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A los 80 años, Pelé más O'Rei que Messi y Cristiano

LOS ÁNGELES -- Cumple 80 años. 64 de ellos viviendo y sobreviviendo entre reflectores. Sí, desde su debut a los 16 años con el Santos de Brasil. Y hasta hoy, a los 80, manteniéndose como el punto inalcanzable de referencia para el resto de los futbolistas. Pelé, O’Rei, para el Viejo y el Nuevo Testamento del Futbol Mundial. Sí, dice Edson Arantes do Nascimento, en su acta de bautizo.

En Tres Corazones, Minas Gerais, Brasil, hace 80 años, nació el mejor futbolista de la historia. Lo llevaba en la sangre: su padre, Dondinho, jugó para Atlético Mineiro. Aunque su mayor orgullo, incomprobable, por cierto, y tal vez para no palidecer ante el meteórico impacto de su hijo, era que “yo tengo un récord que Edson jamás alcanzará, marqué ocho goles de cabeza en un juego”. Ni Ripley ni Guinness encontraron pruebas de ello.

El ocio y el morbo engendran desesperadamente arquetipos, modelos de comparación. En el futbol, Pelé es el punto equidistante de referencia. El Himalaya. Hay quien asegura que Garrincha era mejor que él. Hay quienes opinan que Maradona fue superior a él. Hay quienes se desgarran las vestiduras para afirmar que Messi es mejor que él. Hay quienes creen que Cristiano Ronaldo compite con él.

Y claro, los hubiera. “Ronaldinho hubiera sido mejor, pero…”. “Ronaldo Nazario hubiera sido mejor, pero…”. “Johan Cruyff hubiera sido mejor, pero…”. Ya se sabe, el hubiera es ese limbo donde nacen, crecen, se reproducen y mueren los engendros y gerundios creativos o de la frustración, o de la ociosidad y la intriga.

Su historia es de dominio público. Maravilló en el Mundial de Suecia; Tricampeón del Mundo con Brasil; ganó todo con el Santos; no jugó en Europa porque el gobierno lo declaró patrimonio nacional; provocó una tregua de 48 horas en la Guerra de Biafra, una de las más sangrientas de la humanidad (más de un millón de muertos); anotó 1,281 goles; fue la piedra angular del surgimiento del futbol profesional en Estados Unidos, y declaró a México como su segunda patria, y a Guadalajara como la ciudad con su cuarto corazón (él nació, recuerde, en Tres Corazones).

Hasta el error, lo bordaba con preciosismos. Pelé tiene los tres goles frustrados más estremecedores de los mundiales. Un disparo desde media cancha contra Checoslovaquia y los estertores de Víktor; el fantasmagórico amague sobre Mazurkiewicz ante Uruguay, y ese remate que se escurre a un lado del poste, y el portentoso cabezazo que Gordon Banks anula, en la atajada considerada como la más espectacular en la historia del futbol mundial.

Pero, eso, Usted ya lo sabe. O debería saberlo. Y si no lo sabía, dedíquese a recetas de cocina vegana. Pero, es Pelé, en su universo, mejor que Messi y Cristiano, en los suyos.

¿Recuerda que se lo advertí? El hubiera también invita a esos espejismos de la intriga y de la ociosidad. Bienvenido.

1.- CANTIDAD DE GOLES…

Pelé sumó 1,281 anotaciones. Cierto, en ese alucinante total se contabilizan hasta los de cascaritas en años bisiestos. Pero, los oficiales hacen enmudecer a los escépticos. 643 con el Santos, 37 con el Cosmos de Nueva York, y 77 con Brasil.

Messi y Cristiano no están lejos de él, además con cifras que son más precisas hoy que los tiempos de ábaco con O’Rei. El argentino suma 71 goles con la albiceleste y estaría a seis de alcanzarlo, con todo el proceso mundialista y Catar 2022 por delante.

Con el Barcelona, Lionel Messi llegó a 635 goles este martes con el marcado al Ferencvaros en la Champions. En anotaciones con un solo club, estará solamente a ocho de los 643 de Pelé con el Santos, sin contar entonces con los 37 que agregó en el Cosmos.

Cristiano Ronaldo, por su parte, no está lejos de las cifras de Edson Arantes. Un total de 740 entre cuatro clubes (Sporting Lisboa, Manchester United, Real Madrid y Juventus), y selección portuguesa, rubro en el que ya rebasó a Pelé y a Messi, con un total de 100.

Así como las estadísticas titubean un poco al hacer el recuento de los goles de Pelé, quien asegura que podría agregarse un centenar más a la lista, Messi y Cristiano suman una mayor cantidad de partidos por año, a los que libraba el brasileño, a veces más involucrados en giras con el Santos, que, incluso, juegos oficiales con la selección.

2.- PODERÍO FÍSICO…

Los contemporáneos de Pelé lo avalan. Su propio físico era el de una poderosa bestia de competencia. A eso se agregaba la seriedad en cada entrenamiento. Entendía el liderazgo de disciplina, dentro del equipo, que él representaba.

“Era el que más trabajaba, era el ejemplo para todos”, ha relatado Roberto Rivelino, en torno a la preparación de Edson con la selección brasileño.

Mario Lobo Zagallo fue contundente: “Es el jugador más competitivo del mundo. Sabe que es el mejor y se prepara para ser mejor que él mismo. Y eso facilita dirigir a un grupo con él como ejemplo”.

“Ha sido el futbolista más inteligente, el más hábil, el más rápido con el balón, el más inteligente, el más potente, con un poderío físico inigualable. Él hubiera podido triunfar en cualquier deporte”, declaró Joao Havelange antes del Mundial de México en 1970.

Sus actuaciones lo ratificaban. Con un regate y amague, excepcionales. Capaz de recortar en espacios cortos o en desbordes largos, por su explosividad y repentización. Implacable con ambas piernas y sus remates de cabeza eran colosales, más allá de la atajada de Gordon Banks, la anotación ante Italia, suspendiéndose en el aire, precedió a lo que después colapsó al mundo observando a Michael Jordan.

No llevaba una vida asceta, ni franciscana. Sus aventuras amorosas, pasando por los chismorreos sobre cómo perdió su virginidad, hasta eventuales fugas de las concentraciones, revelan su adicción a todo tipo de deslices de alcoba.

¿Hoy? Imagínese Usted a Pelé con la calidad y capacidad tecnológica para desarrollar el potencial de un atleta. Imagínese con la cantidad de suplementos, de privilegios nutricionales, y de recursos para el desarrollo y la evolución atlética de un futbolista. Él ya se acercaba el físico de Cristiano Ronaldo sin las rutinas del portugués.

¿Puede concebir a Pelé con un poderío físico optimizado, a la velocidad del futbol actual, con la repentización, creatividad, explosividad, y la mezcla del regate corto (Messi) y el desborde largo (Cristiano), saltando como felino y con la perfección de remates vistosos?

Sí, estamos en el paraíso límbico de los espejismos. No sirve de nada, pero como regocija. Hoy, Pelé sería más que ambos, porque contaría con lo propio de su raza, de su sangre, de su ADN brasileño, y todo esto puesto al servicio de los mejores atributos de ambos.

3.- LIDERAZGO…

Una necedad. Borremos a Messi en este renglón. Un personaje que en una Final de una Copa del Mundo, siendo capitán, se aísla de sus compañeros, clava la vista en el suelo, y empieza a dar vueltas en el infinito círculo de la impotencia, no cabe en este escenario.

Cristiano Ronaldo es un líder de un universo muy restringido: el universo de Cristianolandia. Fuera de él, es uno más. Ha quedado en evidencia en sus equipos y en su selección, e incluso sin olvidar incluso aquella actuación fastuosa del 3-3 entre Portugal y España en el Mundial de Rusia. Eso es una personalidad de un auténtico líder, que se negó a ser líder por negarse a ser gremial.

En el caso de Pelé, abundan las referencias. Una de las más poderosas, que delinea el perfil legítimo de líder, ocurre antes del partido ante Uruguay en el Mundial de 1970. Un juego al que el Scratch do Ouro llegaba con una tara, un trauma, un pánico, un tabú, con un complejo a cuestas: el Maracanazo.

Sabida es la historia de que al ver llorar a su padre aquella aciaga jornada de la Final del Mundial de 1950, Pelé le prometió a Dondinho: “Seré jugador de la selección y ganaremos la Copa del Mundo”.

En la víspera, relatan cronistas de aquel entorno en Guadalajara, se masticaba nerviosismo, histeria. Era Uruguay. ¡Y qué Uruguay! Ladislao Mazurkiewicz, Pocho Cortés, Víctor Espárrago, Roberto Matosas, Luis Cubilla, Montero Castillo, Atilio Ancheta. En cada jugada, se quedaban con el balón, el tobillo y la cervical del adversario. Rudos como carniceros, pero tan técnicos como para encantar.

Antes del partido, Rivelino, Gerson y el mismo Zagallo hablaron con el grupo. Quisieron convencerlos que el Maracanazo era una pesadilla estéril, sin descendencia. Cubilla perfora al minuto 18. Brasil, desacertado. Clodoaldo aparece al 45 como el inesperado redentor. 1-1 al descanso. Del nerviosismo al pánico. Medio tiempo.

Pelé se dio cuenta que era el momento de que O’Rei se dirigiera a su corte. Y lo hizo. Habló con cada uno primero. Y después habló ante todos. Exorcizó los demonios del miedo. Cuando el mejor jugador de futbol se materializa como el capitán, el líder, el guía, y como El Rey, las arpías escapan por las ventanas. Concierto de Brasil: Jairzinho y Rivelino completaron la obra. 3-1, Pelé, la figura.

“Después de escuchar a Pelé ese día, en el entretiempo, sabíamos que seríamos campeones del mundo, porque él mismo nos lo dijo”, ha recordado Gerson reiteradamente.

Y como esa anécdota hay otras muchas, incluso, en el imberbe momento de sus 17 años en el Mundial de Suecia. Sí, liderazgo es guiar al ejército, pero como un ejército de iguales; no es ser el lobo de un rebaño de ovejas, sino ser un lobo más en una jauría de lobos. Y, obviamente, no esconderse en los temores de uno mismo o en la soberbia de uno mismo.

4.- CARISMA…

Los triunfadores llevan el carisma en su estado natural. Es un halo inseparable. Es como tener a Monica Bellucci en Relaciones Públicas. Lionel Messi no necesita mover un dedo en sus redes sociales, para que la simpleza generosa y maravillosa de su futbol, ya lo convierta en uno de los seres más venerados del planeta. Enemigo de discursos, tímido, sin embargo, cuando puede y cuando debe, desciende del trono con la humildad que debe ser proporcional a su grandeza.

Y así como el argentina tiene su fundación con aportaciones millonarias a diversas causas, a pesar de extraños manejos fiscales de su padre, Cristiano Ronaldo compite en generosidad, devolviendo a quien lo necesita, las bondades que ha tenido el futbol.

El portugués vive en la acera de enfrente de la popularidad, en el dintel de la extravagancia, con escala en Marruecos. Cada seguidor en redes sociales, es un aporte invaluable a su ya invaluable fortuna. Se describió alguna vez y sin arrobo o congoja, se mantiene en la línea: “Me tienen envidia porque soy rico, guapo, y buen jugador”.

Incluso, afectado por COVID-19, en un mensaje equivocado y confuso, pero ofreció en redes sociales una fotografía, sonriente, bronceado y mostrado la perfección física de su cuerpo. A cada “like” a esa imagden, su contador ingresa un euro a la fortuna del portugués.

Difícil precisar cómo reaccionaría Pelé en estos tiempos de desenfreno y delirio mediáticos. Sin embargo, nunca negó una foto, un autógrafo, ni condicionó una entrevista. Nunca dudó en tener un detalle con personas con capacidades especiales, ni en hacer apariciones públicas de beneficencia, además de tener un vis artístico: tocaba la guitarra magistralmente, y sin una gran voz, no desentonaba. Grabó dos discos de gran difusión en el mundo.

Como puede verse, de porcelanas distintas, pero cada uno sería capaz de aglutinar asombros, idolatrías y credos, en el mercado veleidoso de la fascinación carismática.

Afortunadamente, fueron épocas distintas. El destino es maquiavélicamente inteligente. Si ya hay un caos de controversia con Messi y Cristiano coexistiendo, ¿se imagina usted un triunvirato, con estos dos y encima con Su Majestad O’Rei Pelé, en un mismo escenario y con la difusión mediática actual?

Al final, apelo a su escepticismo, a su recelo y a su suspicacia: ¿cree, como yo, que Pelé rebasaría a Messi y a Cristiano en condiciones similares?

Por ejemplo, el argentino, en los años cincuenta, sin la hormona del crecimiento, ¿se habría desarrollado futbolística y saludablemente?

El portugués, en los años cincuenta, bajo el autoritarismo paterno, ¿habría podido dedicarse en cuerpo y alma a ser futbolista?

Bienvenido a esta montaña rusa del limbo del hubiera, donde según Ramón de Campoamor, “nada es verdad y nada es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”.