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Por qué ver a Dani Olmo con Barcelona y España son citas obligadas

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España invicta y líder de grupo en la UEFA Nations League (1:10)

España derrotó 3-2 a Suiza para terminar invicta y líder (16pts) del Grupo 2 de la UEFA Nations League por delante de Dinamarca, segunda (8). (1:10)

Olmo, quien vive su mejor momento, está en sus pantallas todas las semanas: no pierda la oportunidad de verlo


Es hora de presentarles al hombre con el peinado más insolente y provocador del mundo del fútbol.

Se llama Dani Olmo y es un jugador de un impacto creativo devastador y catalizador tanto para el Barcelona como para España. Volveré hablar sobre su extravagante peinado en un segundo pero, primero, el contexto.

Olmo parece llevar un efecto de Triángulo de las Bermudas a su alrededor en los campos de fútbol. Todos los rivales saben que él es la amenaza creativa que hará saltar sus trampas defensivas, que abrirá un centro del campo aparentemente libre de oportunidades y luego hará daño con la espada donde otros sólo ven callejones sin salida, muros impenetrables y congestión excesiva.

Todos los entrenadores rivales quieren que sus jugadores cierren el paso a Olmo. Que le marquen más que un molusco a una roca. Cero espacio creativo. Y sin embargo, aparece. Perpetuamente.

La tarea inicial de Olmo, dado que posee visión de juego, audacia, una técnica depurada y un disparo y un pase muy precisos, consiste en abrirse espacios libres. Dado que casi siempre es el jugador "más buscado" y "a tener en cuenta" del equipo contrario, no debería ser fácil: a veces ni siquiera posible. Sin embargo, insisto... aparece.

Lo del Triángulo de las Bermudas es que se desliza, a la vista de todos, en medio de un grupo de jugadores y, de repente, parece que ninguno de los centrocampistas o defensas rivales puede verle. Desaparece.

Y reaparece de inmediato en un hermoso espacio verde, sin ser marcado, observado ni molestado.

Segundos después, un compañero de equipo desliza un pase sencillo hacia el territorio de Olmo y, con un ágil giro de la dirección de su cuerpo, o dejando que el balón ruede delante de él -sin un toque de control-, el catalán de 26 años educado en Croacia suelta un pase mortal o un disparo.

Igual como lo hizo en el gol de la victoria de España contra Dinamarca el pasado viernes, el que garantizó a los campeones de la Nations League la ventaja de jugar en casa el partido de vuelta de la repesca del próximo mes de marzo para alcanzar las semifinales de 2025 y, potencialmente, convertirse en el primer país que revalida ese trofeo.

¿El corte de pelo? ¿La burla tonsorial? Te lo explico.

Olmo, por si no lo has visto últimamente, se tiñó el pelo de rubio oxigenado hace unos meses, como si quisiera decir a los marcadores rivales en el campo: "Mira, mira... ¡AQUÍ ESTOY! ¿No me ves? ¿En serio?

Desde Jean Harlow, pasando por Marilyn Monroe o, me siento obligado a mencionarlo, Rutger Hauer como el replicante Roy Batty en Blade Runner, el look rubio oxigenado a lo largo de generaciones siempre ha gritado: "¡MÍRAME... fíjate en mí! Quiero que me prestes atención".

Sin embargo, la ingenuidad, la audacia y el incesante paso de Olmo por el tercio más peligroso del campo se combinan regularmente para dejarle desatendido, en un gran espacio libre y listo para hacer el daño más malicioso a aquellos que se supone que deberían extinguir su amenaza. Debe de volver locos a los entrenadores rivales.

Yo me baso en el carácter burlón de su color de pelo y, sinceramente, hay que adorarlo por su insolencia: "Voy a dejar pistas... ¡atrápame si puedes!"

Desde que convirtió su cabeza en una brillante señal de advertencia para sus rivales, su trayectoria ha sido sensacional.

Con el Barcelona, ha marcado cinco goles en seis partidos: un gol cada 63 minutos. Con España, sus tres goles y tres asistencias en los últimos seis meses equivalen a una contribución goleadora cada 95 minutos: y, creo que es crucial, no jugó en los únicos partidos que España ha perdido (Colombia y Escocia) desde que Luis De la Fuente se hizo cargo de La Roja hace casi 30 partidos.

Dentro de esas estadísticas de España hay momentos de éxtasis que demuestran su enorme importancia.

Olmo estaba recuperándose de una lesión cuando comenzó la Eurocopa. Pero, desde su primera aparición contra Albania, dio la asistencia del gol de la victoria.

Luego, una vez de vuelta en el equipo tras el ruinoso y vengativo desafío de Toni Kroos que obligó a Pedri a abandonar el torneo, Olmo marcó el primer gol en cuartos de final contra Alemania e hizo el gol de la victoria en el último minuto para Mikel Merino.

En la semifinal, contra Francia, fue él quien marcó el gol de la victoria de España, el segundo en cuatro minutos fulgurantes, después de ir perdiendo 1-0 y de que pareciese que estaban en apuros.

En la final, contra Inglaterra, la carrera y el amago de Olmo dejaron en evidencia a Kyle Walker y permitieron a Nico Williams adelantar a España por uno a cero. Luego, en los últimos minutos, Olmo estaba en ese perenne Triángulo de las Bermudas de espacio verde que crea, sin marca, para hacer el pase por el centro hacia Mikel Oyarzabal, cuyo pase en uno-dos con Marc Cucurella condujo al gol de la victoria. Olmo al rescate, siempre.

Hubo otra clave en la final, pero como lo moderno es pensar sólo en los goles y el espectáculo creativo muchos fuera de España e Inglaterra ya la habrán olvidado. Para explicarlo bien, vale la pena remontarse al hecho de que Olmo dejó su Barcelona natal para trasladarse a Zagreb cuando tenía 16 años y se sometió a un adoctrinamiento competitivo: Le inculcaron que ganar lo es todo. Y que para ganar siempre hay que desearlo más que el enemigo. Y luego hay que salir a demostrarlo.

En 2022, cuando le pregunté si había necesitado una madurez extraordinaria para elegir dejar la academia del Barcelona siendo un adolescente y marcharse a Croacia, Olmo me dijo: "Me imagino que eso es lo que creen los que no me conocen, ni conocen mi historia".

"Pero yo lo tenía claro. Estaba seguro de que éste sería un buen camino para mí, una oportunidad única y un proyecto que ningún otro equipo me había ofrecido".

Luego, a principios de la Eurocopa, se explayó en el aprecio por lo que le imbuyó la vida en Croacia (seis años en el Dinamo de Zagreb, nueve trofeos).

"Algo que aprendí de la mentalidad croata es a no rendirse nunca y a saber que, hasta que el árbitro pita el final, siempre hay una oportunidad de ganar", dijo.

"Es en esos minutos finales de presión cuando más creo en mí mismo".

Así fue en el minuto 90 de aquella gloriosa final de Berlín, cuando Marc Guéhi cabeceó hacia lo que parecía una portería abierta para lo que también parecía seguro que sería el gol del empate, fue Olmo quien apareció, como de la nada, para saltar y cabecear el balón fuera de la línea de gol.

Su reacción convulsa, alegre y desafiante, inmediatamente después de que Declan Rice cabeceara el rechace por encima del larguero, fue probablemente tan extasiante como cualquier otra celebración de Olmo tras marcar un gol: así de importante era el momento.

Y estaba preparado. Una vez más, Olmo me ha explicado en profundidad algunas de estas ideas. Es un gran creyente en el poder de su mente, y en estar preparado para cualquier situación de alto estrés, pero de alto potencial, que el fútbol pueda depararle.

"Siempre ayuda visualizar de antemano para que, cuando estés en el campo, estés familiarizado con las situaciones", afirma.

"Porque ya las has vivido, ya las has visto antes, en tu mente, así que cuando llega una amenaza o una oportunidad en el campo ya sabes qué hacer".

"Por supuesto, en el juego es otro mundo, es diferente, pero si lo has 'visto' antes todo ayuda".

Este tipo es tan bueno, tan sobrenatural a la hora de encontrar espacios, y luego tan castigador, despiadado y emocionante en lo que hace con esa libertad que realmente creo que trasciende las lealtades a clubes o equipos internacionales.

Salgan de su camino para encontrarle. Obsérvenlo. Deléitese con su técnica, su determinación, su perpetua habilidad para crear instantáneamente calma e inteligencia a partir del caos y la locura.

Olmo está en sus pantallas todas las semanas: no pierda la oportunidad de verle.

A él y a su insolente peinado.