LUSAIL (Enviado especial) -- En el fútbol, cuando se habla de "tomar riesgos" se hace referencia a la búsqueda del arco rival como primer objetivo. Sin embargo, un riesgo también es jugar en campo propio con la meta primaria de cortar los circuitos del rival. Contra Portugal en la segunda fecha del grupo H de la Copa del Mundo de Qatar 2022, Uruguay tomó ese riesgo. Y sufrió.
La formación y el esquema táctico elegidos por Diego Alonso fueron una declaración de principios. Salió al campo de juego de Lusail a cederle la iniciativa a Portugal, resignar la posesión, ensanchar la cancha en defensa e intentar aprovechar las opciones aisladas que pueda generar. El plan era claro pero también riesgoso ante un adversario con semejante jerarquía individual. Cualquier acierto de los lusos podía desechar la idea charrúa, tal como sucedió.
Aunque para la tabla de posiciones la diferencia entre ganar y perder no era significativa (en ambos casos quedaba obligado a derrotar a Ghana en la última fecha para clasificar), Uruguay salió a jugar en campo propio. Pocos jugadores para tener la pelota en la mitad de la cancha, dos delanteros muy aislados y multitud cerca de Sergio Rochet. Todo funcionó hasta que Bruno Fernándes y Cristiano Ronaldo se encontraron, algo era muy fácil de imaginar posible.
En este Mundial, los seleccionados que apuestan al ataque tienen premio. Ha habido pocos casos de equipos que hicieron el gasto, que tuvieron la iniciativa y perdieron. Para lastimar, hay que salir a buscar el gol. Incluso en los partidos más cerrados, los momentos de apertura fueron gracias a intenciones ofensivas manifiestas. Hoy fue el turno de Portugal. Y el castigo para Uruguay.
La línea de tres no funcionó. Con pocos minutos de vuelo, estuvo descoordinada y solo la falta de profundidad del cuadro portugués la salvó de mayores problemas en el primer tiempo, sobre todo al inicio. Jugó bien cerca de Rochet y por momentos los laterales Mathias Olivera y Guillermo Varela se mostraron imprecisos en los retrocesos. No cubrió bien los espacios ni cumplió con la solidez que imaginaba el entrenador.
Los mediocampistas no marcaron ni generaron juego. Matías Vecino otra vez estuvo desconectado y contenido en una zona inofensiva. Casi nunca se encontraron con pases centrales y Matías Valverde quedó a mitad de camino entre su talento para atacar y sus obligaciones para retroceder. Solo Rodrigo Bentancur intentó soltarse y generó la mejor jugada del primer tiempo con un mano a mano que tapó muy bien Diogo Costa.
A los nueve minutos del segundo tiempo llegó el gol de Portugal y entonces Uruguay cambió. Y fue un equipo mucho más valiente, menos atado y más seguro de sí mismo. Primero ingresaron Giorgian de Arrascaeta y Facundo Pellistri. La línea de tres se desarmó y se formó un 4-4-2 mucho más claro y reconocible, con Valverde y Bentacur en el centro. Mucho más ordenado, el seleccionado charrúan empezó a tocar y los dos ingresos le dieron más chispa. Luego cambió a los dos atacantes y, con Luis Suárez y Maxi Gómez, renovó el aire también allí.
Esos buenos minutos sirvieron para demostrar que puede jugar con menos precauciones, aún frente a un rival que en principio tiene mejores individualidades. Porque una cosa es reconocerse inferior y buscar la forma de equilibrar esa diferencia y la otra es sentirse inferior y jugar con ataduras. El empate no llegó a pesar de la mejora y ahora deberá salir a ganar en la última jornada para no despedirse en primera fase. Al menos, Uruguay qué es lo que debe hacer y que no si quiere seguir adelante en el Mundial.