nuevo Gasómetro.
Y en una jugada repleta de rebotes y malos despejes del Globo en tiempo agregado, Franco Alfonso quiso revolear la pelota dentro de su área y, sin verlo, se llevó puesta la pierna del uruguayo Gastón Ramírez.
Al árbitro no le tembló el pulso pese al momento y a que no era una falta tan patente y cobró penal.
Allí apareció Bareiro. Al que no le afectan los contextos ni los tiempos. Ejecutó desde los 12 pasos como si lo estuviera haciendo a los 15 del primer tiempo. Gol y a festejar.
Borró con su pericia el lapsus de nueve minutos que casi lleva a su equipo a una derrota que hubiera sido histórica.
Había sido un pasaje en el que cometió errores graves, incluyendo una expulsión.
En un partido que no decía mucho y al que le faltaban emociones, Gastón Hernández cometió una falta imprudente desde atrás a los 52 minutos, cuando ya estaba amonestado, y recibió correctamente la segunda amarilla y, por ende, la roja.
Eso despertó al Globo, que olió sangre y fue a buscar un triunfo histórico como visitante en el clásico. Sabía que era algo que no lograba desde el año 2001.
Y a los 61, el Cuervo le dio una ayudita. Porque en una mala salida desde el fondo, se enredó y ni siquiera pudo despejar la pelota pese a tener tres chances para hacerlo. La última de esas tres estuvo en los pies de Agustín Giay, que en lugar de sacarla de la zona de peligro, le pegó pifiado y le terminó dando una 'asistencia' a Pussetto.
El jugador del Globo le sacó todo el provecho, porque de frente al arco pero desde afuera del área le pegó un zurdazo de primera y dejó sin chances a Augusto Batalla.
El Ciclón estuvo muy cerca de pagar caros esos nueve minutos de desaciertos.
Pero claro, lo tiene a Bareiro.