Primero fue el siete de mayo de 1986 en el Sánchez Pizjuán. Después el 25 de mayo de 2019 en el Benito Villamarín. Y por fin el 17 de enero de 2021 en el estadio de La Cartuja. Tres campos distintos en la misma ciudad y tres derrotas, duras de aceptar, que quedan en la historia del Barcelona. Solo una vez, en 1925, ganó el equipo azulgrana una final en esta ciudad... Y fue en un cuarto estadio diferente, el ya desaparecido estadio Reina Victoria y en el que se impuso al Arenas de Getxo. En un tiempo muy muy lejano...
Nada, claro, puede compararse a la derrota de 1986, cuando el Barcelona llegó a la final de la Champions League, llamada Copa de Europa en aquel entonces, para enfrentarse a un Steaua de Bucarest al que nadie le daba crédito. Superaron al equipo que lideraba Bernd Schuster y dirigía el inglés Terry Venables. El choque acabó en la tanda de penaltis y con derrota... Y sin Schuster en el campo, sustituido por el entrenador durante la segunda mitad.
Aquella tragedia deportiva la arrastró en el alma el barcelonismo hasta que al cabo de seis años se quitó la espina al ganar en Wembley a la Sampdoria con el gol de Koeman, inolvidable... Aunque en los libros nunca desapareció, nunca lo hará, aquella dolorosa derrota en el Sánchez Pizjuán.
No volvió a jugar una final en Sevilla hasta muchos años después, el 25 de mayo de 2019. El equipo, dirigido por Valverde, llegó en plena depresión a aquella final de la Copa del Rey ante el Valencia que entrenaba Marcelino García Toral. Aunque había conquistado la Liga todavía arrastraba en el ánino el desplome de Anfield, donde 18 días antes había sido aplastado por el Liverpool en la Champions... Y el Valencia le ganó, en el Benito Villamarín, por 2-1. Marcó Messi, pero no alcanzó para igualar el 2-0 con que se había avanzado el rival.
Y llegó la tercera. El último derrumbe en un partido al que el Barça llegaba rearmado de moral pero sin fútbol evidente con el que superar al rival. Las sensaciones ante la Real Sociedad ya no fueron las mejores. Venció en la tanda de penaltis en una semifinal que pudo caer de cualquier lado... Y se le vio en una final sin la ambición necesaria para imponerse a partir del fútbol.
El Barça, sufridor de mala manera en defensa, no salió a jugar con carácter, intentando minimizar los riesgos e intentando ganar la final con lo mínimo o, al menos, sin morder futbolísticamente.
Otro partido mayúsculo y otra piedra en el camino de Koeman. Derrotado por Getafe y Cádiz en derrumbes sin excusa a la vista del rival, el Barça ha perdido esta temporada ante Real Madrid y Atlético en la Liga, fue atropellado por la Juventus en la Champions y cedió en su primera final ante el Athletic... Mucho que pensar.
Messi quiso jugar pero no alcanzó para conducir al equipo. No le acompañaron ni Pedri ni Dembélé, no pudo combinar entonces con De Jong debido a la presión del rival y solo los chispazos de Griezmann parecieron darle el aire necesario para ganar.
¿Pudo ganar el Barça? Sin duda. Se podría decir, incluso, que el Athletic empató de casualidad en el último suspiro... Pero debe decirse que ese empate premió tanto el ánimo y fe de los leones como castigó el desánimo y poca agresividad de los azulgranas.
Sevilla volvió a ser gafe... Y deja dudas en el Camp Nou en el peor momento de la temporada.