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Uno por uno del Barcelona ante el Bayern

Esta vez, el argentino Messi no pudo echarse a su equipo a la espalda. AP

TER STEGEN. Desconocido. Flojísimo en la salida de balón, no fue, ni de lejos, el excepcional portero que tiene acostumbrado al barcelonismo. No respondió al primer remate de Müller ni al segundo de Perisic; sacó un par de remates con peligro, pero no estuvo acertado en los otros. Su rivalidad supuesta con Neuer no existió.

SEMEDO. Despistado. Sin capacidad de reacción para recuperar la posición en el primer gol del Bayern, a partir de ahí sufrió un auténtico suplicio. Tuvo una buena subida por banda que fue un espejismo porque su despiste fue monumental.

PIQUÉ. Orgulloso. El único que mantuvo el tipo y la cabeza alta. Sacó balones como pudo, intentó revolucionar a sus compañeros pero no pudo aislarse del derrumbe colectivo que sufrió el equipo en el desenlace del partido.

LENGLET. Débil. Llegando desde atrás Müller fue un auténtico suplicio. Se anticipó en algunas ocasiones pero, descolocado, quedó en evidencia en demasiadas ocasiones.

JORDI ALBA. Entregado. De un centro suyo que buscaba a Suárez nació el autogol de Alaba. Poco más que decir. Siendo el lateral/carrilero izquierdo no se le vio ni por delante y, lo peor, tampoco por detrás.

BUSQUETS. Derrumbado. De un error impropio suyo nació el primer gol del Bayern. A partir de ahí completó probablemente uno de sus partidos más irrelevantes, y tristes, que se le recuerdan. Se marchó a los 70 minutos, sustituido por Ansu Fati.

SERGI ROBERTO. Señalado. Setién le sacó del equipo en el descanso tras una primera mitad lamentable, en la que regaló el balón del segundo gol alemán y no se hizo notar más que en una jugada inicial por la banda. A partir de ahí, el desierto.

ARTURO VIDAL. Intrascendente. Puesto como ejemplo de orgullo, de pulmón y llamado a ser el socio necesario para Messi, no respondió a ninguna de las claves esperadas. Pasó en silencio por el partido; la peor de las noticias.

DE JONG. Desconocido. Necesitado el Barça de encontrar la mejor versión de un jugador llamado a marcar época, no pudo cerrar la temporada de peor manera. El holandés se hundió entre la desesperación colectiva y no dio señales de su conocida calidad.

MESSI. Impotente. Un remate al palo, cuando el Barça disfrutaba de sus mejores minutos, fue prácticamente su única aparición en el partido. Se movió entre líneas, buscó el balón, lo pidió, se estiró... Y no le salió nada. Fue la viva imagen de la impotencia.

SUÁREZ. Lento. Marcó un golazo, intrascendente, en la segunda mitad que ya no daba a pensar en nada más que evitar una humillación. Antes, en la primera parte, mostró una lentitud exasperante; después, en la segunda, gritó y reclamó. Jugar, lo menos.

GRIEZMANN. Condenado. Entró tras el descanso, cuando el partido estaba sentenciado y se temía una carnicería. Colocado en punta, escorado a la banda, quiso darle criterio al juego. Quiso. No pudo porque se entendía imposible.

ANSU FATI. Reclamado. Le metió en el campo Setién para sufrir los últimos 20 minutos, sustituyendo a Busquets para recomponer un equipo muerto. Pretender que el joven canterano rompiera algo era imaginar una locura imposible.