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Faberson Bonilla y las metas del patinaje que se alcanzan en unas canchas de baloncesto

Es el primer patinador que gana una medalla panamericana en la rama varonil y apunta a hacer historia en los World Skate Games 2022

CIUDAD DE GUATEMALA -- Cuando Faberson Bonilla se acercó por primera vez a una práctica de patinaje en su natal Livingston, Izabal, la entrenadora le dijo que dudaba que fuera bueno para ese deporte. Conocía a su papá, el exfutbolista Mynor Bonilla, lo que la motivó a lanzar aquella frase.

Es una anécdota que el deportista y la entrenadora recuerdan con buen humor años después. Recién el joven, de 17 años, hizo historia al conseguir algo inédito en la rama masculina de su deporte: colgarse la medalla de oro en el Campeonato Panamericano de Clubes y Naciones 2022.

También ganó una presea de plata. Se suma a un cuarto lugar en el Mundial de Patinaje de 2021, diez oros a nivel centroamericano y múltiples triunfos en el país. Faberson Bonilla es el presente y futuro del patinaje de velocidad de Guatemala. Este sábado se presenta en los Juegos Mundiales de Patinaje de 2022 (World Skate Games Argentina 2022) en busca de seguir haciendo historia.

Así comienza todo

La uruguaya Mónica Benítez se instaló en Izabal desde la década de los noventas. Llegó al país acompañando a su esposo Luis Alberto Heiman Techera, un reconocido exfutbolista que pasó por Izabal, Municipal, Deportivo Zacapa y Sacachispas.

Amante del patinaje, en 1997 empezó a practicarlo con sus hijos en unas canchas de baloncesto que estaban en el Complejo Deportivo de aquel departamento, en donde en la actualidad se encuentra el Polideportivo.

Se conformó la Asociación Departamental, la primera del país, y un año después se convirtió en la entrenadora de forma oficial. Mónica y su familia han sido parte fundamental para impulsar y promover el patinaje en el departamento de Izabal.

En el 2013 viajó a Livingston, un municipio ubicado a 15 minutos de Puerto Barrios por la vía acuática, en su tercer intento por captar talento del lugar. Logró el apoyo del alcalde y puso una escuela para entrenar martes y jueves. Fue ahí cuando conoció a Faberson.

“Estaba pequeñito cuando llegó. Como no teníamos muchos patines hacíamos dos horarios para que se los prestaran entre los niños. Yo lo tenía en el grupo y un día me dicen que es el hijo de Mynor Bonilla, quien jugó con mi esposo. Entonces, yo lo miré y le dije ‘a saber si va a servir en el patinaje’ y eso es algo que él me ha recordado toda la vida”, cuenta Benítez.

Faberson, el menor de cuatro hermanos del matrimonio Bonilla Castillo, recuerda que muchos le cuestionaban por qué patinar, si su padre había sido un buen futbolista. “Fue de los primeros deportes que llegaron a Livingston. Al principio estaba en un deporte, de ahí iba a otro y a otro. Mi papá me dijo que conocía a Mónica -la entrenadora de patinaje-, él había jugado con su esposo. Me dijo que me quedara en patinaje. Poco a poco me empezó a gustar e iba más seguido”.

“En ese tiempo no había muchos patines. Yo llegaba de la escuela, como mi papá trabaja en el Complejo, yo comía rápido, me alistaba y me iba con él para estar a las 2pm en la bodega, donde estaban los patines para agarrarlos primero. Nunca me dio miedo, más bien me gustaba porque me caía y soy un hombre al que le gusta la adrenalina. La velocidad me apasiona”, relata el joven deportista.

Los niños de la escuela con más aptitudes para el patinaje pasaban las vacaciones de medio año, Semana Santa y fin del ciclo escolar en Puerto Barrios. Ahí intensificaban sus entrenamientos y crecían. Faberson fue el primero en dar ese paso. “Hasta la pandemia yo iba todos los fines de semana a verlos. Vacaciones de medio año, Semana Santa, final escolar yo me los traía para mi casa. No solo a Faberson, sino que a otros atletas. Veía con otras mamás qué posibilidad había de tener en casa a un niño de Livingston y así fue como fuimos mejorando, viendo el potencial. Hoy en día ya son mis hijos”.

“Ese resultado -el oro panamericano- se dio porque él -Faberson- logró comprender que para uno crecer y tener un buen resultado necesita entrenar todos los días, ser consciente que no es solo llegar al entreno, sino esforzarse en lo que se les pide. Tomar conciencia que cuando usted ya es campeón centroamericano preguntarse qué más quiere lograr”, afirma Mónica.

En la actualidad Faberson vive en la residencia de su entrenadora en Puerto Barrios. “Es rara la vez que habló con mi papá o con mi mamá porque cada vez que hablo me dan ganas de irme a vivir con ellos. Trato de no interactuar mucho con ellos para seguir entrenando de la mejor manera”, dice Bonilla.

Los sueños inician en canchas de baloncesto

La infraestructura ha sido un problema para el desarrollo del patinaje en Izabal y por ende para la evolución de Faberson Bonilla y el resto de chicos que forman parte de la asociación. Hoy entrenan en las canchas de baloncesto que están al final del Complejo Deportivo de Izabal. Es un superficie plana, pero rectangular, no ovalada como las pistas de patinaje.

“Yo ya me acostumbré, para mí es normal, me siento en casa, pero cuando uno va al extranjero a competir contra personas que tienen la pista adecuada, se siente la ventaja. Los colombianos que son los más reconocidos en el deporte agarran todas las medallas de oro y ponerse a competir contra ellos da miedo, pero con las ganas que les vamos poniendo vamos compitiendo”.

Benítez destaca que, por lo menos, les han cedido ese lugar para entrenar. “El año pasado tuvimos la dicha de que nos quitaron las canastas porque hemos tenido muchos atletas que se golpeaban ahí. Hoy las canchas son prácticamente para uso exclusivo del patinaje. Ahí es donde hemos sacado a muchos niños campeones, no solo nacionales. Ahí seguimos juntando el semillero, muy conformes, a pesar de las instalaciones con las que podamos contar”.

Se han mandado solicitudes a empresas para hacer un patinódromo, “pedimos, tal vez, no una pista, sino un ovalo para seguir entrenando”, dice Faberson Bonilla. Hasta el momento las peticiones no han tenido respuesta.

Pese a eso el joven de Livingston brilla con luz propia. Se emociona al recordar su oro panamericano. “Estaba en shock, no podía creer que le había ganado a un colombiano campeón del mundo, llegarle a ganar en las condiciones en las que entreno pues me sentía realmente feliz”.

“Significó todo el esfuerzo que le he puesto. Las madrugadas para entrenar. Antes de ir a la competencia estaba en prácticas del estudio. Yo tenía que ir a estudiar, comer rápido, irme a las prácticas, luego ir al entreno, salir e ir a hacer bicicleta y el día me resultaba muy cansado, pero todo sacrificio tiene su recompensa”.

Ambos, entrenadora y patinador, coinciden en que la meta es colgarse una medalla en el Mundial. Han trabajado para eso y lo merecen. “El objetivo principal que tenemos con mi entrenadora es demostrar que el que quiere puede. La mayoría de personas entrenan en un lugar adecuado, nosotros no tuvimos esa oportunidad, pero le seguimos metiendo”, enfatiza Bonilla.

Agradecen el apoyo que han tenido, recuerdan a toda la gente que ha estado en el proceso. El hijo de Mónica los acompaña a hacer trabajo de bicicleta. “Este año contamos con una persona que trabaja las pesas con ellos, más la parte psicológica. Hacemos un conjunto para que ellos entiendan la importancia de lo que van logrando”.

Faberson es solo uno de los 5 patinadores de Livingston y de los 16 en total de Izabal que sueñan con lograr grandes triunfos para Guatemala y un día, no muy lejano, influir para que en su departamento se construya un patinódromo.

Este sábado arranca el Mundial. El objetivo es el podio.