No se trata de un "Last Dance". Ni Cristiano Ronaldo ni Lionel Messi han anunciado su retiro y ninguno ha ganado el título más importante del fútbol global, la Copa del Mundo, el evento alrededor del cual orbitaremos durante las próximas cinco semanas.
Tampoco se trata de un "Cambio de Guardia". Evidentemente, ambos tienen herederos aparentes; sin embargo, de sus dos obvios sucesores (Erling Haaland y Kylian Mbappe), uno verá Qatar 2022 por televisión porque la selección de Noruega no logró clasificar, mientras que el otro se encuentra rodeado por tanto talento en un seleccionado de Francia que ya es Campeón Mundial, que cuesta imaginárselo destacándose y viéndose obligado a cargar con su equipo de la misma forma que Cristiano y Leo lo han hecho regularmente con sus clubes y selecciones. (Una nota sobre Haaland: Un efecto colateral positivo de que la edición 2026 que se disputará en Estados Unidos, México y Canadá se "agrande" en un 50% al incluir 48 selecciones, significa que es mucho menos probable que las superestrellas dejen de participar).
Dicho en pocas palabras, se trata de dos de los mejores atletas que jamás hayan competido, en cualquier deporte, exprimiendo sus últimas gotas de astucia, garra y genialidad de sus cuerpos; agotados por tantas batallas, antes de que el Padre Tiempo haga caer los últimos granos de arena por el reloj.
Se jugará la final de este Mundial el próximo 18 de diciembre en el Estadio Lusail de Doha. Ambos lucharán por estar presentes porque, cuando llegue la próxima edición en julio de 2026, Cristiano tendrá 41 años y Messi, 39. Si bien están hechos de un material más resistente que el resto y su definición de "imposible" no es "no posible" sino "aún no logrado", el resto de nosotros vivimos en el mundo real, ese que se rige por las leyes de la física y la naturaleza.
De hecho, esa es la crueldad de este deporte. El gastado (y pueril) mantra de que sólo se puede formar parte de los Más Grandes de Todos los Tiempos si se ha ganado un campeonato (la misma idea que acosó a leyendas de la talla de Charles Barkley y Ted Williams) se hace especialmente tonto en este deporte. La selección en la que jugarás está definida por tu nacimiento y antepasados: no se llega a formar parte de un contendor al final de tu carrera. Los éxitos y fracasos se definen en apenas siete partidos y solo tienes una oportunidad cada cuatro años, lo que significa que la mayoría de los meros mortales solo pueden optar dos veces. (Obviamente, Cristiano y Messi no encajan en dicha categoría: para ambos, este será su quinto Mundial, empatando así el récord de apariciones en la competición)
Hay un detalle en todo esto. Durante la mayor parte de los últimos 15 años, creíamos que ellos eran Número 1 y Número 1A, ambos con trayectorias paralelas a través del tiempo y el espacio, redefiniendo un deporte y un negocio en el camino. Sin embargo, esta vez llegan a Doha desde lugares muy distintos.
Messi, que dejó el Barcelona (después de 21 temporadas con el club) para fichar por el Paris Saint-Germain hace dos veranos, actualmente está jugando el mejor fútbol demostrado por él desde que cumplió 30 años. Después de una primera campaña complicada en la Ciudad Luz, el argentino volvió descansado el verano pasado y ha brillado junto a Mbappé y Neymar como parte del ataque lleno de figuras del PSG. Es líder de la Ligue 1 en asistencias (10) y entre todas las competiciones, suma 12 goles en 19 encuentros como titular. Ninguno fue producto del cobro de penales. La última vez que acumuló tantos goles en juego abierto a mediados de noviembre fue la temporada 2018-19.
Asimismo, Messi tiene la serenidad conseguida tras un título importante con el seleccionado de Argentina: la Copa América 2021, logro que se hizo más dulce por el hecho de que ocurrió en Brasil, contra Brasil. Y, obviamente, está apoyado por un plantel que suma 35 encuentros sin conocer la derrota, racha que se remonta a julio de 2019. Si evitan perder en fase de grupos, romperán el récord de 37 partidos invictos, actualmente en posesión de Italia.
Por otra parte, los preparativos de Cristiano para este Mundial han sido de todos menos tranquilos. Tras la designación de Erik ten Hag como nuevo técnico del Manchester United, hubo serias dudas sobre si tenía sentido que el portugués formara parte del proceso de reconstrucción a largo plazo del club, dada su edad y estilo de juego. En muchos sentidos, dicha interrogante se ha respondido en la cancha: Solo ha disputado cuatro partidos como titular hasta mediados de noviembre, con apenas un gol. La última vez que eso ocurrió fue hace 19 años, en su temporada de debut con el United, cuando sólo tenía 19 años.
Y todo eso ocurrió antes de la explosiva entrevista concedida al periodista Piers Morgan en la que fustigó al club, afirmando que no sentía ningún respeto por Ten Hag. Fue la clase de ataque frontal no autorizado que probablemente signifique que no volverá a jugar con el United.
Para un jugador cuya carrera ha sido forjada en base a la rutina y la certeza (seis años con el Sporting, seis con el Manchester United, nueve con el Real Madrid, tres con la Juventus) ahora está dando, por decisión propia, un salto al vacío, sacrificando la popularidad (al menos entre los aficionados del United) ¿y para qué? Quizás ni él mismo lo sabe; quizás sólo quería la claridad de hacer borrón y cuenta nueva para poder centrarse únicamente en Qatar para después preocuparse de lo que vendrá en enero, si viene algo.
Si existe un punto en común, más allá de su legado interconectado, es que ambos sufrieron graves contratiempos en la previa a este Mundial.
Cristiano está pasando por ello. Imagínense ser el máximo goleador histórico tanto en el fútbol internacional como en el de clubes en sus categorías masculinas, imagínense ser el tercer goleador de la Premier League en la pasada temporada, y ahora tienes que lidiar con el hecho de sumar apenas un tanto. Una despedida emotiva y llena de lágrimas al Barcelona, rencores hacia el expresidente Josep María Bartomeu, una primera mitad de temporada en París en la cual (vaya paralelismo tan espeluznante) también anotó un solo gol en liga a estas instancias del campeonato.
Pero en la vida, al igual que en el deporte, los tiempos son importantes. Messi tuvo los seis peores meses de su carrera faltando un año para el Mundial. Cristiano está justo pasando por un pésimo momento y eso podría causar toda la diferencia.
Los Mundiales no crean figuras como solían hacerlo, ya que el deporte está tan globalizado que sabemos casi todo con respecto a prácticamente todo el mundo y hay muy pocas estrellas que descubrir. La próxima generación está lista para dar el salto y quizás hasta los hayan superado en la cancha.
Sin embargo, no se confundan. Por ahora, en cuanto a narrativa, atención, sangriento argumento y esperanzas de lograr un final hollywoodiense, nadie iguala a Leo y Cristiano.