BARCELONA -- Después de Ancelotti, de Mourinho, Pellegrini y Juande Ramos, un entrenador del Real Madrid pudo, por fin, estrenarse en el Camp Nou ganando. Es lo que hizo Schuster en diciembre de 2007 y lo que había hecho Queiroz en 2003. Los únicos capaces de debutar como técnicos merengues arrodillando al Barça en su estadio.
Zinedine Zidane, el francés a quien tenía en su lista de fichajes Johan Cruyff en enero de 1996 para regenerar a un Barcelona del que fue expulsado en mayo de aquel año, acabó por ser quien le ofreció, a su manera, el mejor homenaje al mito holandés.
Pero, por encima de todo, el entrenador francés, que lejos del Bernabéu había mostrado menos que poco, se dio un homenaje a sí mismo, aunque no se sepa a ciencia cierta en base a qué apuesta futbolística. Más allá de correr.
A Zidane le encumbrará este resultado para ocultar la mísera imagen que ofreció su equipo durante más de una hora de partido. Porque el Madrid ganó a la carrera y aprovechando la pérdida de personalidad de un Barcelona que se olvidó de presionar, perdió la posición y acabó con la lengua fuera buscando a los delanteros merengues.
Nadie recuerda hoy cómo jugó el Madrid de Pellegrini, que perdió por un solitario gol de Ibrahimovic; está olvidado el desempeño del primer Madrid de Ancelotti, derrotado por una vaselina de Alexis y el 2-0 que encajó Juande se perdió en el túnel del tiempo…
Incluso está enterrado el 0-1 de Julio Baptista en 2007 y se podrá recordar, claro, el 5-0 porque esa goleada con que se presentó como entrenador blanco Mourinho es, claro, indiscutible e inolvidable.
“De mis jugadores me gustó todo”, explicó en la sala de prensa Zidane, cuya gran aportación en el Camp Nou fue, acaso, pedir a sus jugadores, en la segunda parte y sobretodo después del gol de Piqué, que se fueran arriba. Y que se dejasen de defender para correr. Correr como cosacos, como si no hubiera un mañana, para conquistar una remontada impensable.
“No es extraño que estos partidos los acabe ganando el equipo más necesitado”, se dijo también en la previa.
Y el Madrid se dio un baño de autoestima con una victoria por la que pocos habrían apostado al descanso. Y menos cuando el cabezazo de Piqué provocó el 1-0.
“Si no puedes ganar el partido, lo que no debes es perderlo”, avisó también Johan Cruyff en su día. El Madrid no se rindió, ofreció un orgullo encomiable y arrasó en un rush final bestial a un Barça desconocido.
Y Zidane rompió la lógica.