A fines de la década de los '90, cuando el mediocampista uruguayo Gus Poyet dejó el fútbol español para sumarse a Chelsea, recibió algunos consejos.
"Tenía un compañero en Zaragoza que había estado cuatro o cinco años en Inglaterra, y me dijo todas las cosas que no tenía que hacer", comentó.
"'No te tires en el área para conseguir un penal, no marques un gol con la mano, no intentes engañar al árbitro, no intentes presionarlo para que le saque tarjeta amarilla a un rival'.
"En ese momento, me pregunté qué estaba haciendo. ¡Sentía que me estaba yendo a otro planeta! Pero me adapté".
Es probable que el entrenador de Leeds United, Marcelo Bielsa, pueda relacionarse con todo esto. El argentino quedó atrapado en el medio de una pelea de "espionaje" luego de que un miembro de su cuerpo técnico fuera descubierto intentando espiar una sesión de entrenamiento de su rival, Derby County.
Leeds ganó 2-0 el partido del viernes por la noche para mantenerse en la punta del Championship. Pero esta vez, el partido y la actuación del equipo se vieron opacados por un delirio mediático. El entrenador de Derby, Frank Lampard, no estaba contento, como quedó plasmado en la clásica foto de los técnicos rivales estrechándose las manos luego del pitido final. Los ojos de Lampard echaban chispas. Bielsa parecía un tanto avergonzado.
Bielsa reconoció más tarde que tiene la responsabilidad de adaptarse a las normas del país en el que está trabajando ahora. Pero también negó la acusación de que había violado las reglas del fair play. Bien podría haber estado pensando en las enseñanzas de El Arte de la Guerra de Sun Tzu: "Si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás peligro".
Bielsa es un obsesivo del fútbol, y se apoya en la acumulación de detalles. Se encuentra en una liga donde su club debe enfrentarse a equipos cuya misma existencia podría haber desconocido hasta hace poco. Desde su punto de vista, es natural intentar recopilar la mayor cantidad de información posible sobre sus rivales, sobre todo teniendo en cuenta que este tipo de espionaje es una práctica común en América del Sur.
A fines de 2017, Gremio de Brasil se preparaba para jugar la final de la Copa Libertadores contra Lanús.
Gremio tenía un buen equipo -- el mediocampista Arthur hoy es un jugador establecido en Barcelona, y el enganche Luan fue elegido mejor jugador del continente en 2017. Pero también tuvo un poco de ayuda. Se dijo que había contratado los servicios de un espía para recopilar información sobre sus rivales. El espía en cuestión, quien aparentemente tenía una larga historia de trabajo en el fútbol sudamericano, no se limitó a usar cámaras de largo alcance para espiar los entrenamientos. Usó un dron para sobrevolar el lugar y filmar los movimientos del equipo contrario.
El dron fue detectado, el espía fue descubierto, perseguido por la policía local y llevado a la comisaría, donde negó trabajar para Gremio. Pero ESPN Brasil venía siguiendo el caso desde hacía cinco meses. Aseguró que el espía, que no fue nombrado por cuestiones legales, había prestado sus servicios para el club durante toda la campaña de la Libertadores. Y las negativas de Gremio nunca fueron resonantes. El entrenador Renato Portaluppi proclamó alegremente que "el mundo pertenece a los astutos", y agregó que "todo club brasileño tiene un espía. La selección de Brasil tiene un espía. Esto no se inventó ahora".
El director legal de Gremio dijo que el club no había utilizado "métodos ilegales", y hasta Nicolás Russo, el presidente de Lanús, pareció estar de acuerdo; dijo que no se había probado nada, y que no era un gran problema si Gremio había conseguido imágenes del entrenamiento de su club.
Escuchó toda la pregunta encogiéndose de hombros, y reconociendo que, en la guerra, el amor y la Copa Libertadores vale todo.
Pero quizá no en este nivel del fútbol inglés. Es difícil, de todas maneras, tomar sin quejas todas las críticas en los medios ingleses.
Los reporteros que han condenado a Bielsa incluyen algunos que en pasado han alardeado por sus proezas de haber podido escabullirse en las sesiones de entrenamiento para poder identificar la alienación titular del equipo inglés.
Pero si tomamos al hecho de espiar al equipo rival como un típico ardid en Sudamérica, hay pocas cosas típicamente más inglesas que la indignación moralista mediática. El fútbol sigue siendo una lengua universal que todos hablamos con diferentes acentos.