Dos cuestiones importantes sobrevolaron los tiempos previos a la V Copa del Mundo, que volvía a Oceanía tras la experiencia inicial de 1987.
Primero, Australia quedaba como único país sede en la competencia del 2003, porque Nueva Zelanda se bajó de la organización por no poder respetar aspectos comerciales vinculados con sus nuevos estadios y los patrocinadores que habían permitido la construcción o remodelación de esos escenarios.
El otro punto, más vinculado con lo deportivo, era la obsesión de las naciones europeas, en especial Inglaterra y Francia, en contrarrestar la hegemonía de las tres potencias del Hemisferio Sur, adueñándose de las cuatro copas previas: Nueva Zelanda en 1987, Australia en 1991 y 1999 y Sudáfrica en 1995.
Ajena a estas circunstancias y con ganas de repetir el buen papel del Mundial anterior, la Argentina le apuntaba a su participación con un plantel que tenía pocos retoques respecto del que había intervenido con gran suceso en Gales 1999.
Marcelo Loffreda era el entrenador desde el 2000, Lisandro Arbizu conservaba la capitanía y el proceso hacia el Mundial había sido exitoso en resultados, sobre todo en la temporada 2001, cuando se le ganó a Gales y Escocia como visitantes y se perdió en la última jugada con los All Blacks, en el test jugado en River, que se había convertido en la nueva casa de los Pumas a partir de la popularidad que había adquirido el equipo.
La Argentina ya estaba clasificada por su campaña en Gales 99, pero el panorama en el Grupo A no era diáfano. Australia (en el match inaugural) y otra vez Irlanda eran los rivales a enfrentar para avanzar a los cuartos de final en un Mundial que por primera implementaba el sistema de punto bonus.
Además, el infortunio que suele acompañar a Los Pumas en los días premundiales se iba a cobrar una víctima de enorme peso: el capitán Lisandro Arbizu se perdería su cuarto Mundial a causa de una severa lesión en una rodilla en un encuentro preparatorio en Tucumán.
El 10 de octubre, en el Estadio Olímpico de Sydney y luego de una hermosa ceremonia de apertura, se puso en marcha la máxima competencia que, rápidamente, le mostró a la Argentina las complejidades de tener que enfrentar a un poderoso como Australia, que, además, en los mundiales potencia lo bueno que tiene.
Los Pumas no dispusieron de la menor oportunidad, fueron superados claramente por un adversario que supo cómo jugarles y sólo el try de Ignacio Corleto sirvió como paliativo de un debut flojo.
Luego vinieron los partidos más accesibles ante Namibia y Rumania, que sirvieron para que los entrenadores Loffreda y Baetti le dieran descanso a los que habían actuado en el estreno y para que los reservas tuvieran su oportunidad.
A los africanos se les ganó por 67-14 y lo más emotivo fue ver la felicidad de los hermanos Juan y Nicolás Fernández Miranda, haciendo tries y sacándose las ganas luego de no haber tenido acción en en 1999. También fue interesante la producción de Martín Gaitán, quien apoyó 3 tries y dejó en claro que estaba en igualdad de condiciones con los titulares.
Contra los ásperos rumanos, de nuevo los suplentes a la cancha y otra victoria clara: 50-3, con dos tries de quien ya asomaba como la estrella naciente del rugby argentino, Juan Martín Hernández.
Y vino el duelo clave, en Adelaida, contra Irlanda: el que ganaba pasaba a cuartos. Loffreda se inclinó por Gonzalo Quesada en el puesto de apertura y corrió a Felipe Contepomi como inside, buscando en Gonzalo un pateador más confiable en un duelo que se presumía tan apretado como lo fue.
El único try lo hizo el irlandés Alan Quinlan, quien aprovechó una pelota perdida por Los Pumas en el line, la formación más deficitaria para un equipo que no le sacó el jugo a su mejor primer tiempo y, luego, no tuvo claridad ni variantes para torcer el rumbo de derrota.
A un sensacional drop de Corleto le siguió el penal de O'Gara que dejó a Irlanda arriba por 16-15, mientras el partido y el Mundial se extinguían sin que desde adentro o desde afuera (con algún cambio de jugadores) se hiciera nada para evitar la despedida.
Esta vez no hubo click salvador en Los Pumas, sólo adiós a la competencia y también para algunos jugadores de enorme prestación que dieron las hurras en la selección como Grau, Martin, Phelan, Reggiardo y Sporleder.
En el resto de los grupos se dio todo de acuerdo a lo esperado, más allá del susto de Escocia para vencer a Fiji 22-20 en el final o de la extraordinarias producciones de Samoa con Inglaterra o de Gales ante Nueva Zelanda, aunque ambos acabaron perdiendo.
Uruguay, que estaba participando en su segundo Mundial, también se dio otro gustazo: sumó su segundo éxito mundialista al derrotar a los entusiastas georgianos por 24-12.
Después de aquel éxito ante Los Pumas, los irlandeses continuaron en carrera, pero por poco tiempo: en cuartos de final, Francia los arrasó, se puso 43-0 y luego aflojó un poco hasta terminar 43-21.
Los All Blacks, eternos favoritos, mandaron para casa a los Springboks por un convincente 29-9, a la vez que Australia ni se despeinaba para eliminar a Escocia por 33-16.
Inglaterra perdía 3 a tries a 1 con los movedizos galeses, pero la victoria los favorecía por 28-17, con 23 puntos anotados por su arma mortal: Jonny Wilkinson, tan implacable con el tackle como con sus perfectos envíos a los palos: una verdadera máquina de transformar en puntos todo lo bueno que generaba un pack inglés voluminoso y con oficio, liderado por Martin Johnson y Lawrence Dallaglio.
En semis, Australia le cerró los caminos a Nueva Zelanda y defendió a muerte la ventaja que había sacado con el try de intercepción de Stirling Mortlock. El rugby burbujeante de Carlitos Spencer sucumbió frente a la metódica pared defensiva de los Wallabies, que volvieron a instalarse en una final mundialista.
En la otra semi, la lluvia y un equipo inglés impiadoso con la indisciplina de Francia se conjugaron para que no hubiera suspenso: Jonny Wilkinson y su botín mágico le dieron los 24 puntos, con cinco penales y tres drops.
Se repetía la final del Mundial de 1991, pero ahora en territorio aussie. El 22 de noviembre quedaría marcado a fuego para Inglaterra, que soportó el try madrugador de Lote Tuqiri y sacó provecho de una situación determinante: la lesión que sufrió en su boca el genial Stephen Larkham, la voz cantante de la ofensiva Wallaby, quien entraba y salía con sangre en esa tensa lucha final.
Inglaterra respondió con try de Robinson antes del cierre del primer tiempo y la segunda parte fue tan pareja y con defensas tan dominantes que el empate parecía irreversible: y la igualdad llegó con el penal que metió Flatley en el cierre del match, por una infracción que curiosamente le cobraron a los ingleses en una formación dominante de los británicos como el scrum.
A tiempo extra para conocer el campeón, tal como había sido sucedido en Sudáfrica q995 y, vaya casualidad, también se definiría mediante un drop, certero, inmortal, glorioso y de derecha del excepcional Jonny Wilkinson, zurdo él, para el 20-17 decisivo.
Inglaterra lo hizo, quebró la hegemonía de los gigantes del Sur en los mundiales y pudo, por fin, agregar a su condición de país inventor del rugby letra y música propia: "We are the champions..."