Barcelona sacó petróleo de un partido infame. Ganó en Las Palmas gracias a un penalti, clarísimo y a última hora, sufrido y ejecutado por Gundogan
BARCELONA .- El Barcelona sacó petróleo de un partido infame. Ganó en Las Palmas gracias a un penalti, clarísimo y a última hora, sufrido y ejecutado por Gundogan después de una noche en la que fue una triste sombra futbolística que le valió, al menos, para remontar el inicial gol de Munir y llevarse una victoria tan necesaria como discreta. Un partido, otro, que no dejará nada para recordar más allá del debut de Vitor Roque.
Se podrá recordar por el estreno del joven brasileño tanto como por la sustitución, con empate en el marcador, de Robert Lewandowski, señalado por un Xavi que debió hartarse de su nulidad durante los 72 minutos que permaneció en el campo.
Fue, el polaco, una triste figura tal como lo fue, lo sigue siendo, el juego colectivo de un Barça que tiró, eso sí, de orgullo. No se rindió a pesar de todo y aunque futbolísticamente no haya síntomas de mejora, el resultado premió su insistencia.
No sabe hacia dónde va este campeón en el que no se adivina un plan de juego. La imagen de Araújo haciendo labores ahora de extremo, ahora de mediapunta, ahora de volante y hasta de delantero centro es el justo reflejo del desbarajuste que sufre un equipo que comenzó el año con las mismas malas sensaciones que despidió el 2023.
Araújo, por cierto, perdió la posición ante Munir en el 1-0, acompañando en su despiste al inicial de Christensen. Si lamentó Xavi en la previa la debilidad defensiva del Barça, en Las Palmas bastó encajar un solo gol para quedar de manifiesto esta deficiencia...
Después de dos decepcionantes empates en Vallecas y Valencia y habiendo ganado solo cuatro de los ocho últimos partidos de Liga, el equipo de Xavi salvó lo que podría considerarse un match ball en el campeonato.
Un día después de que Real Madrid y Girona no fallasen y al cabo de una hora de que el Athletic le diera caza en la clasificación venciendo en Sevilla, sumar los tres puntos en Las Palmas era tan imprescindible como necesario. Porque un tropiezo habría hundido cualquier esperanza.
Desde que en septiembre enlazase sendos 5-0 frente a Amberes y Betis, el Barça ha ganado once partidos (empatando cuatro y perdiendo otros cuatro)... por la mínima. No hay manera de que en el marcador complete una victoria solvente y sin sufrimiento aunque en Gran Canaria, al menos, no se vio un desemboque tan agónico. Claro que desde el penalti transformado por Gundogan hasta el final del choque apenas se jugaron dos minutos...
Hay mucho por mejorar, se diría que demasiado, en el equipo azulgrana. Se observa a sus jugadores desencajados y sin entendimiento, sin afinidad a la hora de combinar y casi haciendo cualquiera la guerra por su cuenta.
No hay química futbolística y lo más preocupante es que la bronca de Xavi la noche del Almería no pareció provocar ningún efecto en los jugadores, que completaron una primera mitad obscena y remontaron en la segunda sin mostrar ninguna mejoría futbolística.
Que el primer remate a puerta fuera el gol de Ferran Torres, a los 55 minutos, deja en evidencia a este Barça que deambula sin más. Que ganó a un rival que le tuteó hasta que le respondieron las fuerzas pero mostró, otra vez, una imagen entre preocupante y depresiva.