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Despedir al entrenador le funcionó al Barcelona, pero no todos en LaLiga tuvieron la misma suerte

¿Echar o no echar? Esa es la cuestión. En todo el mundo, a finales de temporada, las organizaciones deportivas se someten a un autoexamen: ¿Debimos haber despedido al entrenador? ¿Deberíamos despedirlo ya, o retener al entrenador? El caso de LaLiga no es distinto.

Actualmente, y con la última fecha de partidos por jugar, la Primera División de España ha visto a nueve de sus clubes cambiar de director técnico: dos de ellos (Levante y Alaves) lo hicieron en par de ocasiones. En parte, estas medidas despiadadas han sido muy exitosas (Barcelona, Elche, Getafe); mientras que otros ejemplos rayan en lo risible y son el equivalente futbolístico de atarse ambos cordones de los zapatos y ponerse una venda en los ojos para luego intentar correr sin caer de bruces (Levante y Alavés).

El director deportivo del Sevilla Ramón Rodríguez Verdejo, mejor conocido como Monchi, expresó su profunda molestia ante las insinuaciones de que se le podría mostrar la puerta de salida a Julen Lopetegui, para luego reclutar a Diego Martínez como su próximo entrenador. Nadie se sorprendería en San Mamés si la salida del presidente del club Aitor Elizegui y las inminentes elecciones previstas para finales de junio podrían suponer el inmerecido final del mandato de Marcelino en el Athletic Club. En el caso del Valencia, José Bordalás está muy lejos de la inmunidad. Y si bien Unai Emery debería ser intocable en el Villarreal, siempre y cuando quiera seguir en el club, el hecho de no lograr la clasificación del Submarino Amarillo a Europa League o Champions habrá despertado ciertas interrogantes entre padre e hijo en la familia Roig, que celebra 25 años administrando el club. La pregunta clave es si eso habrá despertado su ira.

Muy bien, estas cifras distan mucho de la locura excelsa de, por ejemplo, Jesús Gil y Gil, quien supervisó 26 cambios de técnico en nueve años (1986-1995) durante su paso por la presidencia del Atletico Madrid. Es cierto: analícenlo. Un nuevo "Míster" (o el regreso de alguno) en un promedio de cada cuatro meses... durante prácticamente una década. Los titulares itinerantes provenían de España, Colombia, Brasil, Argentina, Serbia e Inglaterra. Hombres, culturas e ideas totalmente diferentes. ¡Los mismos resultados!

Si quieren algunos puntos de referencia para medir la temporada 2021-22, podemos decir que hace exactamente 10 años, ocho clubes de LaLiga cambiaron de entrenador durante la temporada, algunos de ellos más de una vez. Hace veinte años, la cifra era mucho menor: cinco clubes decidieron cesantear sus directores técnicos en plena campaña. Dos de ellos (Zaragoza y Mallorca) hicieron dos cambios.

La revelación decepcionante, y algo sorprendente, es que en estas tres muestras (en absoluto exhaustivas) el patrón nos sugiere que un cambio de técnico a mitad de temporada es ampliamente positivo. Aunque a menudo sólo sea por el pequeño margen de uno o dos puestos por encima en la tabla.

En la presente temporada, de los ocho clubes que perdieron la fe y buscaron nuevas inspiraciones, cinco tienen mejor sitial en la tabla de liga (Excluyamos al Espanyol, que despidió a Vicente Moreno hace pocos días, a pesar de haber asegurado su permanencia en el circuito desde hace tiempo).

Hace diez años, de los ocho clubes que presionaron el botón de "expulsar", cinco mejoraron, dos siguieron igual y uno empeoró su situación.

Hace veinte años, cuatro de los cinco cambios implementados mejoraron ligera o significativamente a los clubes (entre ellos el Rayo Vallecano, que sustituyó a Andoni Goikoetxea con Gregorio Manzano y saltó de la posición 19 a la 11) que se atrevieron a despedir a sus DTs.

Pero basta de tendencias y estadísticas. Vale la pena analizar la miope estupidez que ha rodeado a dichas decisiones esta temporada.

Hablemos del recién descendido Alavés de Julio Velázquez. En la noche del domingo Joselu, su único e indiscutible jugador exitoso, pugnaz y líder sobre la cancha en el presente torneo, lloró frente a las cámaras de televisión mientras explicaba que "no estuvimos a la altura del reto de esta temporada. Esta ciudad maravillosa [Vitoria] y nuestros geniales aficionados se merecen algo mucho mejor". Muy bien. Bonito sentimiento. Sin embargo, en el verano de 2019 cuando Abelardo hizo una labor sensacional conduciendo al Alavés hasta el undécimo puesto, a tres unidades de una plaza en Europa, éste le dijo a la Junta Directiva que quería un nuevo contrato. Los ejecutivos lo echaron. La ineptitud en pasta.

Desde ese día, el club ha pasado por las manos de siete directores técnicos en un lapso de 33 meses. Un nuevo entrenador, en promedio, cada 20 semanas.

Evidentemente, cesantear técnicos se puede convertir en toda una adicción. Pero es un mal hábito. Nuevas ideas, nuevos sistemas y en gran medida, los mismos jugadores. El Alavés parecía haber puesto su mano dentro de un sombrero, sacar un nombre y decir: "¡Sí! ¡Él podrá hacerlo!"

Pablo Machín, todo laterales y un sistema 3-5-2; José Luis Mendilibar, pura presión alta y una alta línea defensiva de cuatro; Javier Calleja, el hacedor de mini milagros que de alguna forma les salvó del descenso la temporada pasada y de todos modos fue despedido cuando una política de fichajes y planificación de plantilla mediocre, que no fueron su responsabilidad, terminaron pasando factura.

El Levante consideró apropiado despedir al excelente y confiable Paco López en octubre pasado, luego de una horrible cadena de partidos sin conocer la derrota cuando ocupaban el puesto 18 de la tabla. Su principal problema (al igual que el del Alavés) fue una gestión de plantilla inmensamente mediocre (bajas y altas de jugadores) por parte de sus superiores. Todo ello fuera de su control directo.

Dos técnicos después, el club está en el puesto 19 (descendido) y ha concedido un promedio de dos goles por partido: 74 en 37 encuentros. En las dos campañas anteriores bajo las órdenes de López, concedieron 21 y 17 tantos menos, quedando cómodamente alejados del descenso. Cesantear a "Súper Paco" fue una locura total, aún más vergonzosa gracias a la forma en que fue sustituido.

Javier Pereira se vio perdido durante los tres empates y cuatro derrotas en las que dirigió al plantel. Alessio Lisci fue ascendido de la cantera del Levante para asumir el primer equipo y se les dijo a todos (incluyendo al propio Lisci y jugadores) que era "cuestión de un solo partido". Posteriormente, Lisci fue retenido hasta el final de temporada tras un solo resultado: el empate sin goles de local con Osasuna.

Tras bastidores, el caos persistió durante todo este tiempo. Se requirió de tres meses tras la designación de Lisci para contratar a Fernando Minambres como nuevo director deportivo. Hasta la llegada de Minambres, y con su respaldo público, Lisci y su equipo jugaron en ocho ocasiones para sumar cuatro puntos. Media unidad por partido. Un nivel digno del descenso. Una vez que hubo un frente unido y los jugadores fueron guiados por una figura de autoridad, el Levante sumó 21 puntos en 14 encuentros (1.5 por partido) y venció a Atlético, Villarreal y Real Sociedad. Quedó a poco de imponerse al Barcelona.

La atroz toma de decisiones durante varios meses, en la forma de podar la plantilla, contratar a Pereira para después designar a Lisci, junto con la manera como fue manejado inicialmente (aparentemente por capricho pero sin reforzar su autoridad frente a los jugadores) literalmente le costó al Levante su permanencia en Primera División. Una miopía alucinante.

En el caso de los dos clubes que lograron que sus cambios funcionaran esta temporada, específicamente Barcelona y Getafe, su necesidad de tomar decisiones drásticas fue directa consecuencia de su incapacidad para ver lo que tenían en frente.

En el caso del Getafe, que eligió a Michel para reemplazar a Pepe Bordalás, efectivamente la idea de traer a un hombre de consensos, con mentalidad de ataque, que piensa "tratémonos todos como colegas" para reemplazar a un sargento mayor gruñón y dominante siempre estuvo condenada al fracaso. El aparente deseo del club de ser popular y tierno después de la rutina y trabajo rudo de la era Bordalás les costaría el descenso. No se tuvo ninguna conciencia del tipo de futbolista que Bordalás había dejado atrás y como estos deseaban seguir jugando.

El hecho de que Quique Sánchez Flores asumiera el club colista, cuando el Getafe no tenía victorias en su haber tras haber marcado tres goles en ocho encuentros, y salvarlos del descenso a falta de un partido por jugar es sumamente impresionante. Pero ¿por qué no haberlo contratado en primer lugar?

Mismo caso del Barcelona. Era un equipo sin alma, caótico, vulnerable y dueño del noveno puesto de la tabla cuando Xavi Hernández sustituyó a Ronald Koeman. Actualmente, el Barça tiene garantizado terminar la temporada en el segundo lugar con una serie de positivos resultados importantes en su haber, seguridad e identidad renovadas, aparte de salvarse del desastre financiero que habría representado su eliminación de la Champions.

En el caso de Koeman, si la cuestión era "¿despedir o no despedir?", entonces no existen dudas sobre la respuesta. Posteriormente se ha quejado de ello, pero evidentemente su salida debió producirse tras la conclusión de la pasada campaña. Considerando que Xavi fue descartado como candidato para asumir la dirección técnica culé en mayo de 2021, ¿qué dice eso sobre la visión y lógica que en aquel momento administraba en el Camp Nou? Sumamente poco.

Habitualmente, los clubes cometen el error de pensar "nuevo nombre, nueva fortuna" o "no es NUESTRA culpa que el nivel del equipo apeste. Todo se debe a ese técnico idiota" sin asumir responsabilidades personales, sin hacer autocrítica y autoexamen y sin tener un plan claro. Para esas organizaciones, encontrar un sustituto exitoso no será más que una casualidad y cualquier beneficio será temporal.

Para los técnicos cesanteados, es algo vergonzoso y frustrante, pero no sentencia el final de sus carreras. Desde la punta de la tabla de LaLiga hacia abajo: Carlo Ancelotti, Lopetegui, Manuel Pellegrini, Marcelino y Emery (todos ganadores de trofeos durante sus respectivas trayectorias) han sido despedidos a través de los años por clubes de la talla del Real Madrid, Parma, Juventus, Chelsea, PSG, la selección de España, Rayo Vallecano, FC Porto, Villarreal, Spartak de Moscú y Arsenal.

Ancelotti, que ahora está a punto de convertir al Madrid en campeón de España y Europa, el único hombre en alzar el título en todas las Cinco Grandes Ligas del Viejo Continente y ganador de tres finales de Champions, dijo la eterna verdad: "¡Me han despedido en todas partes! Debemos entender que eso forma parte de nuestro trabajo".