DOHA -- Estaba escrito. Esta sería la Noche de los Guerreros. El domingo, la Noche de los Genios. No defraudaron. Estos mismos habían empatado 0-0 en la fase de grupos. Pero se transfiguraron, para bendición del futbol y de las historias rancias de los juegos por el Tercer Lugar en Copas del Mundo, en el Estadio Al-Jhalifa con sus 44,137 espectadores dispuestos a regodearse con el mal llamado partido de la consolación.
Croacia 2-1 Marruecos. Pero qué batalla, ornamentada con el sudor y la sonrisa más pura, ésa, la de los jugadores libres, en su estado primitivo, infantil, gestacional. Lo que confirma que en el tribunal del futbol, puede haber vencedores, sin necesidad de haber vencidos.
Es así: cuando el futbol se juega sin urgencias, sin compromisos, sin necesidades, sin condicionamientos, sin “el matar o morir”. Esa generosidad del futbol, de jugar a agigantarse sin empequeñecer al adversario. Y eso hicieron Croacia y Marruecos.
En aquel 0-0 de la fase de grupos se gruñían, se roían. Esta noche del sábado, enaltecieron el futbol. Se abrazaban, se alentaban, se reían, se palmeaban. Despertaban de sus obligaciones de adultos, para volver a ser niños. Y el Estadio Al-Jhalifa encontró la remuneración colectiva de sus esfuerzos.
Porque si antes, en su primera cita, hubo desconfianza, rencor, ansiedad, sus sentimientos se purificaron. Y vaya que recurrieron a ese menú callejero del futbol, ése, el de la infancia, el del lote baldío, el de los callejones: taquitos, raspaditas, rabonas, túneles, y hasta un gol de palomita, el 1.0 de Croacia.
¿Se empujan? Sí, sin duda. ¿Se cometen faltas? Por supuesto. ¿Se codean al ir por el balón? Como debe ser. Pero no hay esa mala sangre, ese dolo, esa percepción por destruir. Cometen faltas porque es parte inevitable de la competencia. Pero usan cuchillo de palo, en lugar de dagas envenenadas.
Y con Marruecos en la cancha, la tribuna tenía que ser igual de espectacular. Con la misma sangre de su equipo, esa perenne consagración colectiva a la victoria. Sonora en las igualdades, sonora en las desventajas, sonora en los momentos de ventaja.
Apenas a la séptima voltereta del segundero, Croacia toma ventaja. El 1-0 es del hombre martirizado por Messi, ése, el de la máscara, el que persiguió al argentino como el ánima al cuerpo. Y Gvardiol define con vistosa palomita.
Pero, como en el barrio, la respuesta es inmediata. Marruecos sentencia con esa forma violenta, como si en lugar de tejer un suéter, con paciencia y devoción, tejieran un traje de asbesto para la guerra. 1-1, obra de Dari.
Y el 2-1, tiene ese sello del desparpajo croata. En uno de tantos merodeos en el área de los marroquíes, el balón es enviado a la izquierda, al arribo de Orsic, quien con la elegancia del guerrero que esculpe con cimitarras como si fuera un bisturí, cachetea el balón, a segundo palo, donde Bono estira la humanidad, pero es imposible siquiera acercarse a esa pelota codiciosa de red.
2-1 y al descanso 2-1, y la promesa de que el marcador será una golosina y que han salido dispuestos, ambos, a la encomienda de ratificar que el futbol tiene un sentimiento menos gracioso, pero más brutalmente fantasioso, cuando es la Noche de los Guerreros, en la víspera de la Noche de los Genios.
Oportunidades hubo en la segunda mitad. Lances de Livakovic y de Bono para conjurar los acercamientos de ambas ofensivas. Balones que decían hola y adiós a los largueros en su viaje desesperado y erróneo.
En semejante concierto, con jugadores agotados, víctimas de un trajín intenso, que resistieron hasta las semifinales por la fortaleza de un corazón guerrero, la figura vuelve a ser Luka Modric, esta vez, sin la misión exorbitante de cargar a cuestas la dimensión de un milagro.
Y claro, el juez de la jornada, el silbante Abdulrahman Al-Jassim, árbitro qatarí, colabora con el tono festivo con sus yerros, especialmente, un par de penaltis que se negó a cobrar y que en el VAR decidieron ignorar a pesar de la desesperación y frustración de los entrenadores Zlatko Dalic y Walid Regragui. Incluso la silbante receta una amarilla innecesaria a Selim Amallah por un testereo inocente sobre un adversario.
El marcador no se alteró. Y en la Noche de los Guerreros, Croacia levantó la llama, tantas veces olvidada, ésa, la del Tercer Lugar.