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Uruguay, la tierra de la raza inexplicable que volvió a conquistar un Mundial

Uruguayos, la raza inexplicable. Un país único. Diferente. Una tierra donde sus hijos nacen acostumbrados a pelear con lo que tienen. Acá no hay abundancia. Acá hay que luchar. El fútbol de su tierra es el fiel reflejo.

Mientras en Brasil y Argentina disponen de más opciones para elegir jugadores, en el país de los tres millones y medio de habitantes son un puñado.

Pero Uruguay es orgullo. Desde el himno hasta el escudo de su camiseta. Una tradición que se transmite de generación en generación.

El pequeño país lo hizo de nuevo. Otra vez campeón del mundo. Y el mundo no se lo puede explicar.

El fútbol uruguayo no es el paraíso. La mayoría de los botijas la pelean con miles de dificultades en las divisiones formativas en procura de su sueño. Los gurises se alimentan con lo que pueden, no con lo que deben. Desayunan con una bolsa de bizcochos. En los clubes no existe la infraestructura que se dispone en otros países. Pero hay hambre por salir adelante, sobreponerse a la adversidad, y un detalle que hace diferente a los habitantes de su tierra: jamás temen. Su himno los obliga: "¡Sabremos cumplir! ¡Sabremos cumplir!", gritan con rebeldía sus jugadores en la estrofa final.

La Selección Sub 20 de Uruguay ganó el Mundial de Argenina siendo el fiel reflejo de los uruguayos. Por eso la gente se identificó con ellos. Porque ante cada golpe o mala noticia recibida, iban a la cancha y daban la cara. A la uruguaya.

¿Real Madrid no cedió a Álvaro Rodríguez? Aparecieron otros delanteros. ¿Se lesionaron Abaldo y Ferrari? ¿Suspendieron a Luciano Rodríguez? Sacó la cara Anderson Duarte. ¿Se lesionaron los laterales? Apareció Chagas, que es volante, pero hizo el esfuerzo de ocupar otro rol. ¿El equipo se quedó con escasas variantes en el banco de suplentes? Ferrari se recuperó en tiempo récord al tiempo que Ponte y Abaldo, pese a estar descartados por lesiones, pidieron vestirse y estar en el banco. En definitiva, un equipo.

En su libro La metamorfosis, Pep Guardiola escribió: “¿Qué es un equipo? Una congregación de fuerzas: futbolistas, entrenadores, hinchas, contexto compuesto en que se encuentran inmersos, contexto compuesto por rivales, periodistas, el azar y el momento histórico que a cada cual le toca vivir. Y, principalmente, un equipo es la voluntad de ser. Un equipo es querer serlo. Construir un nosotros a partir de numerosos yo. Construirlo y dirigirlo con un rumbo concreto. Un equipo es un pacto. Y el fútbol es de los equipos. Los buenos entrenadores viven dos vidas: la suya propia y la de sus equipos”.

Y justamente el técnico de la Sub 20 de Uruguay, Marcelo Broli, es el típico uruguayo de perfil bajo. Un tipo que transmite tranquilidad, sobriedad y humildad. Jamás una voz fuera de lugar.

El Uruguay de Broli fue un equipo. Solidario, generoso en el esfuerzo, donde la figura siempre fue el grupo. Y bajo esas condiciones, el equipo Celeste fue superando escollos y adversidades hasta conseguir otra vez el milagro de ser campeón del mundo.

El destino parecía escrito. Como el libreto de una película. Todo parecía en contra. Bajas, lesiones, escasos suplentes, y hasta alguna tarjeta roja que le perdonaron a un jugador de Italia, pero como dijo Broli: “Tenemos eso increíble los uruguayos que vamos por sueños que son bastante difíciles de creer”.

Y el sueño se cumplió. La gloria llegó otra vez a la tierra que respira fútbol. Parece mentira. Uruguay ganó el Mundial como más le gusta a su gente. Sobreponiéndose a las adversidades, con agonía, esfuerzo y con los ojos llenos de lágrimas. Fiel a una forma de vivir y sentir el fútbol de esa inexplicable raza que son los uruguayos. Un país chiquito, con un fútbol grande.