Hay noches en las que el fútbol se convierte en poesía, y otras en las que se parece más a un susurro de nostalgia. Aquella serie entre River Plate e Independiente del Valle, por los octavos de final de la CONMEBOL Libertadores 2016, tuvo algo de ambas. Fue un cruce que comenzó en la altura de Quito y terminó en el templo de Núñez, cargado de emociones, frustraciones y una de esas sorpresas que solo este torneo puede regalar.
Existen partidos que no se olvidan, no por los goles, ni por los títulos, sino por el golpe emocional que representan. Y aquella serie fue uno de esos momentos donde la historia se escribe al revés. Donde el gigante tiembla y el chico se agiganta, dando lugar al “Matagigantes”.
River llegaba como el campeón defensor, con la estrella reciente en el pecho y una mochila de ilusión renovada. Independiente del Valle, por su parte, era el equipo que pocos veían venir, pero que venía construyendo su historia en silencio, con humildad, orden y un sueño gigante.
Una serie que cambió la historia de Independiente del Valle
El primer golpe llegó el 28 de abril en Quito. En la altura del estadio Atahualpa, los ecuatorianos hicieron valer su localía. Fue 2-0 para los del Valle, con goles de José Angulo y Junior Sornoza. River, golpeado y sorprendido, supo que el desafío en el Monumental sería mayúsculo.
Una semana después, el 4 de mayo, Buenos Aires respiraba expectativa. Más de 60 mil almas coparon el Monumental con la esperanza de otra noche mágica. El equipo de Marcelo Gallardo lo intentó todo. Atacó con alma y corazón, pero se topó con una defensa férrea, un arquero inspirado y el reloj como enemigo.
El gol de Lucas Alario a los 78’ encendió una chispa, pero no alcanzó, el tiempo se consumía sin piedad. El 1-0 fue insuficiente. Y así, como un suspiro que se escapa, el campeón quedó en el camino.
“Sabíamos que enfrentábamos a un equipo con historia, pero no nos asustamos. Vinimos a jugar, a creer, y a hacer nuestra propia historia”, declaró Junior Sornoza tras el partido, todavía con la adrenalina en la voz.
Años más tarde, Gallardo recordaría ese juego en Núñez: “Si me tengo que quedar con un partido que me representó, es uno que quedamos afuera: el de Independiente del Valle sin dudas. Jugamos un partidazo pero quedamos afuera. Podés sentirte representado cuando ganás pero cuando perdés es más difícil”.
Independiente del Valle no solo eliminó al último campeón, también encendió la llama de una campaña histórica, dejando afuera a Pumas, luego a Boca, y solo cediendo en la final ante Atlético Nacional.
Lo de River fue una despedida amarga, pero también el reconocimiento de que en la Libertadores nadie tiene la historia escrita de antemano.
El Matagigantes había cruzado el río. Y lo había hecho con la frente en alto y el alma llena de gloria, dejando al poderoso Millonario herido. A veces, las grandes historias comienzan con pequeños temblores. Aquella serie fue uno de ellos.
