SANTIAGO DEL ESTERO (Enviado especial) -- La Selección Argentina comenzó su camino en el Mundial Sub 20 con un triunfo sufrido pero muy valioso. Sus argumentos para vencer a Uzbekistán en Santiago del Estero se encuentran en la calidad de sus jugadores. En la individualidad de los mediocampistas y los atacantes. Aún debe mejorar en su funcionamiento colectivo si quiere dar pelea por el título. Y, en ese sentido, los cambios de Javier Mascherano en el segundo tiempo pueden traer soluciones.
El primer rival expuso algunas debilidades ya conocidas en el seleccionado local. Debilidades que le costaron la clasificación por la vía natural del Sudamericano. Un equipo bien formado, trabajado y consciente de sus virtudes y defectos puede complicar a cualquier conjunto de individualidades, sin importar qué tan buenas sean. Entonces, el principal objetivo del cuerpo técnico debe ser mejorar el trabajo grupal para potenciar a figuras como Valentín Carboni y Brian Aguirre, los mejores del debut.
En el mediocampo se definen los partidos, dice un lugar común. Y, más allá de la discusión acerca de la veracidad de este enunciado, está claro que el trabajo de los mediocampistas es fundamental. En esa zona estuvieron algunos de los problemas de Argentina. Mateo Tanlongo y Máximo Perrone no se entendieron y sufrieron tanto en el posicionamiento con y sin pelota como en la salida y en el retroceso.
El exjugador de Rosario Central estuvo impreciso y no terminó de afirmarse como eje. Sus dificultades se contagiaron al actual futbolista de Manchester City, que demostró su calidad con algunos pases pero no fue influyente. Carboni se hizo figura cuando se plantó en una posición más ofensiva. Él fue el encargado de ir hacia adelante, algo que ninguno de los otros dos mediocampistas hizo.
Los ingresos de Federico Redondo (a los 12 minutos del complemento) e Ignacio Miramón (a los 26) equilibraron al equipo. Primero, por su experiencia en el fútbol argentino. Ambos tienen una buena cantidad de partidos en sus espaldas con las camisetas de Argentinos Juniors y Gimnasia La Plata. Esa virtud invisible le dio tranquilidad al resto del seleccionado. Juegan con la seguridad de futbolistas ya formados. Con el aplomo de los ya afianzados en Primera.
Además de serenidad, Redondo le otorgó presencia y precisión a la salida. Su inteligencia para posicionarse compensa su aparente lentitud y su pase firme ordena. Y todo esto sin hablar de su elegencia y sus movimientos estéticos. Verlo trotar la cancha no solo alegra a los nostálgicos por el parecido con su padre, sino también a los jóvenes que saben apreciar el fútbol bien jugado.
Por su parte, Miramón ingresó algo después pero le dio equilibrio y articuló mejor al mediocampo con la defensa. Con él, los centrales Valentín Gómez y Luciano Di Lolli jugaron más tranquilos. En un equipo volcado a cuidar el resultado con la pelota, el volante de Gimnasia cumplió con mejores relevos defensivos y se entendió bien con Redondo en la distribución.
Luka Romero también ingresó bien. Le puso frescura a un momento del partido en el que Argentina no tenía el balón y fue una buena compañía para Aguirre en la otra banda. Allí el titular es Matías Soulé, pero su juego es diferente. El de Juventus juega más cerrado y tiene menos explosión. Es más cerebral. En cambio, el de Lazio puede jugar al desborde. Es una variante que puede ser clave en momentos puntuales y contra rivales particulares. Como también lo es Gino Infantino, que si juega más adelante de lo que lo hizo en el Sudamericano puede ayudar a la presión y a la recuperación rápida.
Redondo y Miramón. Fútbol argentino puro para potenciar al crack que viene de Europa. Quizás en esa síntesis esté la respuesta para la pregunta de si esta Selección puede se campeona del mundo Sub 20.