DOHA (Enviado especial) -- La felicidad explosiva por la victoria sobre Países Bajos en cuartos de final ya le dejó su lugar a la concentración para las semifinales de la Copa del Mundo del martes frente a Croacia. La Selección Argentina comenzó a preparar su próximo desafío y lo hará con alegría y compromiso total. Por eso, deberá enfocarse en cuáles fueron las virtudes y los defectos de su última actuación, porque en el aprendizaje estará una de las claves para dar otro paso rumbo al sueño.
El principal motivo de la clasificación a semis fue su carácter de hierro. Su capacidad de reponerse de dos goles postreros y su valentía para volver a imponer condiciones en un encuentro que parecía perdido por la simple inercia del empate neerlandés. Este aspecto está asegurado, porque si algo ha hecho el actual plantel argentino desde hace cuatro años fue demostrar que tiene personalidad y que su entrega es innegociable.
En cuanto a lo futbolístico, el triunfo por penales sobre la Naranja dejó una buena cantidad de conclusiones. La primera es que Argentina tiene versatilidad para adaptarse a cualquier adversario. En esta ocasión copió el sistema de Louis Van Gaal y jugó con una línea de tres en el fondo. El funcionamiento colectivo no se resintió y Países Bajos recién remató al arco por primera vez cuando descontó, a diez minutos del final.
El conjunto de Scaloni, a diferencia de los anteriores partidos, no tuvo la posesión la mayor parte del tiempo pero aún así manejó el juego, con salidas rápidas y mayor amplitud de los laterales. Mientras estuvo Rodrigo De Paul en el campo, controló el mediocampo y, con Alexis Mac Allister y Enzo Fernández, no sufrió frente a Frenkie De Jong, el mejor de la Naranja. Luego, sin el número 7 se perdió el eje y su salida fue una de las razones del desconcierto final.
Otra virtud que buscará repetir contra Croacia fue la solidez de su última línea. Una vez más, Nicolás Otamendi, Cristian Romero y Lisandro Martínez se pusieron al frente del cuidado de la victoria y, mientras los tres estuvieron en la cancha, Emiliano Martínez no sufrió sofocones. Una de las frases de Van Gaal que provocó el enojo argentino tuvo que ver con esto: su desprecio por las posibilidades albicelestes de utilizar este esquema con éxito. Sin embargo, el equipo dejó claro que tiene aceitada la idea y que es otra variante muy valiosa.
En ese sistema, el trabajo de los laterales es fundamental. En un duelo en el que los marcadores de punta neerlandeses aparecían como protagonistas en la previa, quienes brillaron fueron los argentinos. Nahuel Molina fue una de las figuras, no solo por el golazo del primer tiempo, sino por su claridad para sumarse al ataque y su disciplina para volver. Marcos Acuña, en tanto, no tuvo un buen primer tiempo pero en el segundo fue una de las figuras y generó el penal. En semis, el actual jugador de Sevilla no podrá jugar por acumulación de amarillas y Nicolás Tagliafico deberá imitar su actuación del complemento.
En las semifinales, Argentina tendrá el balón mucho más que en los cuartos. Y por eso la buena comunión que han generado Mac Allister y Fernández será muy importante. Ya han jugado tres partidos juntos desde el arranque y es una sociedad que crece día a día, con y sin la pelota. Su movilidad debe ser una de las claves para romper el cerrojo que propondrán los croatas.
Por supuesto, el último y más importante argumento argentino para lo que resta del Mundial se llama Lionel Messi. El número diez ha dejado claro que en Qatar es capaz de todo. Que no hay imposibles. Marca goles, asiste, lucha, gambetea, juega y hace jugar. Es el líder espiritual y futbolístico del equipo y en esta recta final está en condiciones de escribir su historia más significativa.
Hay algo que el seleccionado de Scaloni debe mejorar. En un torneo en el que cualquier desconexión o desconcentración se paga con la vida, los minutos finales contra Australia y Países Bajos no pueden repetirse. Las dos veces entró en una especie de trance desesperado y sufrió lo que no había sufrido antes. En el choque de cuartos de final, los cambios no funcionaron y al obvio empuje rival en busca del empate se sumó un desenfoque muy peligroso. Lo que había sido pierna fuerte e intensidad, se transformó en impaciencia y vehemencia excesiva e inútil.
Luego del empate, la Selección se encarriló de nuevo y volvió a trasladar su carácter y valentía al terreno futbolístico y no al de la disputa verbal. Messi se hizo cargo de la pelota y en el segundo tiempo de la prórroga hizo los méritos para ganar sin necesidad de pasar por los penales. Esa es la actitud que debe sostener contra Croacia. Porque no hubo una desconcentración, sino un exceso de pasión que puede nublar los sentidos. Manejar ese entusiasmo es una de las tareas para estos días.
Casi no hay tiempo de preparar el choque ante Croacia. Tres entrenamientos y otra vez a la cancha en Lusail. El penúltimo paso hacia la gloria. Argentina sabe bien que tiene argumentos de sobra para plantarse en la gran final y que cuenta con la mentalidad y el fútbol para hacerlo.