Valverde empezó a jugar al baby fútbol con tres años, en Estudiantes de la Unión. Era tan pequeño que usaba pañales debajo del pantalón. Después pasó por Exploradores Artigas, Siete estrellas y Carabelas.
A medida que empezó a crecer, todos notaron que la calidad de ese pibe era infrecuente. Cuando estaba en el Siete estrellas lo observó Néstor Gonçalves y no perdió un minuto de tiempo. “¿Querés ir a probarte a Peñarol? Hay un campamento en Colonia y nos gustaría que fueras”, le dijo Gonçalves. Federico no podía creerlo. Había estado ahí tantas veces en los sueños. Corrió a contarle a su padre y juntos dijeron que sí. Ese mismo fin de semana Siete estrellas jugaba por el Uruguayo, pero Valverde se fue a Colonia.
“Fui con tanta emoción, no podía creerlo. Tenía una sonrisa enorme y mis padres también, ilusionados de que disfrutara ese día”. Antes de salir hacia la prueba, su mamá Doris lo sentó en el living y le habló. Una vez más, como tantas, ella haría todo por ver a su hijo realizado. “Disfrutá de este día hijo, que va a ser único para vos. No vas a ir a cualquier lugar, te vinieron a buscar de Peñarol, el equipo del que vos sos hincha. Sabrá Dios si quedás o no, pero es lo de menos. Disfrutá mucho Fede”, le dijo.
“Yo era chiquito, era un niño cuando fui a probarme a Peñarol. Le hice caso a mi madre y fui pensando en divertirme. No te estás jugando nada sino divirtiendo con la pelota. Es cierto que pasé nervios, pero lo disfruté mucho”.
En el club nadie dudó. Valverde era una joya que había que ayudar a pulir. Lo ficharon y empezó a jugar en el Sub-14.
Al mismo tiempo, Gonçalves lo recomendó al técnico de la selección Sub-15, Alejandro Garay, y a su asistente, Pablo Peirano.
Cuando Valverde fue al Complejo Uruguay Celeste por primera vez, se encontró con una sorpresa. Además de Garay y Peirano estaba el técnico de la mayor, Óscar Tabárez, quien le mostró las instalaciones del lugar. Vergonzoso, con tono de voz muy bajo y la cabeza gacha, tuvo que cumplir con la misma dinámica de todos los juveniles que llegan por primera vez al lugar: deben presentarse ante el maestro.
Valverde tiene marcado a fuego ese momento. “Yo era el típico vergonzoso que le costaba hablar y había que presentarse delante de todos. Y bueno, eso lo sufría muchísimo. Demasiado. Por qué no puedo hablar con usted aparte y me presento, le dije, porque delante de todos me daba muchísima vergüenza y la pasaba mal”. Pero debió superar un desafío que le costó mucho más que asumir responsabilidades dentro del campo.
Tabárez también recuerda ese momento. “Era muy tímido, su timidez era casi patológica. No hablaba cuando tenía que hablar, la voz no era la misma de ahora, le costaba. Era más chico, más flaco, más pequeño. Y con un gran esfuerzo personal lo superó”, cuenta el maestro. Ese esfuerzo le permitió desarrollar el potencial que le vieron en Peñarol y en la selección. “Ya se le notaba una visión de juego que no era normal, era un don”, comenta.
LA ALEGRÍA QUE NO TAPÓ LA TRISTEZA
Fue en el Sudamericano Sub-17 disputado en 2015 en Paraguay cuando Valverde firmó con Real Madrid. En Asunción, el Arsenal inglés aceleró por la ficha de Valverde mientras que los cazatalentos del Barcelona y del Chelsea también se interesaron. Sin embargo, sus padres ya tenían decidido el futuro de su hijo.
Aunque Federico permanecía ajeno a las conversaciones, dirigentes del Madrid estaban en negociaciones con los padres del futbolista. “A mí no me comunicaban nada porque era poner en juego lo que yo estaba haciendo con Uruguay y trataban de no hablarme de ese tema”.
La derrota 2 a 1 ante Paraguay dejó a Uruguay fuera de la Copa del Mundo de la categoría y golpeó duro a Valverde. “Sufrí mucho, lloré mucho, tenía mucha tristeza en ese momento”. Con la intención de darle una buena noticia, sus padres decidieron contarle lo del Madrid esa misma noche. Lo llamaron y le pidieron que fuera a la habitación de ellos para hablar.
“Era la hora de descansar, el profe estaba pasando por las habitaciones y ahí me empieza a buscar por todo el hotel. En realidad yo estaba recibiendo la noticia de que estaba hecho el pase al Madrid. Y terminé apareciendo a las 2 de la mañana”.
La alegría por el pase no tapó el dolor por la eliminación. “Fue una noticia inmensa pero estaba más triste por Uruguay, porque la selección es única”.
Su andar elegante, su zancada larga, su pegada sutil, hicieron que Pablo Bengoechea, en ese momento técnico de Peñarol, lo invitara a entrenar con el plantel de Primera. Fue en abril del 2015, apenas dos meses después del acuerdo con el Madrid. Tenía aún 16 años.
En mayo debió viajar a la capital española para realizarse los estudios médicos. Viajó sin sus padres. Al llegar a Barajas lo esperaba el director deportivo del Real. Lo llevaron a una clínica privada, superó el chequeo, se sacó una foto y se fue al hotel “contentazo” de haber llegado “a uno de los mejores equipos del mundo”.
Al otro día fue a ejercitarse con el Castilla (la filial del Madrid) pero al finalizar el entrenamiento le comunicaron que al otro día entrenaría con el primer equipo del Real Madrid en Valdebebas, la ciudad deportiva del club. Ahí estarían Cristiano Ronaldo, Sergio Ramos, Toni Kross, Luca Modric, Marcelo, Zinedine Zidane.
“Estaba solo en Madrid, mis padres no habían viajado y yo mandaba mensajes para todos lados contando la noticia”. Al otro día cumplió otro sueño. “Ver a esas bestias entrenando al lado mío. Los miraba de arriba abajo y ellos me trataban como uno más, me hacían sentir como que fuera parte del grupo hace años”.
LA IMPORTANCIA DE FORLÁN
Al volver a Uruguay se reincorporó al plantel principal aurinegro, aunque los fines de semana jugaba con la categoría sub 17.
Bengoechea esperó que terminara de jugar un torneo amistoso con la selección Sub-18 y lo incluyó en el plantel de Primera para realizar una gira por el interior del país.
“Era imposible creer que tenía 16 años cuando lo conocimos, hacía prácticamente todo bien. Yo tenía un poco de temor por la edad y quería cuidarlo para no quemar al futbolista”, dijo el técnico.
El 23 de julio de 2015, un día después de cumplir 17 años, debutó en Rivera ante Cruzeiro. Bengoechea lo puso a los 60 minutos en sustitución de Hernán Novick. “Pasé muchísimos nervios porque quería que me saliera todo bien, pero tuve a Pablo que me habló desde el minuto uno hasta cuando entré para que estuviera tranquilo y demostrara por qué estaba ahí”.
Su primer partido como titular en Primera fue en la presentación de Diego Forlán como nueva incorporación de Peñarol, que llegó para la temporada 2015-2016. Jugó 64 minutos y fue ovacionado por la hinchada. A propósito de Forlán, fue el gran ejemplo de Federico. “Cuando llegó Forlán fue como una revolución. Verlo de cerca y entrenar con él me cambió la vida”.
Diego se vio reflejado en ese pibe que daba sus primeros pasos como profesional y lo abrazó, lo cobijó, lo apadrinó. Y, de esa forma, ayudó para que la idea siga por encima de las personas. Valverde es el reflejo de eso. Tímido, callado, vergonzoso. Pero también talentoso, capaz de escuchar y entender, romper barreras y miedos, abrazarse a la idea. Valverde aprovechó la chance que tenía de contar con uno de los jugadores más importantes de la historia del fútbol uruguayo, con amplio recorrido internacional, dos veces Pichichi en la liga española, en ese entonces máximo goleador de la selección uruguaya y mejor jugador del Mundial de Sudáfrica. Vio cómo ninguno de esos pergaminos habían cambiado la forma de ser ni de entrenar de Forlán.
“Es una persona excelente, sacando lo futbolístico, todos los días se quedaba después de entrenar para charlar conmigo y aconsejarme. No tenía necesidad de quedarse y lo hacía. Me hablaba para mejorar cosas en el entrenamiento, para que entrenara más, sobre la alimentación y el descanso. Cada minuto que él se quedaba conmigo yo lo valoraba mucho y siempre voy a estar agradecido. Diego era el primero en llegar y el último en irse. Si él después de haber ganado tantas cosas como las que ganó lo hacía, imaginate cómo no lo voy a hacer yo. A mí me marcó para siempre”.
Forlán recuerda que Valverde “era receptivo” a lo que él sugería. “Por eso también lo hacía, no pasa con todos los jóvenes, a muchos no les interesa hablar de nada. Está en cada uno darse cuenta. Eran charlas de todo tipo, a veces pasaba por el entrenamiento y otras por otras áreas de la vida misma. Es un chico que quiere aprender y le gusta escuchar, por eso era lindo hablar con él y lo sigue siendo hasta ahora”.
El resto de la historia es conocida. Después de estar a préstamo en el Deportivo La Coruña, volvió al Madrid y al inicio de la temporada Zidane pidió que lo dejaran en el plantel. Lo puso en los primeros amistosos y con el correr de los partidos se convirtió en imprescindible. Y el placer de verlo jugar al más alto nivel se volvió habitual. De espaldas al arco rival o con la cancha por delante, siempre sabe qué va a hacer con la pelota. Se perfila cuando recibe, pisa las dos áreas, con el pase descuenta líneas de presión y con la conducción limpia juego y luego abre. El francés lo utilizó en todas las posiciones del mediocampo e incluso de extremo. Y Valverde nunca defraudó. Porque nunca perdió la alegría de jugar, ni su esencia.
Hoy, ese pibe que jugaba con los pañales puestos, el que se fue a divertir a la prueba para fichar en Peñarol, el que lloró cuando la Sub 17 quedó eliminada, es el capitán del equipo más laureado de Europa. Es que si la vida está hecha de momentos, Fede tiene para coleccionar. Su consagratorio presente no es otra cosa que otro gran momento en su brillante carrera. Porque nadie mejor que Valverde sabe que todavía quedan muchas páginas más por escribir en esta historia.
*Escrito en base al libro Nuestra generación dorada.
