Coinciden todos, los más jóvenes, los más viejos, jugadores, entrenadores, dirigentes. Era una persona excepcional, radiante, querida. Su sonrisa y sus valores parecían ser su constante. El fallecimiento de Gabriela Pando golpeó al hockey entero. Nacida en 1970, se puso la camiseta de Argentina entre 1989 y 1998 y consiguió la medalla de oro en los Juegos Panamericanos de 1995 y también fue distinguida con el premio Olimpia de Plata en 1992.
Pero los premios más importantes los ganó con el cariño del mundo de este deporte. Tanto fue así que luego de su momento de jugadora fue convocada por Confederación para ser ese nexo que resulta fundamental para quienes son partes de un plantel: Jefa de equipo. En 2014 la llamaron para sumarse.
Profesora de Educación Física de profesión y vocación, combinó lo que aprendió pero sobre todo actuó con Las Leonas a partir de su experiencia. Con frases motivadoras intentaba llegar a ellas para generarles eso que ella sentía cuando tenía que entrar a una cancha. Tenía prioridades claras también, su familia, su compañero y sus tres hijos estaban por delante de todo. Y eso, también era parte de lo que enseñaba.
Velaba por la unión y la conformidad, por mantener el legado que había comenzado hace tiempo, que ella sintió en el Mundial de Utrecht 1998. En su época, no se llamaban Las Leonas porque nacieron en Sidney 2000, pero el concepto ya lo tenía en la piel.
En 2018, se volvió a calzar la camiseta con los colores del país, fue para el Mundial +40 que disputó también con Vanina Oneto y Cecilia Rognoni, entre otras. Y sí, fue campeona. Una medalla más a la vitrina.
El adiós a Gabriela Pando, cala hondo. Abrazó durante años al hockey, lo cuidó. Ahora el hockey la recordará para siempre.