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A 10 años de un gol histórico de Martín Palermo

Martín Palermo tuvo muchas jornadas de gloria con la camiseta de Boca. El gol a River con la “muleta” en la Copa Libertadores, los dos tantos al Real Madrid por la final de la Intercontinental…

Pero hay uno que se destaca de manera especial porque lo hizo entrar en la historia grande del xeneize, con el que logró romper un récord que será muy difícil de quebrar: el 12 de abril de 2010, ante Arsenal, el Titán anotó el tanto 219 con la casaca azul y oro y se convirtió en el máximo goleador de Boca de todos los tiempos.

En 2008, ya había superado a Panchito Varallo y sus 194 goles, marcados todos en la era profesional; le quedaba la marca de Roberto Cherro, quien entre amateurismo y profesionalismo sumaba 218.

Boca no pasaba una buena temporada en 2010, con andar irregular y cambios de entrenadores. Pese a todo, contaba con un rico plantel. Además de Palermo, estaba en ese equipo otro grande: Juan Román Riquelme.

El mundo Boca vivía con ansiedad esos días, esperando tanto un triunfo xeneize como el gol de Palermo, ese que lo dejaría marcado a fuego en la historia del club. Algunas banderas marcaban la cuenta regresiva, tachando cada gol que anotaba y lo que le faltaba para el récord.

Pero Martín estaba con la pólvora mojada, justo cuando más se lo esperaba: no convertía desde el 2 de marzo, ante Vélez. Llegó el partido con Arsenal. Roberto Pompei estaba en el banco como DT, en reemplazo de Abel Alves, otro interino que había dejado su cargo.

Boca salió con todo a buscar el triunfo en La Bombonera. Palermo en pocos minutos ya había contado con algunas chances para anotar. Y a los nueve, llegó el gol tan deseado. Riquelme tomó la pelota al borde del área grande, hizo una pared justa con Walter Gaitán y al enfrentar al arquero, el enganche le dio el gol servido al nueve, que solo debió tocar el balón para festejar.

Lo que se vivió a continuación fue extraño. La cancha explotó. Todos los jugadores fueron a abrazar a Martín, menos uno: Riquelme. Justo el 10, el que le dio la asistencia (esa y tantas otras), el compañero con el que vivió tantas emociones en Boca. Palermo lo buscaba con la mirada, pero Román eligió celebrar solo, mirando a las tribunas, arengando a la gente.

Se habló tanto del gol del Loco como de la reacción del 10. Se sabía de sus diferencias en el vestuario, de la rivalidad que existía por la idolatría de la gente, de la afinidad de Palermo con el sector más radical de la hinchada, un sector con el cual Riquelme estaba enfrentado.

Los trapitos se sacaron al sol tras ese partido. Riquelme aclaró que no quiso celebrar el gol de Palermo detrás del arco donde se ubicaba la barra brava, y prefirió correr hacia otro lado de la cancha; Palermo, con cierta tristeza, agregó que lo mejor hubiera sido enfocarse sólo en el logro del récord y no en la reacción de Riquelme.

Lo cierto es que ambos coincidieron en algo: no eran amigos; se respetaban, hablaban lo justo y necesario, pero en la cancha dejaban todo por Boca. Eso era lo más importante, y nunca quedó en duda. Esa misma tarde, en la goleada por 4 a 0 ante los de Sarandí, Palermo llegaría al gol 220 tras una asistencia, en este caso, de Gaitán. Esta vez sí, lejos de los barras, Riquelme se sumó al festejo.

En total, hasta su retiro, el Loco marcó 236 goles en partidos oficiales en Boca. Una marca increíble para estos tiempos. En 2011 le dijo adiós al fútbol, y en la despedida de La Bombonera, se llevó de regalo uno de los arcos del mítico estadio. Sin dudas, el mejor presente para el hombre al que Carlos Bianchi definió, con claridad suprema, como el “optimista del gol”.