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Los motivos de Nahuel Guzmán, un loco con pasajes de cordura

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Castigo a Nahuel Guzmán, obra del verdadero dueño del futbol mexicano (4:23)

Rafa Ramos explica por qué la, supuestamente independiente, Comisión Disciplinaria de la FMF tardó en sancionar al portero de Tigres por usar un rayo láser contra jugadores de Monterrey. (4:23)

¿Qué puede llevar a un tipo como El Patón a epitomizarse como un auténtico patán? Los motivos de Nahuel Guzmán, un loco con pasajes de cordura.


LOS ÁNGELES -- Nahuel Guzmán habría sido la musa imperfecta de Édgar Allan Poe: “Me convertí en un loco con largos intervalos de horrible cordura”.

Ya recibió su castigo: 11 partidos de suspensión, multa y horas de trabajo social, y que va a ser muy interesante saber las condiciones mentales, morales, psíquicas y culturales de quien lo supervise. ¿A su imagen y semejanza?

Una decisión tomada 120 horas después del espectáculo grotesco de Nahuel Guzmán cazando retinas con la mezquina voracidad de blandir un láser.

120 horas y siete tipos sin antecedentes futboleros, y que confirma que, al final, la decisión fue la culminación de una serie de negociaciones y cabildeos, entre dos clubes con poder político y financiero, como Tigres y Rayados, un intermediario como Juan Carlos Rodríguez, y la asesoría distante de Emilio Azcárraga Jean.

¿Qué puede llevar a un tipo como El Patón a epitomizarse como un auténtico patán? ¿Extravagancias de la fama? ¿Delirio de la soberbia y el poder? ¿Endiosamiento sin freno?

O eso, estrictamente, el diagnostico de Allan Poe: un loco eterno atormentado por intervalos de cordura.

Difícil entenderlo. Entre sus viscerales y enfermizos comportamientos, es innegable ese santuario de virtudes y facultades: notable arquero, líder determinante, casi impecable en todas las exigencias atribuladas que marcan a un guardameta. Aún con su futuro financiero resuelto y a pesar de sus renglones torcidos, y que además se ganaba el respeto del adversario.

¿Qué pudo llevarlo a investirse de un Darth Vader de bisutería y empuñar el sable de láser contras sus adversarios de Rayados, en especial su colega, paisano y alguna vez amigo, Esteban Andrada?

Imposible creer que Nahuel Guzmán no estuviera (o aún no esté) enterado que el haz de luz de mecánica cuántica del láser puede dañar severamente los ojos aún con una breve exposición. ¿Ignorancia o malicia? ¿Estupidez o perversidad?

En una estampa surrealista, imagínesela Usted también, con sus facciones ladinas y su corte mohicano y beligerante, rebelde, Nahuel Guzmán, con voz melosa, compungida, falaz, porque la mirada chispeante y encendida de malicia, protagonizó su farsa de ofrecer disculpas ante la Comisión Disciplinaria.

Sí, farsa, porque ni aún los más cegados, fanáticos, obcecados y necios seguidores de Tigres pueden creerle al Patón ese discurso ensayado, vacío, inconsistente de que nunca más volverá a ser el patán que una vez más, la enésima, lo fue. Imposible creerle. ¿Quién puede creerle?

Ha dicho que se equivocó y que no volverá a hacerlo. San Agustín le respondería negándole el indulto y el privilegio de la duda: “Errar es humano, pero permanecer en el error, es diabólico”. Y Nahuel Guzmán lo ha hecho. Sólo ha buscado variantes para que delinquir en el marco del deporte, no se vuelva aburrido.

Allan Poe, en sus sesiones de opio, lo condenaría de nuevo: “Me convertí en un loco con largos intervalos de horrible cordura”. Sí, así ha fascinado en Tigres y ha sido admirado. Un héroe en sus atormentadas corduras, y un villano en su consistente locura.

Se vulgariza y se normaliza el sentimiento de que “para ser portero, lo primero es estar loco”. A su manera lo ratifica un orate de colosales facultades: “Los porteros necesitan una gran dosis de locura”, Oliver Kahn.

Y Nahuel saca lustre a sus antecedentes insanos. Él y el Dibu Martínez –héroe promiscuo de Argentina en Qatar 2022--, han llevado al santuario supremo de la portería las más perniciosas manifestaciones de la marrullería, el cancherismo y la trampa. El Diego de La Mano de Dios los ovacionaría, pero el Maradona de la cabalgata entre las tropas inglesas, los recriminaría.

De una casta y de una clase especial, los porteros, siempre solos, con frecuencia abandonados, defienden el privilegio de su puesto y menosprecian a los otros 10 actores de reparto: “Existe ese mágico momento en el que anotas goles y te crees estúpido; allí es cuando decides convertirte en un portero”, Gianluigi Buffon.

“Al final de cuentas, necesitas ser una persona un poco masoquista para convertirte en un portero. Masoquista y también un gran ególatra”, explica el mismo Gianluigi Buffon.

El futbol está lleno de estos y otros grandes exponentes de un puesto “en el que ni Dios quiere jugar, porque el mundo sabría que no es perfecto”, dijo alguna vez Lev Yashin. Y escapando del Árbol de la Sabiduría del Jardín del Edén, aparecieron René Higuita y su escorpión en Wembley; el ejecutor José Luis Chilavert, y el daltonismo circense de Jorge Campos.

“En el puesto de los bobos, yo yoy el más vivo”, sostiene Hugo Gatti. “Antes de mí, no existía el puesto de arquero, era sólo para los imbéciles o los gordos”.

Claro, al lado de los grandes locos, aparecen tipos serenos, como excepción que confirma la regla. Desde Iker Casillas hasta la sabiduría ancestral de Amadeo Carrizo: “Un gran portero se hace después de comerse 400 goles, siempre y cuando no sean en el mismo torneo”.

Y tal vez la más peculiar descripción del cancerbero y su infierno, la hace un arquero sueco, Kristoffer Bjork: “El futbol es un festival de fertilidad: son once espermatozoides tratando de entrar en el huevo… lo siento mucho por el portero”.

¿Qué llevó a Nahuel Guzmán a ese intento de genocidio de retinas? Cada vez es más confiable Édgar Alllan Poe: “Me convertí en un loco con largos intervalos de horrible cordura”.

Tendrá Nahuel Guzmán esos 11 partidos de segregación, no para sanarse, ni enmendarse, ni cambiar, sino para enloquecer a algún siquiatra y a su guardián durante esas horas de servicio social.