BARCELONA -- El Barcelona, un año después de ser avasallado en Turín, se despidió de la Champions en el escenario más inesperado y en el partido más horroroso de la temporada. Llegó a Roma con una ventaja que se entendía imposible de perder... Y se la dejó de la peor manera.
Fue la consolidación de una caída que comenzó a verse en Sevilla, donde solo la fortuna y la figura de Lionel Messi evitaron la primera derrota en LaLiga, y que se observó en una segunda mitad muy triste ante el Getafe el último sábado. El equipo azulgrana estaba avisado pero pareció acomodarse en el 4-1 de la ida y en la falsa imagen que se dio de la Roma.
“Un bombón”, llegó a verse en una portada cuando el sorteo emparejó al Barça con el equipo italiano. Ese entorno eufórico que rodea al Camp Nou nunca atendió a la posibilidad de que la Roma de Di Francesco tuviera la mínima oportunidad de discutirle el pase a las semifinales. Y el resultado del Camp Nou no hizo más que motivar que el partido del Estadio Olímpico se contemplase con una tranquilidad indigna.
Se podría hablar de prepotencia por más que el discurso oficial del vestuario lo negara. El Barcelona pareció no haber aprendido del pasado lejano (2017) ni de su falta de frescura actual. El partido de ida fue una colección de fortuna azulgrana, con dos autogoles y una goleada tan clara en el marcador como injusta en el campo. Y en la vuelta salió a relucir la peor de las imágenes posible.
Sin fondo y sin forma, sin fútbol y sin calma, el Barça sufrió la peor derrota que se recuerda en Europa. La tercera caída consecutiva en los cuartos de final en una Champions que volverá a pasar de largo para un equipo que a la hora de la verdad, en el momento de mostrar grandeza, fue un juguete roto.
La Roma lo mereció. Con grandeza. Pero en clave azulgrana el desastre se califica de los que hacen época. Valverde habló de agresividad. La que tuvo la Roma. La que no mostró en ningún momento el Barça. Un ridículo histórico que acabará, por fuerza, marcando la temporada.
Con la Liga prácticamente en el bolsillo y la final de Copa en el escaparate, lo sucedido en la Ciudad Eterna será muy difícil de digerir. Y, seguro, dejará víctimas varias en el vestuario del Camp Nou.