NUEVA YORK -- Roger Federer, Novak Djokovic, Andy Murray y Serena Williams todavía no han completado sus primeras prácticas en el estadio Arthur Ashe. El cuadro principal comienza el lunes por la mañana, pero mientras tanto, un grupo de tenistas ya ha jugado su US Open. Ellos han perdido, roto raquetas en el vestuario, experimentado la tensión y el miedo a ganar como nunca en sus carreras, o ya han cumplido con lo que esperaban del torneo. Han pasado la qualy, se clasificaron al cuadro principal.
"Los nervios que sentí en el cierre del partido, no los sentí nunca en mi vida, cuando gané mi primer future ni cuando gané mi primer challenger", reconoce Guido Andreozzi, con la agitación propia de los nervios y la exigencia física bajo el calor del atardecer en Flushing Meadows. Andreozzi tiene 21 años y es uno de los tres sudamericanos que ganaron los tres partidos necesarios. Nunca había jugado un Grand Slam, tampoco un ATP. No ha probado qué se siente jugar al mejor de cinco sets.
El torneo de clasificación concentra mucho nervio y expectativas. Se trata de jugadores que han hecho una apuesta: en vez de ir a torneos menores y tener "asegurados" puntos y dinero, pueden haber perdido la semana en apenas una hora de partido de qualy.
En la clasificación hay jugadores medianamente conocidos para el gran público -Ricardas Berankis, uno de los pibes que prometen, que regresaba de lesión; el jamaiquino-alemán de dreadlocks Dustin Brown; Lucas Rosol, el que le ganó a Rafa Nadal en Wimbledon- y también colegas que este año han jugado futures, la menor categoría de torneos con puntos para el ranking. Los nuevos son los más nerviosos: los experimentados, como el brasileño Ricardo Mello, exitosamente clasificado, saben mantener la calma pese a la tensión lógica de la competencia.
La clasificación se realiza en 13 canchas, de la 4 a la 17 (esta última, a no confundirse con el número alto: es un hermoso miniestadio recientemente inaugurado), a excepción de la 5. Hay menos jueces de línea que en los partidos del cuadro principal -los "out" de las paralelas los canta un juez en el fondo, pero del otro lado de la red- aunque todas las canchas cuentan con alcanzapelotas y juez de silla.
Puede haber "detalles", como que Andreozzi no encuentre agua fría y sólo disponga de botellas de agua caliente, por la falta de hielo y los más de 30ºC al cemento. Cuestiones organizativas imposibles de ocultar, así como el ruido de las obras de un bar dentro del complejo, cercano a las canchas. "¿Qué estamos, en un future? No se puede jugar así", se quejaba Bubka Jr. en su partido de segunda ronda. Es improbable que este bar sponsoreado por una importante cervecera pueda abrir antes del lunes. ¿El US Open comenzará con grúas dentro del club?
El argentino Guido Pella, otro de los sudamericanos clasificados, no tenía problemas con los ruidos de la obra, aunque sí con los tremendos alaridos que soltaba la boricua Mónica Puig en cada golpe. Pella miraba hacia la otra cancha con cara de enojo y volvía a concentrarse en su servicio. La clasificación contó con público masivo que se acercó hacia Flushing Meadows, en el barrio de Corona. La entrada era gratuita y los partidos fueron televisados, por primera vez en el torneo, por parte de la CBS.
"Sentí muchos nervios en el primero, pero sabía que el segundo lo jugaría mejor", indicó Pella, quien experimentó en su último compromiso la velocidad de pelota de nivel ATP de parte de Rosol (también, aprendió cómo un rival puede tirar a mansalva y dejarlas en la red). "Me pasó como a él, que no tenía que ganarle a Nadal en Wimbledon y por eso salió sin presión. Yo quiero ganar todos los partidos que juego, pero la obligación estaba de su lado". Pella y su entrenador Fabián Blengino tenían un objetivo: cambiar la credencial roja (color de los que disputan la clasificación) por la azul (cuadro principal), y lo lograron.
A la salida de la cancha, Pella chocó con la fama repentina: 15 minutos de autógrafos y fotos -sugerencia, hacer una firma más corta para no lesionarse la muñeca izquierda-, felicitaciones de público sudamericano, entrevistas para medios latinos, y una chica de la organización que le preguntaba si los datos de la planilla eran correctos, para cargarlos en el sitio oficial del US Open. El bahiense lo disfrutaba como nunca, no se quería ir pese al cansancio y los pedidos sucesivos. Por la noche, se enteraría que su rival en primera ronda del cuadro principal será el ruso Nikolay Davydenko, bombardero como Rosol, aunque algo más controlado.
El partido del ecuatoriano Julio César Campozano fue el típico ejemplo del ambiente que se buscaba en la clasificación: una cancha pequeña, mucho público -hay una amplia comunidad ecuatoriana en Nueva York, más precisamente en Queens, barrio cercano- y tremendo clima de enfrentamiento. Aun con su numerosa familia en la tribuna -15 personas entre madre, padre, hermana, primos, tíos, también amigos que entran en esa enumeración-, Campozano fue eliminado en primera ante Bubka Jr, hijo del garrochista y vecino de Novak Djokovic en Montecarlo.
Mientras los jugadores de la clasificación deciden su suerte, algunos ex jugadores caminan las canchas para seguirlos. Amelie Mauresmo alentaba a otra francesa, Irena Pavlovic, al lado de otro ex jugador, el bronce olímpico Arnaud di Pasquale. El argentino Guillermo Cañas dirige a Teymuraz Gabashvilli, que aunque anda medio desentrenado, próximo a ser padre, gana sus tres partidos y reserva su lugar en el cuadro principal. Martín Jaite y Mariano Zabaleta, capitanes de Copa Davis, siguen los partidos de Pella y Andreozzi. Jaite hace anotaciones en un cuaderno anillado.
Andreozzi viajó a Nueva York con Juan Pablo Guzmán, uno de los entrenadores de la academia Hood-Monachesi que recorren el circuito. De haber perdido, hoy habrían viajado ambos hacia Como, Italia, para disputar un challenger. "Tenemos que devolver el auto y mudarnos. Debo ir a reservar hotel", cuenta Guzmán. Dejarán la zona de Queens y las cenas en el restaurante argentino "Boca Juniors" para instalarse en Manhattan y llegar a Flushing en el servicio de buses del torneo.
Los jugadores de la clasificación reciben 115 dólares -para ellos solos- en concepto de alojamiento, 230 si entran al cuadro principal. El premio en dinero para un jugador del ranking de Andreozzi (223º) es notable: 23.000 dólares aunque pierda en primera ronda comparados con los 21.630 que había ganado este año, incluyendo título en el challenger de Lima. Será también la mitad de lo que ganó en su carrera (47.030 dólares). Una sorpresiva victoria en primera ronda ante el japonés Kei Nishikori le reportaría 37.000 dólares.
Suena a frase hecha y es verdad: el dinero no es la parte más importante, sino experimentar lo que significa jugar un Grand Slam. Cuando faltaban semanas para el cierre de la lista de inscriptos para el US Open, Andreozzi se encontraba lejos del ranking necesario. Le faltaban cerca de 80 puntos. Quería jugar su primer Grand Slam. De repente, ganó su primer challenger en Lima, venció a Feliciano López en la primera ronda de un challenger fuerte en Bogotá, y sumó los puntos para entrar en la lista. Este viernes pudo entrar al cuadro principal.
Ahora, para Pella y Andreozzi llega el momento de digerir el logro, escuchar a los entrenadores que intentarán convencerlos de no conformarse, mientras el US Open entra en receso por dos días, los obreros intentan terminar con el bar de la cervecería y, en el Arthur Ashe Kids' Day, este sábado habrá tortura para nuestros oídos: canciones prefabricadas de nuevos inventos pop.