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¿Cómo acabó la maldición de los Cachorros? Con el mejor juego de la historia

CLEVELAND - Por lo menos no se necesitó nada especial para borrar la sequía más larga de campeonatos en la historia de los deportes profesionales. Solo el más grande Juego 7 de la Serie Mundial que jamás se haya celebrado. Eso es todo.

Échense a un lado Jack Morris y Luis González. Díganle a Ralph Terry y Madison Bumgarner que ellos tuvieron una gran corrida. Y ustedes, fanáticos de Bill Mazeroski, favor de someter sus argumentos mediante su red social favorita.

Pero nosotros podemos argumentar que ninguno de esos partidos puede superar la pasión, el drama, y la historia del Juego 7 en Cleveland, en una templada noche del miércoles que se convirtió en una madrugada tormentosa del jueves. Se necesitaron 10 agotadoras entradas y 4 horas y 45 estimulantes minutos. Pero cuando finalmente terminó, a las 12:47 a.m., del 3 de noviembre de 2016, la gigantesca pantalla del jardín izquierdo leía: Cachorros 8, Indios 7. Y de repente fue posible escribir una oración que ningún otro ser humano ha podido escribir:

Los Cachorros de Chicago Cubs son los campeones del béisbol.

Pero para llegar a la cima de esa montaña que ellos estuvieron escalando por 108 años, los Cachorros se encontraron a si mismo tratando de sobrevivir un partido que estaremos disectando por cerca de un siglo.

Fue apenas el quinto partido decisivo que se va a entradas extras en una Serie Mundial.

Fue el primero de esos juegos en tener una demora por lluvia en entradas extras - una demora por lluvia que, de hecho, es posible que le haya salvado la temporada a los Cachorros.

Y fue el primero entre todos esos juegos en el que el equipo ganador dejó escapar una ventaja en la octava entrada o más tarde - para luego recuperarse para ganarlo de todos modos.

Pero eso no es todo. Fue un juego en el que los lanzadores más imbateables de esta postemporada -- primero Corey Kluber, luego Andrew Miller, y entonces Aroldis Chapman -- se tornaron de repente en bateables.

Fue un partido tuvo el primer cuadrangular para abrir un Juego 7 de una Serie Mundial (por Dexter Fowler de los Cachorros).

Fue un juego que Chapman no pudo salvar - y que le tocó rescatar a un hombre que nunca ha salvado un partido en su carrera de Grandes Ligas (Mike Montgomery).

Y fue un juego en el que la carrera de la ventaja en entradas extras fue anotada por un hombre (Albert Almora) que no había anotado una sola carrera en toda la postemporada.

El Juego 7 fue un gran sube y baja de emociones. Pero he aquí lo que más sobresale de todo:

"Este", dijo el primera base de los Cachorros Anthony Rizzo, "fue el mejor juego en el que haya participado - y el mejor juego que yo haya visto".

Por 2½ horas el miércoles en la noche, parecía que los Cachorros lograrían su meta de forma fácil. Pero eso no hace sentido. Después de todo, estamos hablando de los Cachorros.

Ellos tenían ventaja de 5-1 en la parte baja de la quinta entrada. Y ningún equipo había dejado escapar una ventaja tan grande en un Juego 7 desde 1924, por lo que se podía pensar que era algo seguro. Ja. ¿En serio?

¿Seguían pensando eso luego que Jon Lester saliera del bullpen para su primera aparición en relevo en nueve años y rapidamente hizo un lanzamiento salvaje que permitió que entraran dos carreras, recortando la ventaja de los Cachorros a 5-3?

¿Seguían pensando eso cuando Chapman relevó a Lester en la parte baja de la octava entrada e hizo dos cosas que nunca hizo en sus tres meses como Cachorro: (A) permitir hits a los primeros tres bateadores que enfrentó y (B) permitir su primer jonrón en uniforme de chicago - un cohete que chocó contra la cámara de TV en el jardín izquierdo y que transformó este partido de un velorio a una gran fiesta gracias a un gran golpe del bate de Rajai Davis?

Fue el último jonrón para empatar el juego 7 en la historia de la Serie Mundial. Y quizás en algún otro año, quizás si este fuese otro equipo de los Cachorros, este se hubiese convertido en Uno de Esos momentos, para ser lamentado y maldecido y pasado de generación en generación.

En cambio, se convirtió en un tipo diferente de momento - el momento en el que este juego se convirtió en un clásico.

Por supuesto, los Cachorros no sabían eso en ese momento. Ellos solo estaban intentando recordar como respirar. Y en momentos como este, eso parece más difícil que lo que hacen parecer los atletas profesionales.

"Nosotros somos gente normal", dijo el JMV de la Serie Mundial, Ben Zobrist, mientras el reloj del camerino marcaba las 2 a.m. "Nos ponemos nerviosos y ansiosos, como todo el mundo".

Pero mientras 38,104 personas dejaban el último pedazo de sus cuerdas vocales y un emocional Chapman trataba de intentar lidiar con la culpa de echar a perder la ventaja en la maldita Serie Mundial, algo asombroso ocurrió.

De repente, comenzaron a caer gotas de lluvia desde el cielo de Ohio. Y los oficiales hicieron señas para que se pusieran las lonas. Poco sabía la gente que en ese momento, como dijo después el gerente de los Cachorros Jed Hoyer, "eso fue como una intervención divina".

Si alguna vez un equipo necesitaba reagrupar sus fuerzas al acercarse las entradas extras, ese era Chicago. Y el hombre que sintió eso fue alguno que normalmente habla tan suave como cualquier otro en el camerino.

"Yo estaba pensando", dijo Jason Heyward, "que algunas veces la lluvia puede ser algo malo. Pero de la forma en que terminó esa entrada, yo sentí que necesitábamos esa lluvia".

Heyward tuvo un año tan malo como lo puede tener un agente libre de $184 millones. Pero se comportó con tanta dignidad de principio a fin, lo que le ganó muchos puntos de respeto, los que decidió utilizar en ese momento. Así que Heyward se llevó a sus compañeros a las afueras del camerino para hablarles.

"Yo solo quería recordarles lo bueno que eran y lo especiales que eran", dijo Heyward.

"Fue un buen momento", diría luego Lester, sosteniendo una botella de champaña en su mano izquierda. "Yo pensé que lo necesitábamos, luego de ese cuadrangular y que ellos se recuperaran para tener el momentum de su lado. Así que ese fue un gran momento para nosotros. Pensé que Jay-Hey habló en el momento justo".

Solo pasaron 17 minutos para que se reanudara el partido. Pero cuando se volvió a jugar, cuando le tocaba batear a los Cachorros en la parte alta de la 10ª entrada, "yo sabía", dijo Heyward, "que estábamos listos para hacer lo que hicimos".

Eran las 12:11 a.m. cuando Kyle Schwarber conectó su tercer hit del partido y su séptimo de la Serie Mundial hacia el jardín derecho y fue reemplazado por el corredor emergente Almora. Eran las 12:15 cuando Bryant conectó una recta de Brian Shaw que Davis pudo atrapar cerca de la zona de seguridad del jardín central, y Almora decidió utilizar su velocidad para llegar a la intermedia.

"Yo solo me dije, 'me voy'", dijo luego Almora. "Y si me sacan de out, que así sea".

Pero una vez pudo superar el tiro de Davis a la base, este juego no volvió a ser el mismo. Los Indios le dieron boleto intencional a Rizzo para lanzarle a Zobrist. Y a medida que se acercaba al plato, Zobrist se iba hablando a si mismo, recordándose de inhalar y exhalar tan lentamente como fuese posible.

"Incluso cuando me dormí anoche, pensando en este juego, me sentía como que, 'hombre, no estoy respirando normal. Me tengo que relajar aquí'", dijo. "Y es lo mismo cuando uno entra al terreno... quiero decir, uno siente toda la presión en ese momento, como cualquier otra persona. Pero uno tiene que tratar de bloquearla y hacer tu trabajo lo mejor posible".

El conteo llegó a 1 y 2. A la distancia, él podía escuchar los cánticos de "Let's go, Cubbies" entremedio de los gritos de miles de fanáticos de los Indios que no se sentaron por las últimas tres horas. Shaw jugueteó con su gorra. Zobrist se ajustó sus guantillas de bateo y movió su bate. Shaw se echó hacia atrás y tiró el pitcheo más duro que hizo en toda la noche.

Y aquí viene, una recta cortada de 96 mph hacia la esquina de afuera que Zobrist apenas pudo conectar. Pero lo pudo hacer haciendo exactamente lo que se había recordado a si mismo todo el turno - manteniéndose dentro de la pelota - y la logró enviar al jardín izquierdo fuera del alcance del antesalista de Cleveland José Ramírez.

Esta escena capaz de alterar una franquicia se desarrolló frente a Almora. Así que en el momento que la pelota salió del bate de Zobrist, dijo, "yo sabía que iba a anotar, sin importar lo que fuera". Y a medida que Zobrist se acercaba a la intermedia, y Rizzo aterrizaba en tercera base pronunciando las palabras "Oh my God", un hombre que no había anotado una carrera en un mes se deslizaba en el plato, dándole a su equipo de nuevo la ventaja, pero antes de celebrar se dio cuenta que había algo que no había terminado.

"Lo primero que me pasó por la mente", diría luego Almora, sacudiendo su cabeza, "fue volver a pisar el plato. Quiero decir, lo último que uno quisiera es ser recordado en la historia como Ese Hombre [que falló en tocar el plato con la carrera de la victoria]. Así que regresé a tocar el plato. Y entonces fue que comencé a celebrar".

A su alrededor, dos bases de fanáticos explotaron de júbilo en los asientos, donde miles de fanáticos de los Cachorros hambrientos de campeonato estaban esparcidos en un recinto repleto de fanáticos de los Indios. Qué escena más increíble. Fanáticos de los Cachorros vestidos con camisas azules abrazándose. Mientras los fanáticos de los Indios en camisas rojas golpeados por la sorpresa. Y el dugout de los Cachorros vibrando de energía.

Pero la entrada no había terminado. Los Indios le dieron boleto intencional a Addison Russell para lanzarle al tercer receptor de la noche de los Cachorros, Miguel Montero, con las bases llenas. Fue otro momento clave. Habían pasado casi tres semanas desde el último hit de Montero en esta postemporada (y el único hasta ese momento). Pero logró sencillo impulsador de carrera hacia el lado izquierdo para ampliar la ventaja de los Cachorros 8-6.

"Mientras corría hacia la inicial", dijo Montero, "yo me decía, 'lo logré'. Y eso fue importante para mí. Yo me sentía como que, 'No llenes las bases para lanzarme a '".

Así que ahí estaban los Cachorros, con dos carreras de ventaja y a tres outs de la victoria - pero con un Chapman exhausto y sin una elección obvia para cerrar el partido. Esos tres outs finales todavía tenían el potencial de ser fuente de gran sufrimiento.

A las 12:33 a.m., sale del bullpen el novato derecho Carl Edwards para enfrentarse a los Indios. Pero recuerden amigos, estamos hablando de los Cachorros. ¿Acaso creían que esto se iba a terminar con un 1-2-3? Edwards le dio boleto a Brandon Guyer. Davis conectó sencillo impulsador. El pizarrón se puso 8-7. Y aquí viene Joe Maddon una última vez -- a las 12:44 a.m. - para traer a su improbable cerrador de la Serie Mundial, Montgomery.

"¿Saben lo gracioso de esto?", admitió luego Montgomery. "Cuando entré a lanzar, honestamente no me había dado cuenta que estaba en situación de salvamento. Todo lo que pensaba era, 'Solo tengo que conseguir un out'".

Y al plato se puso el último hombre en la banca de Terry Francona, el utility Michael Martínez, un chico cuyo último hit fue hace más de siete semanas. Montgomery le sirvió una curva para el primer strike. Se volteó y se removió la tierra en el montículo con sus zapatos, y luego se puso a esperar la señal del receptor.

Lanzó una curva final, el pitcheo 172 de la noche para los Cachorros. Martínez conectó rodado lento hacia la tercera base. Montgomery miró el batazo, y vio como Bryant salió en búsqueda del mismo e intentó comenzar a procesar un pensamiento compartido por millones de fanáticos en todo el universo: "No puedo creerlo. Pensé para mis adentros, '¡Esto se acabó!' Y en ese punto, era solo cuestión de comenzar la locura".

Sí, esa es una buena palabra para describirlo. Locura. Éxtasis. El Cielo. Pueden escojer la descripción que gusten. La que sea, funciona. Los Cachorros de Chicago ganaron la Serie Mundial, y la ganaron de la única forma que saben hacerlo.

De la forma más difícil.

"Estoy agotado", dijo el receptor David Ross. "Me siento como si hubiese jugado por nueve horas".

Pero ¿qué son otras nueve horas cuando un equipo ha tenido que esperar 39,465 días para volver a celebrar un campeonato de Serie Mundial? Todo lo que necesitaron fue un siglo de espera, una recuperación sorprendente tras estar abajo tres juegos a uno y el mejor Juego 7 de toda la historia. Pero finalmente, a las 12:47 a.m., zona horaria de los Cachorros, la espera había concluído.

"¿Saben qué?", dijo el JMV de la Serie Mundial. "Pienso que podemos dar por muerta la maldición de la cabra".