Los primeros años de Jürgen Klopp en Liverpool no fueron tan fáciles, aunque los recuerdos sean engañosos. En su temporada debut finalizó octavo en la Premier League y perdió la final de la UEFA Europa League. En la segunda, 2016/17, no peleó ninguno de los títulos y en la tercera sí logró llegar a la gran final de la Champions. Ese es su triste recuerdo contra Real Madrid, el rival del 28 de mayo en París.
Días antes de la Copa del Mundo de Rusia 2018 el DT alemán disputó su segunda final de la máxima competencia europea. Cinco años antes había sorprendido al mando de Borussia Dortmund y finalizó como subcampeón de Bayern Munich. Por eso, era el momento justo para dar el salto definitivo. Conocía muy bien cómo jugar este torneo y también llevaba un par de años en un club grande como Liverpool.
Porto en octavos de final, Manchester City en cuartos y la Roma que venía de eliminar a Barcelona fueron sus verdugos en el camino hacia la final de Kiev. Nadie esperaba demasiado del conjunto inglés aquella temporada, pero con el correr de los partidos se fortaleció y volvió a demostrar su grandeza más de una década después del milagro de Estambul.
Klopp tuvo mucho que ver con ese fortalecimiento. Entendió a la perfección la idiosioncracia de Liverpool y se hizo líder absoluto del club y de una parte de la ciudad. Su adversario era el bicampeón reinante. Hacían más de cuarenta años que un equipo no lograba tres títulos consecutivos, una hazaña de apariencia imposible en esta época.
Si algo tenía aquel equipo de Zinedine Zidane era hambre de gloria. Como si esa voracidad fuera su principal combustible para ir por más. Con eso se topó Klopp aquel día y poco pudo hacer.
El primer tiempo, en el que se lesionó Mohamed Salah, finalizó sin goles y el show comenzó en la segunda etapa. Karim Benzema abrió el marcador pero enseguida igualó Sadio Mané. Pero la paridad duró poco, porque Gareth Bale volvió a convertir y a poco del final selló la victoria con un doblete.
No es bueno el recuerdo de Klopp en una final contra Real Madrid. Es cierto que las circunstancias son muy diferentes. Llega a este encuentro con un equipo consolidado, con el que incluso logró el título soñado al año siguiente de la derrota de Kiev. Su rival tampoco es el mismo, aunque su hambre sigue intacto.