Un día como hoy, en 2006, el Barcelona conquistó la segunda Champions League de su historia. Venció en la final al Arsenal por 2-1 y completó de esta manera el tránsito que había comenzado tres años antes, con la llegada de Joan Laporta a la presidencia y una revolución deportiva que se confirmó tan necesaria como en conclusión acertada.
En aquella plantilla que dirigía Frank Rijkaard ya sobresalía Leo Messi, eran referencia Víctor Valdés o Puyol, pedía paso Iniesta, se reivindicaba Xavi, mandaba de manera indiscutible Ronaldinho y Samuel Eto'o ejercía de goleador.
Curiosamente el brasileño no fue en París trascendental, Xavi permaneció toda la final en el banquillo (salía de una lesión) y Messi (aún lesionado) ni fue convocado.
Sentenció Belletti después de que Eto'o empatase el inicial gol de Sol Campbell. El lateral brasileño, suplente, marcó el gol de su vida asistido por Henrik Larsson, también suplente y que ya sirvió el 1-1 a Eto'o.
Secundarios de lujo como el entonces joven Iniesta que ingresó tras el descanso, con 0-1 en el marcador, para revolucionar el juego con el apoyo de Giuly o la perseverancia de Van Broonkhorst. Un Barça en el que la indiscutible luz de Ronaldinho tenía el acompañamiento de futbolistas que cambiaron la dinámica de un equipo que tres temporadas antes había tocado fondo, arrastrado por una crisis institucional, deportiva y social que, quizá, no es tan diferente a la que se sufre ahora alrededor del Camp Nou.
La sonrisa de Ronaldinho devolvió la ilusión al barcelonismo y llevó en volandas al club hacia un éxito del que su presidente fue en gran manera responsable y que al cabo de los años, con su regreso al mando se coloca en el escenario a ojos de unos hinchas ansiosos por comprobar si es capaz de repetir aquella resurrección.
Contra viento y marea, en enero de 2004, mantuvo a Rijkaard en el banquillo cuando lo más fácil era ceder a las presiones y despedirle. Siete victorias en 19 jornadas y séptimo en la tabla a 16 puntos del líder el momento del Barça era tan terrible como indiscutible el músculo de Laporta por sostener la estabilidad. Y tuvo el premio perseguido.
Resurgido en 2004, campeón de Liga en 2005 y doblete Liga-Champions en 2006, aquel Barça resurgió desde lo más bajo para alcanzar una gloria que al cabo fue efímera, pero que existió realmente hace quince años y que, de hecho, fue la puerta de entrada para descubrir no mucho tiempo después, al mejor equipo de la historia en azulgrana.