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La Copa del Rey: De ser un relleno a la salvación para el Barcelona

BARCELONA -- La Copa del Rey fue, durante varios años, no hace tanto tiempo, ese trofeo que servía para redondear una temporada ya lustrada por otros éxitos en el palmarés anual del Barcelona. Convertida la Champions League en la piedra filosofal de todos los proyectos y la Liga en una suerte de posesión que por repetida dejó incluso de ser celebrada como merecía ("siempre es el título más importante; no olvidemos que marca la realidad del equipo durante la temporada”, afirmó una vez Pep Guardiola), la Copa era el relleno. Y conquistada durante cuatro temporadas consecutivas entre 2015 y 2018 ni daba para el goce del barcelonista.

Perdida la final de 2019 ante el Valencia y apartado por primera vez desde 2014 del partido definitivo por el Athletic Bilbao en los cuartos de final del último curso, la Copa de 2021 adquiere un peso mucho más trascendental que en los tiempos de bonanza. Más aún si se atiende a que en estos octavos no están ni Real Madrid ni Atletico Madrid y que entre Real Betis y Real Sociedad por un lado, y Sevilla y Valencia por otro, habrá dos clubes más de Primera que quedarán en el camino.

Se entiende de esta manera que, a pesar de lo cargado del calendario, Koeman deba contemplar el partido del miércoles ante el Rayo Vallecano con tanto interés como desconfianza. Después del sufrimiento en Cornellà, saldada la clasificación en la prórroga, el entrenador no tendrá demasiado margen de maniobra a la hora de confeccionar un once de garantías para cumplir el expediente y estar presente en el sorteo del viernes, para unos cuartos que ya se jugarán la siguiente semana.

Probablemente regrese al plano Neto en lugar del casi siempre salvador Ter Stegen en la portería y debería jugar, se supone, un Busquets que no podrá hacerlo el fin de semana ante el Athletic por sanción. Queda la duda de saber si Lionel Messi entrará en juego después de dos partidos ausente y de conocer los planes con secundarios como Trincao, Junior Firpo o Riqui Puig. Pero, sean quienes sean los elegidos, la victoria en esta eliminatoria a partido único es innegociable.

TIEMPOS MODERNOS
Es este un tiempo nuevo tras la borrachera de la última época. La dictadura del club azulgrana en la Copa es reciente. Entre 2009 y 2019 el Barça disputó nueve de las once finales del campeonato, conquistando seis títulos y perdiendo tres (en 2011 y 2014 frente al Real Madrid y en 2019 contra el Valencia) para convertirse con 30 entorchados en el indiscutible Rey de Copas y convertir el torneo en poco menos que una propiedad indiscutible. Nadie se acordaba, por ejemplo, que entre su título de 1998 y el de 2009 no llegó a ninguna final o, menos aún, eso ya era invisible en el imaginario del hincha culer, que este torneo hubiera sido en el pasado motivo de celebración por las calles y de salvación de temporadas frustrantes.

Hoy, ahora, con la boca pequeña se traslada al escenario que ganar la Copa del Rey no sería tan poca cosa como en el pasado reciente. Después de cerrar la temporada 2019-20 sin un solo título por primera vez desde 2008 y de resbalar en la final de la reciente Supercopa de España ante el Athletic de Bilbao, el partido que este miércoles disputará el Barça en Vallecas adquiere una trascendencia mucho mayor de lo que habría sido en el pasado.

Convertida la caza del Atlético de Madrid en la Liga en una misión poco menos que imposible y con la conciencia de que ganar la Champions League es un reto tan monumental que de entrada tiene al equipo azulgrana fuera del pelotón de los favoritos, recuperar el trono en la Copa del Rey serviría para evitar otro curso en blanco y, en cierta manera, recuperar la autoestima de un club en el que se multiplican los conflictos.

Los aficionados veteranos del Barça no olvidan (al contrario, los magnifican) los títulos de Copa logrados en 1968, en 1971, 1978, 1981, 1983, 1988 o 1990. En ninguno de aquellos años se conquistó la Liga y si algunos fueron celebrados por todo lo alto, con una euforia que hoy se vería desmedida, otros fueron auténticos ejercicios de supervivencia.

El equipo azulgrana ganó la Copa de 1971, en una prórroga agónica ante el Valencia, semanas después de perder miserablemente la Liga en la última jornada; ocurrió algo parecido con la de 1981 que se venció al Sporting de Gijón y más aún en las dos últimas de la relación. La que se ganó en 1988, bajo la dirección de Luis Aragonés a la Real Sociedad y en pleno incendió del club que desembocaría en el motín del Hesperia, evitó que por primera vez en su historia el Barça quedase fuera de las competiciones europeas; la de 1990 que se ganó al Real Madrid de la Quinta del

Buitre salvó el proyecto de Johan Cruyff, de quien se reclamaba el despido al presidente Núñez.

La Copa del Rey no es ahora mismo cualquier cosa. Y el partido de Vallecas es una etapa trascendente en un carrera de largo recorrido, y corto desempeño, en la que el Barça no puede fallar.