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Ángel Di María y una revancha muy esperada

Miró el cielo. Levantó la Copa. La besó, como se besa a un ser querido. A alguien muy cercano, pero que por algún motivo siempre había estado lejos. O cerca, pero esquivo. Así, Ángel Di María celebró el tan esperado título: sí, la Argentina era campeón.

Angelito fue el jugador del partido. Hizo el gol, un golazo por encima del enorme Ederson tras un gran pase de De Paul. Y volvió loco a Renan Lodi y a toda la defensa brasileña cada vez que tocó la pelota.

Tuvo un partido consagratorio el rosarino. Merecido, vaya si es merecido. Seguramente, tanto como Messi y Agüero, los otros veteranos de este plantel.

Pensar que no arrancó como titular en este equipo de Scaloni. Pero de a poco se fue ganando la consideración del DT, entrando como si fuera el “sexto hombre” en el básquet. Se convirtió en el jugador número 12, uno de los primeros recambios. Cada vez que ingresó, con sus corridas y su gambeta endiablada a pura velocidad, fue una pesadilla para el rival.

Así, tras otro gran partido entrando desde el banco ante Colombia, se ganó la titularidad en la final. ¡Qué linda revancha!

Pensar que en 2014, en estas tierras, haciendo un gran Mundial, se lesionó y se perdió los partidos más importantes a partir de los cuartos de final. Llegó con lo justo a la final, infiltrado, quería jugar.

Pero a través de una carta enviada por el Real Madrid, su club en ese momento, le exigieron que no jugara: “La rompí, no me importaba si me rompía o no podía jugar nunca más al fútbol. Quería estar en la final”. Finalmente, al Maracaná para enfrentar a Alemania salió Enzo Pérez. Fue un momento duro.

Luego pudo estar en las finales de las Copa América de 2015 y 2016, pero en ambas salió lesionado. Parecía una maldición.

En septiembre de 2020, tras no ser convocado por Scaloni para los partidos de Eliminatorias, Di María expresó su sorpresa, tal vez su enojo: “Es difícil saber por qué no me han llamado, estoy en un buen nivel en mi club, pero no me dieron explicaciones. Para mí la Selección es todo”, decía el surgido de Rosario Central.

El entrenador recogió el guante y respondió: “Nosotros no le cerramos la puerta a nadie, ahora las cosas son así, pero pueden cambiar en el futuro”.

Di María tuvo su oportunidad. Y no la desaprovechó.

A los 33 años y tras varios disgustos con la albiceleste, el actual jugador del PSG, quien tras salir desde Central jugó en Benfica, Real Madrid y Manchester United, tuvo su revancha.

Una de esas revanchas que da el fútbol. La revancha de la vida la tuvo mucho antes, cuando pudo salir de una infancia difícil, embolsando carbón con su papá. Salió gracias a la pelota.

No sobraba la plata en la casa de los Di María. Para nada. Más de una vez declaró que su mamá le pegaba los botines con “poxiran” porque él no paraba nunca de jugar. Los gastaba demasiado rápido.

“Le debo todo al fútbol”, reconoció en más de una ocasión. Pero el fútbol también tenía una deuda con él. Y en el Maracaná la saldó.