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Lisboa despide una Champions League para la historia

Ni banderas, ni bufandas ni puestos con merchandising de los equipos en las calles... nada durante dos semanas. Fue la realidad que impuso el COVID-19

Lisboa se despide de la Champions League más atípica de la historia, sin público y sin celebraciones multitudinarias, una cita que pasará a la historia.

La final a 8 de la Liga de Campeones que comenzó el pasado día 12 apenas logró calentar el ambiente en la capital lusa ni engordar la llegada de turistas tanto como esperaban los empresarios de un sector que tardará años en recuperarse del zarpazo de la COVID-19.

Ni banderas, ni bufandas ni puestos con merchandising de los equipos en las calles... nada durante dos semanas.

Solo este domingo el clima se animó tibiamente ante el duelo entre el Paris Saint-Germain y el Bayern Munich.

Cientos de aficionados saludaron al PSG a la salida de su hotel, en el Parque de las Naciones, para dirigirse al estadio de la Luz, donde también se habían congregado centenares de personas con la esperanza ver la llegada de los jugadores.

Una "misión imposible" para la mayoría dado el impresionante cerco de seguridad impuesto alrededor del estado del Benfica para impedir el acceso.

El equipo parisino juega con ventaja en Lisboa en cuanto a su afición se refiere. Más de 20.000 franceses viven en el país.

En casas de amigos, en terrazas o en bares, los hinchas del PSG no se pierden el duelo. Una buena noticia para Estephen, un francés que presume del ser el dueño del único bar deportivo de Lisboa, abarrotado desde que comenzó la Champions.

Las llamadas para reservar bloquean su móvil, pese a que sólo se admiten reservas para consumir un menú de 25 euros que incluye dos cervezas.

Difícil guardar la distancia de seguridad en el local, aunque Estephen asegura a Efe que los clientes mantienen la máscara puesta y respetan las reglas. "Claro que cuando se marca un gol es difícil no abrazarse", admite.

En el bar lo tienen claro. PSG se llevará la copa, aunque Bayern no es un adversario fácil.

Muy cerca, en la plaza del Rossio, en el corazón de Lisboa, decenas se hacen selfis delante de una gigantesca copa de plástico que imita al trofeo del ganador.

Adler es alemán y ha viajado a Lisboa con un par de amigos para conocer la ciudad y, de paso, vivir una Champions atípica. Verán el juego en un bar con sus compatriotas. Y no lo dudan: Bayern será el nuevo campeón. ¿La ventaja? Ahí no se ponen de acuerdo: 2-0, 1-0. 3-1...

El grupo dejará mañana Lisboa, la capital de una Champions histórica que no ha colmado las expectativas de hoteleros ni restauradores.

El Instituto Portugués de Administración y Marketing (IPAM) estimó que la Champions dejaría beneficios de hasta 50 millones de euros para la ciudad, con la visita de más de 16.000 aficionados.

No hay cifras oficiales todavía pero este "balón de oxígeno" no resolverá la crisis que vive el sector turístico en la ciudad, aunque, sostiene el Gobierno, servirá para mejorar la imagen exterior de Portugal.

El primer ministro luso, António Costa, lo resumió esta semana: "Es una de las mejores propagandas que puede haber de Portugal, visto como el país más seguro para organizar una competición como esta en un momento tan dramá