BARCELONA -- Leo Messi fuera del Barça. Impensable, inaudito e inverosímil a partes iguales, en la tarde del 5 de agosto de 2021, el Barcelona emitió un comunicado que explotó en el universo futbolístico.
El hombre de todos los récords, conquistador de 35 títulos con el Barça (amén de seis regionales) en 778 partidos oficiales en los que anotó 672 goles entre 2004 y 2021 abandonaba su casa por la puerta de atrás, empujado por el propio club y cuando era, casi, una certeza la firma de un último contrato antes de retirarse en la MLS (en Miami se le sigue esperando) convertido en una divinidad en el imaginario barcelonista.
Aquel 5 de agosto todo saltó por los aires y Messi lloró. Lloró desconsoladamente por entender que Joan Laporta le había primero utilizado y después traicionado sin darle una simple posibilidad de arreglar nada. Del "esto lo arreglo con un asado", proclamado durante la campaña electoral a la presidencia de los primeros meses de 2021, al "nadie está por encima del club". Todo se sucedió entre proclamas optimistas, silencios incómodos y la explosión definitiva que provocó, tal como en el jugador, la incredulidad de todo el barcelonismo un cinco de agosto que permanecerá en la historia, triste, del club azulgrana.
Apenas un par de horas antes ESPN Deportes recibió el aviso de lo que iba a suceder de una fuente absolutamente fiable, pero sin confirmación ni del club ni del entorno del propio futbolista se comenzó a trabajar en esa dirección con todas las reservas y discreción posibles.
Cuando el Barça publicó en su página web y en sus redes sociales la decisión de no renovar el contrato del crack "debido a obstáculos económicos y estructurales", Leo llevaba algunas horas en su domicilio de Castelldefels aún incrédulo por el desenlace. Había regresado de sus vacaciones convencido de firmar una renovación que el club ya había pactado con su padre, con una rebaja de salario, y sin sospechar nada, después de un largo verano en el que a los continuos mensajes de optimismo repetidos desde el Camp Nou sus colaboradores más cercanos respondían con evasivas cuando no avisos.
No iba a ser todo tan sencillo como aparentaba desde el mismo día en que Joan Laporta ganó las elecciones a la presidencia en marzo de 2021.
Hace exactamente un año se acabó de forma abrupta la mejor era de la historia del Barcelona, cerrándose un círculo, además, de otro año (desde agosto de 2020) en el que la figura del astro estuvo en el escenario de manera tan incómoda como temeraria. El 26 de agosto de 2020, Messi comunicó a la directiva, encabezada entonces por Josep Maria Bartomeu, su intención de romper el contrato que finalizaba en 2021, enfrentado al entonces presidente, cansado de, según él, promesas incumplidas y harto de un proyecto deportivo que hacía aguas.
Bartomeu se cerró en banda, Ronald Koeman se reunió con el futbolista y este, al cabo de dos semanas cerró, en falso, el culebrón, admitiendo su permanencia hasta acabar el contrato. La herida, sin embargo, ya estaba abierta y por más que Laporta quisiera cerrarla al final, números en mano, le resultó imposible. O eso fue lo que argumentó para sentenciar su salida aquel fatídico 5 de agosto de 2021.
"Yo hice todo lo posible por quedarme. ¿El club? No lo sé", afirmó, lacónico, Leo en su dramática rueda de prensa de despedida, rechazando que Laporta o sus ejecutivos le hubieran pedido un nuevo esfuerzo económico.
"El club está por encima de todo, incluso por encima del mejor jugador de la historia. Estoy triste, pero seguro de hacer lo mejor para el futuro del Barça", argumentó Laporta para explicar aquel divorcio.
"Este es el momento más duro de mi carrera, más que cualquier derrota, porque es el final en el club que amo y siento mucha tristeza", balbuceó Messi en su despedida antes de romper a llorar a ojos de todo el mundo y un día antes de concretar, a la velocidad de la luz, un acuerdo de dos temporadas con el PSG, donde descubrió, muy a su pesar, la dificultad de adaptarse a un nuevo entorno después de dos décadas viviendo, disfrutando, ganando, riendo, y también sufriendo, en el Barcelona.
El Barça echó tanto de menos a Messi como Messi echó de menos al Barça. Conquistó la Liga francesa con autoridad, pero durante una temporada llena de dificultades y alejado de la excelencia (12 goles en 35 partidos) se estrelló de mala manera en la Champions League (la gran obsesión en París) y se evidenció que la melancolía estuvo en el plano desde el primer y hasta el último día.
Un año después de su salida, coincidiendo casualmente con la presentación oficial de Robert Lewandowski, su retorno al Camp Nou está encima de la mesa. Si hace cuatro meses Joan Laporta aseguró que nadie en el club se planteaba un posible regreso del astro argentino, el discurso cambió completamente a partir de una entrevista del presidente con ESPN durante la última gira por Estados Unidos.
La fría, gélida, relación entre el mandatario y el futbolista adivina que esa opción, de cara al año que viene, no será fácil. Pero Leo, el día que se marchó, advirtió que "volveré" y si Laporta, quien admite tener "una deuda moral" con Messi, se propone realmente cerrar la herida nada es descartable alrededor del Camp Nou.
Hoy, sin embargo, el recuerdo traslada tanto a sus goles y su maravillosa historia como azulgrana como a ese 5 de agosto de 2021, hace exactamente un año, en que se acabó, de forma impensable, su carrera en el club de su vida.