Boca Juniors perdió 2-1 ante Bayern Munich en el segundo partido del Grupo C del Mundial de Clubes 2025, complicó sus chances para acceder a octavos pero volvió a dar una prueba del carácter que pedía el hincha y ya había mostrado en el debut con Benfica.
El Mundial de Clubes llegó en un momento confuso del 2025 para Boca. Cortó el ciclo de Fernando Gago, quedó eliminado del Apertura e inició la era de Miguel Ángel Russo con más dudas que certezas.
La primera de todas, que también navegaba en la mente de todos los hinchas, era si el equipo iba a poder estar a la altura de lo que significaba este compromiso. Y es que el golpazo en Libertadores ante Alianza, la caída en el clásico ante River y la eliminación en casa contra Independiente daban pruebas suficientes como para dudar del rendimiento de este plantel de jugadores.
Con Russo a la cabeza, el entrenador tuvo que trabajar en un factor determinante, más todavía en esta clase de competencias: el anímico.
Los resultados se vieron inmediatamente, aún con pocas semanas de trabajo. No metió mano desde los nombres ni intentó cambios de esquemas extravagantes, sino que se encargó de mejorar el factor mental.
Benfica y Bayern fueron las dos primeras pruebas de Miguel en su nueva etapa, el tercer ciclo al frente de Boca, y claramente estuvo a la altura.
El 2-2 ante los portugueses fue una primera impresión positiva. Los hinchas, que hicieron su trabajo acompañando al plantel copando todos los lugares posibles de Miami, se vieron representados por una actuación que casi alcanzó para lograr tres puntos clave.
Se terminó escapando, fue un empate que al final dejó sabor a derrota pero que sirvió para el puntapié inicial antes del gran desafío del grupo: Bayern Munich.
Los alemanes, máquinas de verdad que venían de golear 10-0 al humilde Auckland, demostraron su superioridad dentro del campo rápidamente. Una calidad envidiable que se notaba ante cada contacto de balón, control y disposición en campo.
Aún con este panorama complejo, sumado al 1-0 que llegó mediante Harry Kane, Boca pudo emparejarlo por algunos tramos. No gracias a su fútbol, gracias a su corazón.
Al igual que en el debut, los 11 jugadores que salieron a la cancha dejaron la piel en cada pelota, independientemente de las dificultades que representaba enfrentar al equipo bávaro.
Una tarea titánica para contener los cientos de puntos fuerte del campeón de Bundesliga llevó a creer en la épica, que se tocó con las manos cuando Miguel Merentiel le hizo honor a su apodo para coronar una gran jugada individual.
Su festejo, de frente a la gente de Boca, lo representó todo. Se tocó el escudo, lo besó, justo a la misma altura de su corazón. El corazón de un Boca que terminó quedando vacío al presenciar el preciso zurdazo de Olise que venció a Marchesín y apagó la ilusión, rememorando que los alemanes son especialistas en romper el sueño argentino.
La bronca quedó a flor de piel entre los hinchas de Boca. No solamente por el 2-1, sino también con base en el 2-2 de días atrás. Dos resultados que, con el diario del viernes, muchos habrían "firmado", llegando con chances de clasificar a la tercera fecha.
Pero estas semanas de Boca en Miami no tratan exclusivamente de resultados deportivos. Trata de un cambio en la espiritualidad de un plantel que parecía derrotado, sin capacidad de reacción y cuyo vínculo con la hinchada más grande de Argentina se manifestaba prácticamente roto.
El trabajo de Russo recién comienza en Boca, pero sus frutos parecen haber llegado antes de lo pensado, cuando nadie lo esperaba. Su equipo recuperó mucho de lo que había perdido en años anteriores y lo más importante es que contó nuevamente con un factor clave dentro del campo de juego: el voto de confianza de su impresionante hinchada.
