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El milagro de Robert Lewandowski disimula las carencias del Barça

Fuera de tiempo, fuera del partido, fuera de todo... Pero dentro del juego. Raphinha, desaparecido hasta ese momento cumbre, logró por fin sacar un buen centro y Lewandowski, que sólo había rematado una vez a puerta en la primera mitad, logró un gol milagroso. ¿Merecido? Puede ser discutible, pero suficiente para darle una victoria de oro al Barça.

Un partido áspero, tristón e incluso frío hasta desembocar en el gol del polaco que salvó la cara de un Barça que, a pesar del triunfo, demostró estar en modo dormido. Sin saber si va o viene, sin determinación ni decisión, sin convencimiento y, lo peor, sin gol, hasta que aparece Lewandowski. Le costó sólo 12 minutos avisar con el primer remate de Ansu, al que se le anuló un gol pero apenas apareció más hasta que rozándose el descanso el palo evitó el gol de Lewandowski.

Dio igual que se encontrase con un Valencia alejado de su ferocidad del pasado y que Mestalla no fuera, para nada, aquella caldera en la que tantas veces sufrió el Barça. Frío el público, la respuesta del Barça fue igualmente fría, hasta el punto que se dio por hecho que se dejaría dos puntos, que viendo el cabalgar del Real Madrid, habrían empezado a ser graves.

El milagro llamó a la puerta cuando menos se lo esperaba, después de que a los 84 minutos Ferran Torres, horroroso, y Raphinha, peor, fallasen consecutivamente dos goles cantados y el empate se diera por lo menos malo de una noche para olvidar. Y que, futbolísticamente, pasará al olvido.

Da la sensación de que al Barça, en global, se le agota la batería y reclama a gritos un descanso que no va a tener hasta que se pare la temporada por el Mundial, en el que no pocos de sus jugadores volverán a ser protagonistas y provocará que la segunda mitad del curso se convierta en una auténtica prueba de exigencia máxima. Y tal como está ahora mismo el equipo azulgrana no es, precisamente, para echar las campanas al vuelo.

Un Valencia tibio, tierno y compungido desde que Cavani, lesionado, tuvo que abandonar apenas superado el cuarto de hora habría sido una víctima propiciatoria para cualquier grande con ambición, fortaleza y determinación. Pero el Barça le perdonó de manera incomprensible hasta ese final inesperado. Le cedió terreno el equipo de Gattuso y no lo aprovechó el de Xavi, perdido en pases, lentitud y poco convencimiento durante una primera mitad plana y tristona.

Si los cambios, a la hora de partido, le dieron brío y profundidad al Barça, también le quitaron orden. Y con ello le dio una cierta sensación de despertar al Valencia, pareciendo que, quizá, pudiera irse el partido a un final explosivo. Un final que pareció, sin embargo, el desemboque de un choque entre dos equipos extraviados.

Hasta que en el tiempo añadido, el mismo Raphinha que había sido una triste figura logró, por fin, sacar un buen centro y el letal Lewandowski apareció de la nada para convertir una noche para olvidar en una victoria de oro.

Una victoria de oro que, sin embargo, no debería ocultar, y menos disimular, que el Barça está lejos de lo que debería ser.