Los excesos, la soberbia, el pánico escénico, Benzema y el Bernabéu enterraron al PSG en una noche que el madridismo no olvidará en mucho tiempo.
Resulta difícil explicar que en una eliminatoria de 180 minutos en la que el equipo francés fue superior durante el 70 por ciento de la misma, todo haya terminado en un nuevo fracaso y esta vez de dimensiones mayúsculas.
Estaban en la cancha Messi, Mbappé, Neymar, Verratti, Di María, Donnarumma, Marquinhos, Kimpembe, Danilo y compañía, y al medio tiempo el trabajo parecía prácticamente terminado, hasta que el guardameta italiano despertó al monstruo.
La primera mitad fue de dominio alterno, el PSG supo sufrir y contrarrestar el asedio inicial del Madrid al grado de nivelar la balanza y en un latigazo de dos toques, de Neymar para Mbappé, se puso al frente en el marcador.
Sin embargo, ya desde entonces se habían presentado algunas llamadas de atención en el equipo de Mauricio Pochettino que se excedía en las salidas elaboradas pese a la presión alta del conjunto local.
Una cosa es arriesgar en la Ligue 1 ante oponentes claramente inferiores, y otra muy distinta hacerlo en el Bernabéu contra el máximo ganador de Ligas de Campeones al que nunca se le debe subestimar y menos darlo por muerto.
Se puede entender el respeto a un sistema de juego, no así los excesos del mismo, y antes del grosero error de Donnarumma ya Marquinhos había tirado un ‘taquito’ en su área, y Neymar perdió un par de balones en las inmediaciones de la misma en sendas irresponsabilidades.
El PSG no es el City y eso está más que claro —ni Pochettino Guardiola—, por ende si de pronto se veía obligado a saltar líneas y despejar el balón era lo de menos que lo hubiera hecho, pero en ese segundo tiempo fatídico continuó con su insolencia y la pagó caro.
Tras la inverosímil falla del portero italiano llegó el derrumbe parisino y el despertar del gigante encarnado por Benzema y un estadio que demostró su peso e historia.
El París Saint-Germain, que por momentos dio la sensación de que incluso iba a resolver la serie con holgura, tuvo miedo a ganar, se paralizó, le entró un pánico escénico enorme y todas sus estrellas se convirtieron en simples mortales que firmaron un ridículo del tamaño de su nómina.
El buen trabajo realizado en el juego de Ida que se quedó corto con el 1-0, se tiró a la basura cuando el planteamiento de Pochettino pareció limitarse a apostar por la velocidad de Mbappé en un contragolpe.
Y hoy se señala a Messi, que no jugó mal pero tampoco fue determinante, como no lo ha sido desde que llegó a París; se señala a Donnarumma, máximo responsable pero no el único, pues su técnico tiene un grado de culpa al mantenerlo en una inexplicable rotación con Keylor Navas… El portero titular es uno y juega siempre. Así de simple.
Se señala a Neymar que no tiene ritmo ni el nivel que puede alcanzar, tras su reciente regreso de una lesión; y se señala a una pareja de centrales desastrosa y lenta que mostró su peor cara en el momento más inoportuno. Marquinhos sigue soñando con su paisano Vinícius, y Kimpembe aún está aterrado con la imagen de Benzema.
Nadie se salva en este equipo de ricos que es todo menos eso, un verdadero conjunto. Son algunos buenos solistas, otros de ellos extraordinarios, y algunos más ya en franca decadencia. Y a Pochettino le ha quedado grande, muy grande el paquete.
PSG vive una tormenta y todavía tiembla producto del pánico escénico que le impidió instalarse en Cuartos de Final con la autoridad de eliminar al Real Madrid… Lo soñó, lo acarició y el miedo lo aterrizó en una pesadilla.