BARCELONA -- El Barcelona no conoce la derrota frente al Manchester United desde las semifinales de la Champions de 2008. A partir de ahí le ganó dos finales (2009 y 2011) y le aplastó en los cuartos de final de 2019. En todos esos partidos el Barça, de Guardiola primero y Valverde después, sometió a los diablos rojos con el balón, con la pausa y con inteligencia.
Sin entregarse nunca a la precipitación, las prisas y la intensidad del rival. Y esta vez, cuando más se suponía que el equipo de Xavi había aparcado su vocación ofensiva para devolverle el protagonismo al juego de los mediocampistas, se dejó llevar por el vértigo al que le invitó el United. Tan sólido, y en ocasiones brillante, en la Liga, Europa le demostró que es otra cosa, donde la exigencia, siempre máxima, le deja colgado a la mínima, entregado a un fútbol tan vistoso para el espectador como peligroso para sus intereses.
El entrenador catalán sorprendió con su cambio de cromos en defensa y el invento de devolver a Koundé al centro para que Araújo enfrentase en banda a Rashford como si fuera Vinicius. Y la apuesta resultó, no debe ocultarse, un fiasco. Respondió con diligencia Jordi Alba en la banda izquierda, pero el centro fue un torbellino de errores, tanto de un Marcos Alonso al que en más de una y dos ocasiones le salvó la papeleta Araújo, defensa total para cualquier situación, como de un Koundé que vivió un auténtico drama.
El desbarajuste en la zaga acabó por contagiar a todo el equipo, que entendiendo la necesidad de mantenerse lo más lejos posible de Ter Stegen cayó en la trampa de correr hacia adelante con urgencia, olvidándose de que De Jong, convertido en el eje de su juego, exigía que se le dieran los galones para repartir y hacerse notar junto a Kessié, con Gavi y también con Pedri, tan buen conductor para dar precisión como desafortunado cuando tuvo que dimitir por su lesión...
Y esa lesión fue la que comenzó a cambiar, ya sin remedio, el dibujo del partido. El Barça rozó una victoria épica en los minutos finales después de haber abrazado el desastre. Rashford, goleador y asistente, fue un auténtico quebradero de cabeza al que solo pudo mantener a raya Araújo, pero cuando el uruguayo tenía que acudir en ayuda de sus compañeros, en otras zonas, el desbarajuste en la banda era tan real como peligroso.
Xavi suma ya 17 partidos oficiales consecutivos sin conocer la derrota, pero nunca, desde que comenzó la racha, se vio tan contra las cuerdas como esta noche en la que el Manchester United le demostró que es un equipo idéntico a su Barça. Idéntico en el carácter, en el orgullo y en las ganas, irrenunciables, de volver a ser grande.
La diferencia, sin embargo, es clara. Unos, los ingleses, juegan con una intensidad y rapidez innegociable; los otros, los españoles, han crecido y se han asentado a través de la pelota. Y cuando se olvidaron de ella, de mimarla y llevarla con pausa para jugar a la carrera, se entregaron a un partido contrario a su filosofía. Apasionante de ver... Peligroso de jugar.