Fútbol Americano
Damian Didonato 3y

El pueblo argentino celebró a Diego Maradona, su ídolo inmortal

Diego Armando Maradona murió a los 60 años después de sufrir una descompensación en su domicilio (miércoles 25 de noviembre de 2020).

Más allá de todo lugar común, Diego Armando Maradona no pasó a la inmortalidad este 25 de noviembre. Él ya era inmortal desde hace mucho tiempo. Quizás desde aquella obra de arte contra Inglaterra en la Copa del Mundo de México 1986. O desde que hizo arrodillar a los dueños de Italia con el atuendo plebeyo del napolitano. O incluso desde el mismo día de su debut en primera división en Argentinos Juniors, con los rulos al viento y la promesa cumplida de gloria. Diego es inmortal. Por eso su pueblo no se reunió para despedirlo. Se reunió para celebrarlo.

Las muestras de afecto a su figura trascienden tiempos, espacios, generaciones, razones. Lo acompañaron en cada uno de los últimos 44 años de su vida terrenal y lo seguirán acompañando. A veces le hicieron la existencia más complicada, pero él sabe comprender. Porque los pueblos cuando aman no miden. Lo hacen sin medias tintas, sin límites. Y él es un hijo de su pueblo, ni más ni menos que eso.

Por eso, nada de lo ocurrido en las últimas horas sorprende. Ni las velas y las flores en La Paternal, en la Boca, en Nápoles, en Devoto, en Fiorito. Ni el llanto de padres e hijos. Ni el silencio absoluto de la calle en los instantes posteriores a la notica. Ni la Plaza de Mayo colmada como siempre y como nunca. Ni el cortejo multitudinario. Cada gesto de cada persona que vivió más feliz gracias a él era tan previsible como merecido.

El mismo miércoles por la tarde el obelisco se convirtió en lugar de reunión para homenajear al héroe. Punto geográfico obligado para cada festejo grande del fútbol nacional, es una especie de centro magnético para los hinchas necesitados de reunirse, de abrazarse, de acompañarse. Incluso lo hicieron sin saber que pocos metros más allá, en la Casa Rosada, sería el velatorio.

Con los honores de un jefe de estado, por la mañana se abrieron las puertas de la casa de gobierno. Aunque el funeral popular fue más corto de lo deseado para una figura de la talla de Diego, miles de personas pasaron por delante del féretro. Lágrimas, gritos de aliento, palabras de agradecimiento y todo tipo de demostraciones de amor formaron la escena. Hombres y mujeres de todas las clases sociales y las edades se juntaron para celebrar la vida del ídolo. Nunca para despedirlo.

Se repite una y otra vez que "Maradona trasciende el ámbito del fútbol". Y es verdad. Se ha convertido en un ícono cultural de una época, en símbolo de una clase social, en emblema de la Argentina. Diego es inabarcable, su legado es inconmensurable. De eso no hay dudas. Por eso muchas veces los analistas de vidas ajenas y los estudiosos de cartón han intentado quitarle la camiseta y separarlo de la pelota. Sin gran éxito, es cierto, porque él mismo se encargó de pintársela en el cuerpo, pero han difundido un discurso que supo permear de algún modo en el imaginario colectivo.

Sin embargo, este jueves en los alrededores de la Casa rosada estaba el país futbolero en su máximo esplendor. Solo alcanzaba con acercarse unos metros a la Plaza de Mayo para comprender que allí se estaba celebrando a un futbolista. Camisetas de todos los clubes, cantos de tribuna, saltos, gorro, bandera y vincha. Hinchas de Gimnasia, su último cuadro, en caravana; abuelos, padres e hijos de Boca; orgullosos de Argentinos Juniors; respetuosos de River y Rosario Central. Argentinos y argentinas. Todos juntos con la misma sensación: fuimos contemporáneos de un ser superior.

Sí, hubo momentos de tensión, de desorden y de caos. Hubo represión también. Nada raro para hinchas de fútbol. Todo podría haber sido mejor organizado, con más tiempo y menos dificultades, pero esas cuestiones logísticas no deben tapar las demostraciones de amor popular, lo más valioso de esta jornada. La hinchada maradoneana se comportó de un modo particular. A la euforia del "Diego, querido, el pueblo está contigo" y del "el que no salta es un inglés" le seguían largos minutos de silencio, como si la masa buscara respuestas al absurdo de la muerte del héroe. A los petardos y las banderas en el cielo los acompañaron llantos en silencio y gritos desgarradores. En los extremos, a lo Diego.

En la Casa rosada y en la Plaza de mayo hoy no se despidió a nadie. Hoy se celebró la vida de quien más felicidad le trajo a esta tierra. Fue solo un día más en la existencia del inmortal Diego Maradona.

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