Independientemente si ganan, pierden o empatan en el Clásico español de este domingo contra Real Madrid, existen evidencias contundentes de que el Barcelona vuelve a convertirse en potencia futbolística.
Obviamente, la mayoría de sus hinchas preferiría chocar el auto, dejar caer una mancuerna sobre sus pies, sincerarse accidentalmente con su jefe sobre lo que piensan con respecto a sus habilidades laborales o chocar de lleno contra un farol antes que perder contra los campeones de España. Una vez más.
Incluyendo la Supercopa, Real Madrid lleva una racha de cinco victorias consecutivas contra el Barça, algo que no había sucedido desde que la mayoría de los aficionados o empleados del club con sede en el Camp Nou han tenido uso de razón.
Pero a veces, especialmente en medio de una crisis, es vital fijarse en si las fallas se están corrigiendo y si la medicina empieza a funcionar, en vez de pensar: ¿Puede todo volver a la normalidad, inmediatamente?
Existen múltiples problemas profundos e importantes a los que se enfrenta la plantilla de Xavi y el club en su totalidad. El técnico (y quienes lo contrataron) pueden ver la luz al final del túnel, pero eso no significa que hayan salido del todo de la oscuridad.
Sin embargo, existen indicios de que se construye algo emocionante, cosas que van más allá de un ciclo reciente de resultados positivos que ha catapultado al Barça hasta el tercer puesto de la tabla de LaLiga, apenas a cinco puntos por debajo del Sevilla y con un partido menos.
Si bien Xavi es el principal arquitecto, otros ejecutivos tales como el director deportivo Mateu Alemany y su “enviado especial” Jordi Cruyff se han asegurado de tomar decisiones positivas y enriquecedoras, especialmente en medio de un espectacular mercado de fichajes invernal.
No obstante, la salud deportiva de un club siempre se basa en los resultados y rendimiento, y es en este ámbito donde Xavi ha brillado.
Antes de enfrentarse al Madrid en lo que será un Santiago Bernabéu ultra hostil y lleno de placer por el sufrimiento del rival, el Barcelona se mantiene invicto a nivel de liga española desde diciembre, convirtiendo 24 veces en sus últimos encuentros en LaLiga y Europa League.
Cuando se tiene un promedio de tres tantos por encuentro contra Valencia, Atletico Madrid, Athletic Club y Napoli (el equipo con la defensiva más hermética de la Serie A y uno de los que suma menos goles en contra en Europa), pues solo caben las felicitaciones.
Pero el elemento más fundamental sobre el cambio de suerte del Barcelona es que Xavi ha logrado que el equipo vuelva a ser competitivo, iniciando el largo proceso de restituir los antes sacrosantos principios de posesión y posición.
Si tiene alguna duda con respecto a la pérdida de competitividad del Barcelona (haciéndose más flojo que feroz), solo hay que pensar en los antecedentes del declive culé.
Aparte de los cinco reveses consecutivos en el Clásico (algo literalmente inédito en tiempos modernos), ocurrió una serie de humillaciones absolutas en Europa a manos de Bayern Munich, Liverpool, Juventus, AS Roma y Paris Saint-Germain. Esta temporada se caracterizó por su salida de la Champions antes de fases de eliminación directa por primera vez en dos décadas. ¡El Barça apenas marcó dos goles en seis partidos de fase de grupos!
A pesar de la existencia de una letanía de ejemplos adicionales, el punto de exclamación lo aportó una derrota 1-0 jugando de visitante ante Rayo Vallecano en octubre pasado, caracterizada por el juego poco competitivo de los blaugranas. Este fue el primer resultado de este tipo en 20 años… después del cual el entonces DT Ronald Koeman expresó su satisfacción en líneas generales con lo que había visto.
La consecuencia fue el despido inmediato del entrenador holandés antes de que el avión del Barcelona, en el que viajaba junto con el presidente Joan Laporta, pisara tierra catalana. Sin embargo, la cruda realidad es que el óxido se había apoderado del equipo culé desde hace varios años.
Lionel Messi, Luis Suarez y Neymar trajeron glorias y un fútbol histórico al Camp Nou. Pero poco a poco, estos jugadores impusieron “sus” normas y preferencias en los entrenamientos y si estos empezaban a tiempo o no, así como su intensidad.
Ni Quique Setién ni Koeman lograron corregir ese ambiente. Lo que, en resumidas cuentas, era una función crucial de su puesto. Xavi Hernández, el legendario mediocampista que volvía al club en condición de director técnico, tuvo la opción de llegar y leer la cartilla.
El entrenador catalán de 42 años pudo haber hecho trizas a la plantilla por uno u otro motivo. Dio un ultimátum a los jugadores: o se apegaban a sus principios o allí estaba la puerta, amenazándolos con transferirlos a otros clubes.
Pudo haber adoptado tácticas cortas, agudas y de shock. Probablemente eso era lo que querían muchos hinchas y la mayoría de los medios de comunicación. Por el contrario, los métodos de Xavi han sido creativos, sorprendentes, populares y sumamente exitosos.
Desde su arribo al Camp Nou en noviembre pasado, los objetivos fundamentales de Xavi han sido lograr que la plantilla tenga mejor forma física y agudeza sobre la cancha, mejorar su juego posicional y utilización del balón, marcando y ganando con mayor frecuencia.
Xavi creía que existían tres aspectos clave para lograrlo. Primero, mediante sesiones de entrenamiento más intensas y enfocadas en características específicas del equipo, rasgos que se habían perdido u opacado y que él quería volver a hacer automáticos.
La segunda clave era implementar una pedagogía personalizada y clara, junto con la utilización de sesiones de video con la mayoría de los miembros del plantel (aunque no con todos), especialmente con aquellos que no se formaron en la cantera de La Masía; o si lo hicieron, eran jóvenes e inexpertos.
El tercer aspecto clave fue, de alguna forma, sumar talentos especialmente identificados durante la ventana de fichajes de enero. Un delantero centro, velocidad, experiencia y un teniente sobre la cancha como lo es Dani Alves. El objetivo: aportar una inyección de goles, energía y mentalidad triunfadora.
Para el primer objetivo, el preparador físico Iván Torres, originario de la ciudad catalana de Terrassa donde también nació Xavi, y que conoce al DT desde que ambos eran niños, ha sido una presencia fundamental. En pocas palabras, los entrenamientos ahora son una maravilla.
En los años venideros, cuando se cuente la historia de cómo su ex mediocampista impulsó el renacimiento de un club cercano a tocar fondo, el análisis de los entrenamientos del Barcelona se convertirá en tema obligado de los libros de texto.
Cuando estaban a cargo del Al Sadd de Catar, Xavi y su cuerpo técnico aprendieron a impartir una metodología que para ellos era totalmente natural, aunque foránea para la mayoría de sus jugadores. De esta forma, se han perfeccionado técnicas de entrega del balón, rutinas creativas de entrenamiento y destrezas de comunicación.
La labor de Torres incluye muchos ejercicios asociativos y divertidos creados con la intención de formar equipo. Aparentan ser la clase de rutinas de las que participábamos en campamentos de verano durante la adolescencia. Sin embargo, han sido altamente efectivas.
Varios grupos de jugadores (a veces cuatro, seis u ocho) compiten entre ellos en una serie de tareas basadas en la coordinación física, trabajo en equipo, rapidez de pensamiento y coordinación entre manos y ojos.
Casi siempre con una base en relevos, los equipos se desesperan por ganar, reír, presumir y burlarse del rival. Dentro de ese ambiente (y sin que se den cuenta del todo) se fomenta la intensidad, agilidad, velocidad y espíritu competitivo.
Asimismo, Torres y Xavi creen que estos ejercicios al inicio de una sesión tienen el efecto; no sólo de animar al plantel, hacer que estén atentos y activos a nivel deportivo, sino también de prepararlo para aprender y participar en rutinas tácticas y técnicas, afinando mentalidades más productivas.
“Antes de un partido, siempre hacemos juegos de equipo”, me comentó recientemente Nico González. “A todos les gusta competir y si hacemos ejercicios que nos gustan, es mucho más divertido. Creo que eso es muy importante a la hora de sentirnos más unidos como equipo y, en definitiva, para disfrutar más de nosotros mismos”.
En cuanto al segundo objetivo, la devoción fanática de Xavi por ver, asimilar y analizar partidos de fútbol que van mucho más allá de sus funciones, bien sea como jugador del Barça, DT del Al Sadd o ahora como jefe en el Camp Nou, sirve de gran ayuda.
Cuando estaba en Catar, Xavi disfrutaba estar dentro de una burbuja en la cual su joven familia podría crecer contenta y segura, mientras “se descomprimía” tras toda una vida jugando al fútbol.
A pesar de ello, el futuro DT culé veía un sinfín de partidos, incluyendo todos los del Barcelona. Esto ayudó a que su compendio de conocimientos fuera ampliamente superior al de Koeman a la hora de reemplazar al técnico holandés que estuvo a cargo del equipo durante los 14 meses previos.
Esto tuvo como resultado una reducción amplia de los tiempos. Al contrario de la mayoría de los entrenadores cuando asumen el mando de un plantel, Xavi no tuvo que pasar tiempo viendo, aprendiendo, llegando a conclusiones para empezar a corregir lo que no era de su agrado pocas semanas después. Estaba preparado desde el primer día.
Xavi puso en marcha un programa de sesiones individuales de pedagogía con video para la mayoría de sus jugadores. A veces, corrige fallas posicionales. En otras ocasiones, recalca conceptos relativos a la presión y frecuentemente habla de los espacios de ataque; aunque siempre busca igualar el equilibrio entre, por ejemplo, los eruditos de toda la vida del “estilo Barça” (y excompañeros de Xavi) tales como Gerard Pique, Jordi Alba y Sergio Busquets, y los recién llegados con experiencias diversas, como Gavi, Sergiño Dest, Memphis Depay y Pierre-Emerick Aubameyang.
“Xavi es muy inteligente: cuando llegó al club, ya conocía bien las fortalezas de todos”, me dijo recientemente Ronald Araujo. “Desde el primerísimo momento, nos ha mostrado videos explicando lo que quería de cada uno de nosotros. Una vez a la semana, vemos videos específicos e individuales, con la intención de seguir mejorando”.
“Xavi conocía mis destrezas y dijo que yo seguiría aprendiendo más y más sobre los pases, posicionamiento y más. Sentirse apoyado por el entrenador es algo muy importante”.
Desde las goleadas al Napoli de visitante y al Atlético en casa, hasta los reñidos triunfos sobre los modestos Elche y Alavés (e incluso la derrota en Supercopa ante el Madrid en enero pasado) el factor que definitivamente une a todos estos resultados es que el Barcelona compite.
Si están jugando bien, con buen despliegue físico y agudeza, la mayoría de sus rivales sufrirá. Si están fuera de forma, o caen en desventaja, trabajan con cohesión, agresividad y presión para mantenerse en el partido. Perder esta característica fue horrible y maravilloso tenerla de vuelta.
El entrenamiento de Xavi relativo a la disciplina posicional contiene ejercicio tras ejercicio en los cuales, sustituyendo a los famosos rondos, los equipos de ocho juegan en una gran caja rectangular, con tres jugadores en el medio operando como “comodines” para el equipo que tenga el balón.
Son obras de arte. Pep Guardiola lo reconocería y daría su aprobación. Quizás hasta supera la formación impartida por el legendario técnico que ahora está a cargo del Manchester City.
“Xavi ha cambiado la mentalidad del equipo, mejoró las individualidades y recuperó la esencia misma de la filosofía futbolística del Barcelona”, afirma el presidente del club Joan Laporta, que confesó su error al declarar en mayo pasado que Xavi aún no estaba listo para asumir las riendas del Camp Nou.
Mientras tanto, y a pesar de que Xavi tiene voz y voto a la hora de decidir fichajes, hay que reconocer a Alemany y Cruyff por su ingenio, contactos, poder de persuasión y habilidad en la negociación. Sus tres contrataciones de la temporada (Dani Alves, Ferran Torres y Aubameyang) suman 12 goles y seis asistencias entre todas las competiciones.
Sin embargo, incluso en esta época de enorme mejoría, en la que es estimulante e interesante ver jugar al Barcelona, la plantilla sigue siendo incompleta y desigual. En la puerta, debería haber un cartel que diga: “Obra en construcción”.
Al completar sus 100 días a cargo del equipo el mes pasado, Xavi comentó con algo de sorna que parecían “100 años”. Sin duda, así deben sentirse el esfuerzo, las horas y los sacrificios personales hechos con la intención de curar a su club. Pero en realidad, en cuatro meses ha logrado avances que normalmente se consiguen en un par de años.
Cuando Xavi estaba en el apogeo de sus condiciones como jugador, era él (no Messi, ni Suárez, ni Samuel Eto’o, ni Ronaldinho o cualquier otro) a quien Iker Casillas quería ver mágicamente excluido de la convocatoria del Barça con miras a un Clásico.
Es mucho pedir que el llamado “Efecto Xavi” garantice un regreso inmediato a la senda triunfadora en el Clásico de este domingo (todas las probabilidades se inclinan a favor del Madrid). A pesar de ello. su equipo competirá. Y eso es un inicio.