LUSAIL (Enviado especial) -- El fútbol es contagio. En su dimensión anímica, que es quizás la más importante, la retroalimentación entre los futbolistas es fundamental. Un gesto individual tiene la potencia de empujar a todo el colectivo. En la victoria fundamental de la Selección Argentina sobre México por la segunda fecha de la Copa del Mundo de Qatar 2022, fue el ingreso de Enzo Fernández lo que impulsó la reacción de la Albiceleste. Su atrevimiento, fuerza y calidad fueron el combustible de un triunfo invaluable.
El rendimiento del equipo de Lionel Scaloni en el primer tiempo había evidenciado los mismos problemas que en el segundo contra Arabia Saudita. Un conjunto contenido, sin cambio de ritmo ni atrevimiento. Tuvo muy poco pase entre líneas, casi ninguna gambeta y muchos problemas para generar juego por dentro. Solo Alexis Mac Allister había intentado moverse y tocar. El nerviosisimo volvió a nublar los sentidos.
El juego central de los mediocampistas, que durante todo el ciclo fue el motor, no fluyó nunca. Rodrigo De Paul volvió a estar muy impreciso y sus ansias por recuperar su nivel lo hicieron equivocarse demasiado. No se entendió con Guido Rodríguez, que se movió muy atrás y casi como un tercer central, una función inútil contra un rival inofensivo. Ninguno pudo encontrar nunca a Lionel Messi y solo Ángel Di María tuvo algunos arrebatos individuales.
Argentina necesitaba descontracturarse. Y entonces, a los 15 minutos del segundo tiempo apareció el elemento que contagió a todos. Enzo Fernández ingresó a los 15 minutos del segundo tiempo para aportar su desorden, su desparpajo y su actitud irreverente. En ese primer tercio del complemento, la Selección había mostrado un poco más de arrojo para ir al frente, pero pocas ideas. La aparición fulgurante del mediocampista de Benfica terminó de impulsar a la Albiceleste.
Entró para jugar de mediocampista central pero con la postura exacta que requería el juego rápido para tocar y escalar, veloz para mostrarse como oferta de pase y con la lucidez necesaria para saber cuándo dejar su posición e ir al ataque. México estaba cada vez más metido atrás y un cinco posicional era innecesario. Un rebelde era menesteroso para ganar este encuentro clave.
Esa inyección de energía que aportó el número 24 desatascó a Argentina. Uno de sus primeros toques verticales activaron un ataque que Di María continuó y que Messi, con su genio incuestionable, convirtió en gol. Fue lo que necesitaba el seleccionado nacional para entrar de verdad en la Copa del Mundo. Para dejar atrás la derrota cotnra Arabia y volver a ser el equipo confiable y confiado que es.
Los minutos posteriores al gol fueron buenos. El juego fluyó mucho más, con Enzo como eje y Julián Álvarez como otro futbolista que aportó energía y desfachatez. El cuadro de Gerardo Martino intentó con timidez, pero nunca pudo superar a una defensa muy sólida y metida, con Cristian Romero como tercer central.
El segundo gol de Fernández no hizo más que confirmar su aparición estelar. Fue otra muestra de su calidad y, sobre todo de su carácter. Él, con solo 21 años y cuatro partidos internacionales, se puso por delante de una de las Selecciones más grandes del planeta y le mostró el camino. Un camino que desde hoy es más luminoso.