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Los referentes de Colombia, entre ausentes y muy conflictuados en un partido muy triste ante Argentina

James, Díaz y Borré, en una imagen de lamento ante Argentina EFE

CÓRDOBA (Enviado especial) - Languideció la Selección Colombia en Córdoba. Llegó con la necesidad de hacer un partido perfecto ante un rival muy grande y en una situación límite. Era hoy o nunca. Fue nunca. Y la principal razón fue la ausencia de actitud competitiva contra una Argentina que no se jugaba nada pero que se plantó con la intensidad de una final ante un rival que decidió ser un partenaire durante buena parte del juego. Ni siquiera los referentes, acostumbrados a citas de prestigio como esta, pudieron tirar del equipo.

Los motivos y consecuencias de la decisión de jugar de este modo serán analizadas de forma más fría en los próximos días. Lo seguro en este momento, con las pulsaciones todavías altas y la angustia aún en la garganta, es que Colombia no dio la talla. No salió a jugar con el apetito que merecían las circunstancias. Le dejó la iniciativa al local, que con el balón sabe muy bien como progresar. Y tampoco defendió bien. El gol parecía cuestión de tiempo y llegó.

La reacción del segundo tiempo fue por obligación, no por elección. Tímida, sin continuidad ni convicción. Las presiones fueron descoordinadas, como si no estuvieran en el plan de juego. Los avances fueron gracias a arrebatos individuales de Luis Díaz o de Luis Suárez y Diego Valoyes, dos suplentes que al menos mostraron ganas. Demasiado poco para un desafío tan grande.

Los referentes, que en estas instancias deben ser quienes lideren la manada, estuvieron muy lejos de hacerlo. David Ospina fue al banco de suplentes, una decisión llamativa de Reinaldo Rueda después de su tarde fallida en Barranquilla contra Perú. Camilo Vargas atajó bien, pero no es lo mismo tener en la portería al jugador con más presencias de la historia.

A Juan Guillermo Cuadrado se lo vio enemistado con todos. Con rivales, compañeros, cuerpo técnico y árbitros. Fastidioso, como enojado con todo el escenario. Su fútbol alegre se extrañó y mucho en Córdoba. Durante el primer tiempo habló mucho con James, porque comenzó como mediocampista interior pero luego intentó ir por la banda. No funcionó en ninguno de los sectores.

En el segundo tiempo sí fue más por afuera, pero continuó con esa actitud beligerante que no le permitió meterse nunca de verdad en el juego. Sin su aporte, Colombia no solo sufrió el muy mal desempeño de uno de sus referentes sino que también estuvo desequilibrada en el mediocampo.

Lo de James fue un símbolo del presente del seleccionado. Un doloroso símbolo. Lejísimos de sus mejores días, cansado y poco participativo, el cucuteño no pudo hacerse dueño del equipo. No buscó hacerse cargo de la pelota cuando más pesaba y su posición como extremo conspiró contra eso. Salió en el segundo tiempo, una muestra de su presente. Ya no es el líder incuestionable de la Tricolor.

El cuarto capitán, Radamel Falcao García, fue al banco como Ospina. Ingresó para jugar los últimos 15 minutos pero casi no tocó la pelota. Otra imagen muy triste de una noche aciaga. Deambuló por el área, luchó contra los centrales y perdió. Su leyenda supera por mucho este presente.

Los referentes no aparecieron y detrás de ellos, todo el plantel sufrió. Colombia tiene un pie y medio fuera de la Copa del Mundo y esta realidad parece una mala película de terror, pero es tan real como esos siete partidos consecutivos sin goles.