¿Es un Santos 0-2 Monterrey una factura que debe pagarse con vidas y con lesiones que dejan lisiados? ¡Qué ruin que la crueldad abarate sus úlceras con el infinito valor de una vida humana!
GUADALAJARA -- La tragedia tiene llanto propio e indignación ajena. La primera es eterna e inconmensurable. La segunda, especialmente en estos tiempos de entrometidos jueces apócrifos en redes sociales, es una falaz verbena de hipocresía.
Una mujer es asesinada en Torreón. El crimen existe, y podrá autentificarse con las agravantes del delito. O, por supuesto, podrá maquillarse burdamente con el ceremonial burocrático de un accidente aislado, para que las almas negras de los autócratas y opresores del futbol mexicano puedan acudir a sus misas opusdeístas con galas blancas.
Las versiones pululan en ese tendedero de Babel que son las redes sociales. La supuesta y sobornable sabiduría de los peritos se inclina por culpar a las víctimas exonerando las bajas pasiones de los culpables.
Voces de testigos propalan y propagan otras versiones, que persisten en que la camioneta que embiste lo hace bajo la combustión del alcoholismo y la venganza.
¿Es un Santos 0-2 Monterrey una factura que debe pagarse con vidas y con lesiones que dejan lisiados? ¡Qué ruin que la crueldad abarate sus úlceras con el infinito valor de una vida humana!
Al final, se sabe, en los juzgados de México la justicia se prostituye al antojo del poder y del dinero. Si lo conveniente es decir que fue un lamentable accidente, así será como elucubren los leguleyos proscritos.
¿Recuerda Usted el caso del futbolista Joao Maleck? Un asesinato imprudencial que fue saldado y olvidado después de unos días de cárcel, unos pesos de compensación y muchas dádivas y sobornos, en las entrañas de la corrupción. Ojo: no pretendo comparar las dos tragedias, sino simplemente establecer el modus operandi de la impunidad. Si en el Caso Maleck hubo pruebas abrumadoras, esta vez hay testimonios abrumadores.
Y, como simple, estricta y absoluta casualidad, Maleck entonces estaba bajo la tutela contractual de Santos y Grupo Orlegi. Insisto, casualidad total, más allá de que Voltaire sostenga que “lo que llamamos casualidad no es ni puede ser sino la causa ignorada de un efecto desconocido”.
Las horas pasan, y las medias verdades envejecen como medias mentiras. Muchas voces que lamentan se multiplican como ecos, como si trataran de acallar, someter o silenciar las voces minoritarias que anhelan justicia.
Ya giraron los clubes y la Liga MX epístolas lacrimógenas con aires poco convincentes de justicieros. Cuando se exalta la promesa de “hasta las últimas consecuencias”, es inevitable prever que se recurrirá a las primeras resoluciones, para evitar las últimas consecuencias.
Bajo la doctrina del impostor, es decir, simular hacer mucho para pretender resolver poco, en el alarde del burocratismo mexicano se forman comisiones, se organizan sesiones, se organizan complicidades entre expertos del ocultismo.
En casi 48 horas, al momento de entregar este texto, el dantesco suceso se ha convertido en un aquelarre de guionistas capaces ya de tergiversar los testimonios y el peritaje, para inventar una historia que puede parecerse muy poco a lo ocurrido. Ya no se trata de decir y de decidir sobre la tragedia, sino de retocar la tragedia misma, para que esta desaparezca.
Pruebas de esa habilidad para el embuste y el engaño abundan en el futbol mexicano, como reflejo inevitable de una nación en la que pueden desaparecer puñados de habitantes de golpe, y después encontrar vestigios minuciosamente fabricados. Es un quehacer público satanizar a las víctimas para canonizar a los culpables. Un país donde la mentira te hace libre, y al que el mismo Salvador Dalí juró que nunca regresaría, “porque (México) es más surrealista que mis pinturas”.
La forma en la que fue manipulada, tergiversada, transfigurada, corrompida y pervertida la tragedia en Querétaro, pese a las imágenes dolientes y dolorosas de aficionados del Atlas, fue la obra maestra de complicidad y colusión de la Liga MX y la Federación Mexicana de Futbol con los Grupos Caliente y Orlegi (casualidad, estrictamente, entiéndase, otra vez), para resolver sin un ejercicio puntual y genuino de justicia.
Necesario es, también, establecer responsabilidades. Por el tiempo y la distancia que transcurrieron entre el final del partido entre Santos y Monterrey, y el sitio y el momento del incidente dantesco, el hecho se limita, estrictamente, a un exabrupto de violencia inhumana, obviamente con la enajenación demencial del alcoholizado.
Pero ese, el alcohol, es un tema que, sin duda, es el desencadenante brutal de los tres casos citados aquí (Maleck, Querétaro, Santos), así como de muchos otros enfrentamientos dentro del futbol mexicano, que obviamente, al no dimensionarse con alguna muerte, simplemente se tramitan bajo el paternalismo de unas nalgadas mediáticas.
Es imposible pensar que el consumo de alcohol desaparezca del futbol mexicano. Cohabita en los estadios y también es uno de los patrocinadores activos o pasivos de cada uno de los equipos, y aunque se ha prometido ensanchar los cinturones de control para su consumo, queda claro que es imposible.
Otras decisiones, como impedir, de manera absoluta e innegociable la presencia de barras organizadas visitantes en las diferentes plazas, han sido burladas y humilladas por la corrupción misma en la venta de boletos, y en la forma en que se pretende mantener la vigilancia, medida, que por cierto, parecería la más eficiente, en medio de la incapacidad y la indiferencia absoluta de la Liga MX para improvisar otros recursos eficientes de control.
Es probable que en cuestión de horas aparezca Mikel Arriola, presidente de la Liga MX, con un nuevo discurso, una sarta de promesas y posibles acuerdos, para garantizar que lo ocurrido en Torreón no volverá a ocurrir. Y los bobalicones se pondrán de pie y aplaudirán.
No se olvide que el 19 de diciembre pasado, en la #YuntaDeDueños (dixit Sven-Göran Erikson) en Toluca, la FMF, en voz del comisionado Juan Carlos Rodríguez, prometió a los aficionados nuevas y mejores experiencias en los partidos de futbol, y un ambiente de mayor seguridad en cada uno de los estadios. De momento, racionar o eliminar el consumo de alcohol sería la más prudente de las medidas, pero, claro, hay millones de dólares de por medio, que, aparentemente tienen una prioridad sobre las vidas humanas.