En medio de una crisis generalizada en el Barcelona, hay una pequeña luz de esperanza que tiene nombre y apellido: Lamine Yamal.
El FC Barcelona vive una crisis generalizada. A nivel financiero, futbolístico, administrativo y de gestión deportiva.
El proyecto azulgrana lleva varios años deambulando entre la penumbra, y pese a los esfuerzos por encontrar el camino de regreso a la excelencia, el extravío persiste.
Hay una innegable herencia podrida de Josep María Bartomeu, de la cual el club medianamente se repondrá con el paso de los años; sin embargo, también es una realidad que la gestión de Joan Laporta en su segunda etapa como presidente ha quedado a deber.
La mancha y enorme condena de una gran parte del barcelonismo por echar a Leo Messi por la puerta de atrás no la podrá borrar nunca. El directivo prometió en reiteradas ocasiones que la continuidad del argentino estaba garantizada y faltó a su palabra.
Por otra parte, el Barça ha invertido mal el poco dinero disponible para los refuerzos, pagando cantidades injustificadas por futbolistas que, a priori, no representaban una solución a los problemas del equipo. Ferran Torres, el ejemplo más claro.
Es el fichaje español más caro en la historia del Barça, luego de que a alguna “mente brillante” se le ocurrió desembolsar 55 millones por un jugador que fracasó de forma rotunda en el Manchester City.
En cuanto al tema de renovaciones se ha mantenido la necedad de preservar a elementos que jamás despuntaron ni marcaron diferencia alguna. Sergi Roberto es la mejor prueba de ello e incluso estaría por ampliar una vez más su contrato, por inverosímil que resulte.
En la elección del entrenador, Xavi Hernández nunca fue la primera apuesta de Laporta tras el cese de Ronald Koeman, debido a que el legendario exfutbolista era la carta fuerte de Víctor Font, el candidato opositor a la presidencia del club.
Sin embargo, Xavi llegó y en lo absoluto puede considerarse un error haberle dado el mando del primer equipo, con todo y que su experiencia como entrenador se limitaba a su paso por el desconocido balompié de Qatar.
No había otra alternativa que reuniera los requisitos, además de que el clamor general exigía el regreso de la leyenda, ahora como director técnico.
Hoy todo indica que Xavi vive sus últimos partidos al frente del conjunto azulgrana y la sensación en torno a su trabajo es agridulce. Ganó LaLiga el año pasado, que no es poca cosa, e intentó recuperar el ADN culé, sin grandes resultados.
La actual será una temporada para el olvido en la que el club se quedará con las manos vacías tras no ganar la Supercopa de Españq, Copa del Rey, Liga y menos la Champions League.
El presente es desolador, pero en medio de esta penumbra hay una buena noticia que tiene nombre y apellido: Lamine Yamal.
El joven de 16 años que irrumpió para hacerse adulto de inmediato en citas de alto calibre, representa la luz, la esperanza y el aire fresco que necesita la institución.
Tiene desequilibrio en el mano a mano, posee una velocidad y cambio de ritmo impresionantes, dispara de media distancia, asiste, anota… Y de nuevo, es tan sólo un niño.
Pese a que ya había dado muestra de su potencial en otros partidos con el Barcelona e incluso en la Selección Española, frente al PSG y en el Clásico contra el Real Madrid, Yamal dejó constancia de que su talento es único y de que está llamado para escribir una historia inolvidable en el futbol portando la playera azulgrana.
De él dependerá no extraviarse y engrosar las filas de las promesas fallidas como le sucedió a Ansu Fati, quien heredó el '10' de Messi y acabó desterrado en el Brighton de la Premier League, en donde ratificó su desplome.
Así las cosas, en medio de una crisis generalizada en la que Xavi pierde la compostura en momentos clave y Laporta amenaza con exigir la repetición del Clásico por un mal arbitraje, Lamine Yamal emerge como ese brillo de luz al que bien vale la pena aferrarse.