Anabel Gambero le escapa a los medios, no es proclive a las notas ni a la exposición, pero los 25 años de Las Leonas resultó ser la excusa perfecta para abrirle las puertas de su club a ESPN.com y dialogar, desde el lugar que la vio nacer deportivamente, sobre el aniversario del fuego sagrado que le corre por las venas.
Para comenzar, Ana se atrevió a desarrollar el significado que representa en ella ser una Leona y recordar los pasos más gratos de su vida deportiva junto a la selección: “Es un orgullo muy grande. Si bien una ya después de tantos años se ve un poco afuera de todo. Cuando vienen los torneos, cuando las veo, me siento como que estoy ahí ayudándolas desde afuera. Creo que te queda el orgullo de haber estado y haber participado de todos esos torneos y de esos momentos de, por ejemplo, a veces escuchar el himno y emocionarme. Porque sé lo que están sintiendo por haberlo vivido".
Del caos de la tempestad, a la ilusión por verse brillar
Argentina se topó en Sídney con un error de interpretación del torneo, en el cuál pasaba a la fase final sin ningún punto acumulado y debería ganarle a Países Bajos para aspirar a llegar tan lejos como se habían planteado.
“En el momento fue medio un caos, se nos vino todo abajo, pero después tuvimos charlas emocionales y nos fuimos levantando. Nosotras llegamos con una meta, que era pegar el salto ahí. Creo que todas, individualmente lo sentía, de un día para el otro no nos importó eso de estar con cero puntos, de tener menos posibilidades que otros países”.
“Partido a partido fuimos notando que estábamos cerca de lograrlo. Sabíamos que Australia era durísimo, pero cuando llegamos a la final jugábamos de igual a igual. No nos importaba, estábamos ahí y sabíamos que podíamos ganar o no, pero dejamos todo sabiendo que hicimos todo lo que podíamos hacer”, testificó Gambero.
"No nos quedamos con nada por dejar"
Después de consumada la final, y con el resultado adverso en el partido por el oro, todo era dolor por la derrota… pero no duró mucho la desazón: “Recuerdo que fueron unos minutos de tristeza, pero enseguida recordamos todo lo que fuimos pasando y a lo que llegamos. Realmente estábamos jugando una final en un Juego Olímpico y habíamos sacado una medalla de plata. Ahí ya empezamos a festejar todo lo que habíamos logrado. Las australianas nos miraban y no podían creer. Parecía que habíamos ganado nosotras, pero para nuestro equipo era un logro tremendo, al final sacamos todo eso que veníamos cargando desde que empezó el torneo y ahí desatamos la felicidad”.
Pero la trayectoria de Anabel comenzó mucho antes, casi tanto como el primer instante que hizo el click para dedicarse plenamente a lo que la hacía feliz: “Creo que fue en el momento que nos convocaron a un grupo para ir a entrenar a Capital, al Club de Amigos, y ahí es donde la conocí a Jor (Rimoldi), a Vana (Oneto), a Paulita Castelli y empecé a entrenar en el sintético, con jugadoras ya más destacadas y me salió como ¡guau!, hoy llegué a otro lugar. Ahí es cuando me di cuenta de que me tenía que esforzar para seguir y encontré la meta como para llegar a la selección”.
Para comprender todo este relato, también hay que hacer hincapié en el ejercicio y apoyo que logró en su Alemán de Quilmes para llegar a lo más alto: “El club tuvo muchísima importancia, acá empecé a disfrutar el deporte y lo seguí disfrutando durante años. Tengo mis mejores amigas, las que quisieron que yo intente seguir jugando y gracias a eso poder llegar a la selección. Siempre digo que le agradezco a Diego Allona (también jugador de Alemán y del seleccionado masculino) que fue mi entrenador, quien insistió y ayudó a que siguiera adelante, así pude con los años ir acentuándome y poder disfrutar de esto”.
En la actualidad, a pesar de todas las falencias y precariedad que se encuentra el CeNARD, los seleccionados tienen un lugar para juntarse… pero no siempre fue así: “Hubo año que entrenábamos a las once de la noche en el predio de Marangoni, porque había ahí un sintético, arrancábamos a las once hasta la una de la mañana y vos decís ahora no lo iríamos ni locas, pero nosotros íbamos. Es como que el grupo estaba bien y hacíamos lo que nos decían y nos parecía bien”, aseveró Ana.
Y continúo: “Debíamos poner nuestras propias bochas y después te las llevabas. Más adelante teníamos que ir a entrenar a otros lugares, como que te iban avisando dónde te tocaba, porque no había un lugar definido donde entrenaban las selecciones. La verdad que era muy diferente”.
Pero dentro de todo ese contexto, ¿qué es lo que la llevó a Gambero a movilizarse desde la Zona Sur de Buenos Aires a perseguir un sueño que empezó a estar más claro con el tiempo? “Creo que pasó más por el grupo que se fue armando, porque empecé a disfrutar de jugar con las chicas, sabía que era más exigente y no me molestaba levantarme a las seis y cuarto de la mañana y entrenar, iba feliz porque lo disfrutaba, hacía lo que me gustaba y encima había conseguido amigas ahí. Eso fue lo que me llevó a querer seguir estando, además, cuando empezás a ver las que ya estaban en la selección y ver la camiseta, es como que eso te va llevando a querer estar”.
Más allá de la pasión por el deporte, integrar un buen grupo humano y defender a su país, hubo un instante que cambió todo para siempre y la mediocampista se lo contó a este medio: “El momento que haces el click, que te pasan imágenes de todo tipo, del esfuerzo que hiciste para llegar, de tu familia, de tus amigas, de tu club, te pasan un montón de cosas. Es cuando escuchás el himno, no sé si responsabilidad, pero es como una responsabilidad que tenés de llevar la camiseta puesta y de jugar. A veces es difícil explicarlo en palabras, pero es un orgullo tremendo, es trasladar todo el esfuerzo y los entrenamientos que hiciste durante años".
Luego de todo lo vivido, por todo lo entregado, tuvo que pasar tiempo para que Ana comprenda la magnitud del legado que había creado junto a sus compañeras: “Creo que fue unos años después de estar afuera, de mirarlas, de ver la continuidad de cómo iban cambiando las generaciones, que seguían estando en los primeros puestos en los podios y siempre orgullosa de haber podido arrancar eso y que se haya podido mantener. No todos los equipos pudieron. Australia en la década del 90 fue tremendo, era un equipo imparable y después nunca volvió a ser el mismo. Sin embargo, nosotros pudimos. Creo que, Países Bajos lo logró, China también tuvo su momento y después desapareció. Generalmente cuando venían los cambios generacionales algunos equipos bajaban mucho el nivel y nosotros supimos, por suerte, mantenernos”.
La insignia de La Leona, en el instante indicado para perpetuar el legado
“Gracias a Dios, el tema de Las Leonas salió en el momento justo y a todas nos debe pasar lo mismo, el orgullo de seguir representando a esa Leona generación tras generación y que haya quedado y que todas lo sientan como lo sentimos nosotras en el primer momento”.
Respecto a las jugadoras actuales, hay una que es especial para Anabel, no solo que es la que más disfruta de ver en el campo, sino que, también, tiene la curiosidad que lleva el mismo número que ella defendió a capa y espada: "La verdad es que a veces las sigo, otra no puedo ver los partidos, pero a mí me encanta (Agostina) Alonso, siento que es ese cinco que dejó de existir y ella tiene esas condiciones de cinco, de repartir, de ir, de venir. Después es difícil porque cambió mucho el tipo de juego, la dinámica. Me encanta cómo juega Agos y debe ser porque siento que tiene características similares a las que tenía”.
Gambero sabe que el hockey femenino tiene una gran espina pendiente y es la máxima presea en los Juegos Olímpicos, pero sabe que la calma y la actitud será esencial para conseguir ese objetivo: “Hay que tener paciencia, seguir trabajando porque se están haciendo bien las cosas, porque durante años y años siempre mantuvimos el podio y estuvimos ahí a un paso y yo también estoy segura de que ya va a llegar. Pero bueno, para mí hay que ir a los torneos a jugarlos y sí a buscar la de oro, pero también no olvidarnos de que cada partido hay que dejar todo y hay que jugarlo porque los partidos no se ganan antes de empezar”, finiquitó la histórica Leona.
