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Jorge Villalpando, Villita

Por lo utilitario y cuadrado que veo la formación en los diferentes equipos, a jugadores como Villalpando solo los aguantarían dos semanas en su categoría

MÉXICO -- Tengo muy en mi cabeza los jugadores que tuve, y que al final, siempre demostraron algo diferente. Mientras más tenían esa característica, mayor era el problema con el día a día. Al final, siempre valió la pena.

Lo conocí en una instalación que tenía el Puebla en Villa Olímpica, en la Ciudad de México. Jóvenes que se probaban en América o Pumas y que por alguna razón no les daban entrada, terminaban su peregrinar en esa instalación que con mucho tino, había conseguido el Dr. José Luis Arce como director de fuerzas básicas del equipo. Muchos jóvenes por esa vía llegaron a formar parte de las diferentes categorías del Puebla.

Cuando me lo presentaron, tenía el suéter de portero peor que un periódico de hace tres días, no le cabía una arruga más. Solo le hice un comentario referente a su sudadera: “ Es la última vez que en este equipo te presentas con una sudadera sin planchar'' .Me imagino que le caí en la punta de sus… Al cabo de una semana, ya lo tenía entrenando en la categoría 85 y viviendo en mi casa.

Si algo me gusta de los porteros es la diferencia marcada que tienen con el resto de sus compañeros. Villalpando exageraba. Recuerdo un juego de Segunda División en Taxco vs. Real de Plata. En medio tiempo íbamos perdiendo 0-2 y Jorge en la portería. En el segundo tiempo, lo puse de delantero y con tres goles suyos, ganamos 3-2.

Para bien o para mal, siempre le pasaban cosas raras. Estando de vacaciones, a una semana de empezar su pretemporada en el primer equipo, con Nacho Palau de técnico del Puebla, estando de vacaciones con mi familia, se metió a jugar una cascarita en la playa, con tan poca fortuna que se rompió dos dedos del pie. Después vino la explicación al técnico achacando un accidente casero.

De esas anécdotas, en cancha y en vida, tengo muchas. Las de vida me las guardo por el simple hecho de que al verlo, hoy en día, veo que todo le sirvió: arrojó mucho al océano y al final tuvo una gran pesca. Independiente de su gran personalidad, sus cualidades de portero lo clasificaban como un jugador impredecible. Nunca tuve un jugador que en verdad me gustara o me divirtiera verlo jugar, a veces con aciertos y otras con errores, pero él era dueño del momento y solo él decidía lo inimaginable. Mi gran ilusión siempre fue verlo anotar en el cobro de un tiro de castigo, cosa que la vida me la dio con el portero Iván Vázquez Mellado, jugando para el Correcaminos vs. Querétaro en torneo de copa.

Por lo utilitario y cuadrado que veo la formación en los diferentes equipos, jugadores como Villalpando, hoy en día, solo los aguantarían dos semanas en su categoría, porque nadie quiere diferentes: hoy todos tienen que atenerse a un patrón general y si se les tiene que hacer una transfusión sanguínea, antes que aceptar su individualidad, se les hace.

Señores formadores: nuestro fútbol está repleto de jugadores iguales, que corren y cumplen una función. Yo les digo que solo llegarán a triunfar los que lo hacen de una forma diferente y en Jorge Villalpando Romo y muchos más que pasaron por esa fuerza básica está el ejemplo.